El robo del polvo lunar: cuando tres becarios de la NASA se llevaron muestras traídas por las Apollo (y acabaron entre rejas)

El plan fue frustrado por el FBI, que había sido alertado cuando los delincuentes trataron de vender el alijo

Corte Robo Luna
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Hace unas semanas la sonda OSIRIS REx regresaba a la Tierra con muestras del asteroide Bennu. No era la primera vez que rocas de un asteroide llegaban a la Tierra, pero el botín con el que regresaba la cápsula era cuantioso. Aún no sabemos cuánto material llegó, pero probablemente supere los 250 gramos.

La muestra se ha mantenido desde entonces en condiciones muy controladas para evitar cualquier forma de contaminación y así poder ser estudiada en el futuro próximo. Todo este proceso se está llevando a cabo en las dependencias del Johnson Space Center de la NASA, el lugar donde se sitúa la división ARES (Astromaterials Research and Exploration Science Division).

El Johnson Space Center de Houston es, precisamente, el escenario de nuestra historia. El lugar donde se cometió el robo de las rocas lunares. Un robo casi de película.

Ahora, vamos con los protagonistas, tal y como los describía la prensa de la época. El protagonista principal de esta historia podría ser Thad Roberts. Roberts era un becario de la NASA que trabajaba en el JSC. Era piloto y estaba preparándose para convertirse en astronauta. Su sueño, según uno de sus alumnos: ser la primera persona en Marte.

Los compinches de Roberts fueron otros dos becarios de la NASA, Tiffany Fowler, que también era su pareja; y Gordon McWorter. El trío de becarios contó también con la ayuda de una cuarta involucrada, Shae Saur, la única persona del grupo que no estaba vinculada con la agencia espacial estadounidense.

También necesitamos un némesis, el policía, papel que le tocó desempeñar al agente del FBI (cómo no) James Jarboe. Finalmente, en esta historia también tenemos un confidente, no conocemos su nombre, pero lo llamaremos El Coleccionista.

Para el agente Jarboe la historia comenzó con un chivatazo procedente de Europa. Concretamente desde Bélgica. A oídos de los socios del Club de Mineralogía de Amberes había llegado un curioso anuncio, un “se vende” que ponía a disposición del buen postor rocas lunares a precios de entre 1.000 y 5.000 dólares. Una ganga. Una ganga sospechosa.

Uno de los socios del club, coleccionista de rocas, se puso en contacto con las autoridades para avisar del sospechoso anuncio. En colaboración con El Coleccionista, el FBI se puso en contacto con el vendedor, Orb Robinson, alias que utilizaba Thad Roberts. Concertaron una reunión, en un restaurante italiano en Orlando (Florida) el 20 de julio de 2002, 33er aniversario de la llegada del Apollo 11 a la Luna.

El plan de Orb y su equipo no fue tan de guante blanco como podría esperarse. Los ladrones utilizaron sus pases para acceder con normalidad a las instalaciones de la NASA donde se guardaban las rocas lunares. Éstas estaban a buen recaudo en una caja fuerte a la que ninguno de ellos tenía acceso. Tampoco tenían la capacidad para abrirla.

Se vende: roca lunar

Así que hicieron lo que pudieron: robar la caja fuerte entera, un armatoste de unos 275 kg de peso. Una vez a salvo en sus casas pudieron abrir la caja fuerte y acceder a sus contenidos, que no solo incluían las muestras de regolito lunar sino también documentos de la agencia. Aún y todo la NASA no se enteró de la desaparición hasta el 15 de julio, tiempo después que el FBI se pusiera en contacto con los ladrones.

El siguiente paso era buscar comprador. Para ello recurrieron al viejo truco de... poner anuncios. Un truco que no parecía dar frutos. Según relataba entonces el diario El País, los ladrones pudieron inicialmente 8.000 dólares por gramo del botín, pero acabaron rebajando el precio a entre 1.000 y 5.000 dólares el gramo.

Fue entonces cuando fueron contactados por un coleccionista belga, que les puso en contacto con su hermano y su cuñada de Pensilvania. Por supuesto los familiares del belga no eran tal cosa. Eran agentes del FBI.

Agentes del FBI que es posible incluso que tampoco tuvieran mucha idea de qué estaba pasando. ¿Era material robado? ¿Eran falsificaciones? Pese a lo aparatoso del robo la NASA tardó en darse cuenta de que había perdido una caja fuerte. Según la agencia el robo se produjo un sábado y la ausencia se notó el lunes, pero las rocas podrían haber llevado semanas a la venta antes de ello.

Lo que sí parece seguro es que apenas cinco días después de que la agencia se diera cuenta del robo de la caja fuerte Roberts y Jarboe se encontraban en un restaurante de Orlando. Un encuentro que, por cierto, concluyó con la detención de Roberts y sus dos compinches más cercanos.

En esta historia de crimen, por suerte, no parece que nadie resultara herido. Pero los daños materiales fueron incalculables. El valor de las muestras lunares se estimaba en 21 millones de dólares de la época (casi 36 millones actuales ajustando inflación).

Las muestras lunares se recuperaron pero en el proceso se contaminaron lo que implica que se echaron a perder desde el punto de vista científico. Los ladrones también destrozaron numerosos documentos, entre ellos anotaciones de uno de los investigadores de la NASA, que habían sido puestas a salvo en la misma caja fuerte.

El cuarteto acabó detenido y puesto a disposición de los tribunales. Los tres becarios se declararon culpables de sus cargos, mientras que la cuarta involucrada fue declarada culpable tras el juicio por el tribunal. Roberts fue sentenciado a 100 meses de cárcel.

Los ladrones cumplieron sus respectivas penas y su historia fue contada de nuevo por el autor Ben Mezrich en su libro ‘Sex on the Moon. El título hace referencia a un capítulo de la historia que no sabemos si formó parte del sumario judicial pero sí fue relatado por Mezrich. Y es que esta historia también tiene una escena de sexo, una que, según este relato, comenzó con Roberts esparciendo las rocas lunares sobre la cama. El resto mejor queda a la imaginación de quien esté leyendo.

Según un informe de la NASA, entre 1970 y 2010 desaparecieron 517 muestras de materiales astronómicos, dato que incluye las 218 piezas de las que consistía el alijo robado en 2002.

El cine y la literatura están repletos de grandes robos, perpetrados por ladrones brillantes y audaces que son perseguidos por sus némesis al otro lado de la ley. Tanto es así que la heist movie representa todo un subgénero cinematográfico con sus grandes éxitos y hasta sus parodias. La realidad suele ser otra.

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Imagen | NASA/GSFC/Arizona State University / Apollo Sample Catalog, NASA

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