Los marineros han contado desde hace siglos historias de olas monstruosas azotando sus barcos. Grandes y amenazantes masas de agua que aparecen repentinamente y se elevan sobre sus cabezas y los cascos de sus embarcaciones dispuestas a engullirlo todo a su paso.
Ante la falta de evidencia y lo descomunal de los tamaños que se describían, estos relatos se asumían como un mito. Olas de 30 metros, como la que protagonizaban estas narraciones, se creía que solo podían formarse una vez cada varios miles de años.
Pero no eran ninguna fábula. Existen, son bastante frecuentes y pueden explicar algunas de las desapariciones producidas en el mítico Triángulo de las Bermudas, según oceanógrafos británicos de la Universidad de Southampton tras una investigación que ha durado décadas.
La "ola Draupner" de 1995, la primera evidencia de una ola gigante
El 1 de enero de 1995 una enorme ola chocó contra la plataforma petrolífera Draupner en el Mar del Norte, frente a las costas de Noruega. Y dio la vuelta a todas las teorías sobre la generación de este fenómeno acumuladas tras años de estudios, simulaciones y estimaciones.
Vientos huracanados y grandes olas habían estado azotando la instalación durante el día. Nada especialmente relevante hasta que un telémetro registró una ola gigante de 26 metros.
Nadie la vio, porque todos los trabajadores se encontraban recluidos en el interior de la plataforma por seguridad. Pero era la primera vez que un instrumento de medición detectaba una llamada ola monstruo. Al margen de historias más o menos ciertas relatadas a lo largo de la historia por marinos, esta era la primera evidencia científica de su existencia.
Años más tarde, un equipo de científicos europeos analizaron 30.000 imágenes de satélite dentro del proyecto MAXWAVE. Estas instantáneas correspondían a un periodo corto de 2003, tres semanas. En ese tiempo encontraron que en todo el mundo diez olas habían alcanzado los 25 metros de altura o más. Muchísimas más olas gigantes de las que las teorías estimaban. Cuando se detectó la "ola Draupner", por ejemplo, se creía que una ola semejante solo podía generarse una vez cada 10.000 años.
La ESA, en 2004, anunciaba el descubrimiento de la siguiente manera: "Olas gigantes alzándose a una altura de diez pisos han sido aceptadas como una causa central en el hundimiento de buques".
La nota explicaba que los resultados de los satélites ERS de la Agencia Espacial Europea habían ayudado a determinar la "existencia generalizada" de estas olas y señalaba que en las pasadas dos décadas más de 200 superpetroleros y barcos mercantes de más de 200 metros de eslora se han hundido por condiciones climatológicas adversas.
"Se cree que las olas gigantes han sido la causa principal en muchos de esos casos", explicaban, asegurando que la información generada gracias a la observación satelital se emplearía para estudiar los orígenes de este implacable fenómeno todavía desconocido en cuanto a su formación.
Olas gigantes en el fabuloso Triángulo de las Bermudas, la teoría
Ahora, tras una investigación que ha durado varias décadas, oceanógrafos británicos de la Universidad de Southampton creen haber resuelto el misterio del Triángulo de las Bermudas. La desaparición de decenas de barcos, y también de algunos aviones, en el área geográfica con forma de triángulo equilátero localizada en el océano Atlántico y entre las islas Bermudas, Puerto Rico y la ciudad estadounidense de Miami. Una zona que no registra una tasa de desapariciones mayor ni es más peligrosa que cualquier otra extensión del océano, leyendas al margen.
Según esta teoría, expuesta en la serie documental 'The Bermuda Triangle Enigma' (El enigma del Triángulo de las Bermudas) emitida en la cadena británica Channel 5, la explicación a la desaparición repentina de embarcaciones y aviones en el también llamado Triángulo del Diablo la podemos encontrar en las condiciones favorables que allí se dan para la generación de olas gigantes.
"Hay tormentas al sur y al norte que se unen... hemos medido olas de hasta 30 metros. Mientras más grande es el barco, peor es el daño", explicaba el oceanógrafo y doctor Simon Boxall.
El equipo de investigadores recreó olas de esas dimensiones mediante un simulador para averiguar cuál es el efecto que tendrían al enfrentarse contra un barco como el USS Cyclops. Un buque de abastecimiento de 165 metros de longitud que desapareció junto a sus 306 tripulantes en el Triángulo de las Bermudas hace exactamente un siglo.
La embarcación, perteneciente a la Armada de los Estados Unidos, fue avistada por última vez el 9 de marzo de 1918, un mes y un día antes había zarpado de Norfolk, en Virginia. Se la vio entre el cabo Hatteras y el cabo Charles, frente a las costas del mismo estado estadounidense que lo vio marchar. Y nada más se supo del navío y su tripulación. Nunca apareció ningún resto, haciendo volar la imaginación de quienes enmarcaron la desaparición en las fabulaciones del mítico triángulo.
La simulación de los oceanógrafos británicos, sin embargo, reveló que una ola de 30 metros, empinada y alta como estas son, fue la que pudo partir en dos un barco tan grande como el buque de abastecimiento que emplearon en las pruebas. A mayores dimensiones, mayor es el daño según los investigadores. En cuestión de unos minutos, dos o tres, la embarcación pudo hundirse. Las fuertes corrientes y la profundidad de las aguas explicarían la ausencia de restos. Misma suerte habrían podido correr otras embarcaciones desaparecidas en la zona a lo largo de la historia.
Sea esta hipótesis una explicación o no al llamado Triángulo de las Bermudas, lo cierto es que la Guardia Costera de Estados Unidos no reconoce la existencia de un particular peligro para barcos y aviones en la célebre área, ni reconoce factores extraordinarios, como hemos señalado. "Las circunstancias medioambientales podrían explicar muchas o casi todas las desapariciones", decían en 2010 desde el Servicio Oceanográfico Nacional de Estados Unidos aludiendo a la corriente del Golfo y los cambios rápidos, "a veces violentos", que puede producir en el clima. Porque explicaciones sobrenaturales, naturalmente, no las hay.
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