"Viniendo en el metro, he leído que las arañas construyen sus redes con el centro desplazado hacia el borde superior de la telaraña. Además, no sé si os habéis fijado, pero se sientan con la cabeza hacia abajo esperando sus presas: por lo visto, moverse es más rápido y fácil en el sentido de la gravedad. Es lógico, ¿no? Pero, me ha dado por pensar, ¿qué harían en gravedad cero?"
La cita es apócrifa, claro. Pero me gusta pensar que aquel día de 2008 en que un publicista de la NASA planteó la idea al equipo que estaba trabajando en la nueva campaña de divulgación para estudiantes de instituto, la conversación fue tal que así. Era una idea llamativa y sencilla: un candidato ideal. No sabían la que estaban a punto de liar.
Los técnicos de la Agencia metieron dos arañas en una caja y la mandaron a la Estación Espacial Internacional. Fue un completo fracaso.
Cuando el espacio te da una segunda oportunidad
Hubo un fallo en los controles y las arañas acabaron en el mismo recinto, peleándose entre ellas y creando unas telarañas algo confusas. Además, las moscas que se habían introducido como alimento crecieron más rápido de lo esperado. Hasta el punto de que, en dos semanas, las larvas taparon gran parte de las ventanas impidiendo ver qué pasaba dentro de la caja. No se pudo sacar nada en claro.
Paula Cushing, del Museo de Naturaleza y Ciencia de Denver, ayudó a diseñar este experimento y llevaba más de una década con la espinita del fracaso clavada. Intentaron volver a realizarlo en varias ocasiones, pero fue descartado. Por eso, cuando surgió la oportunidad de hacerlo de nuevo, no se lo pensó y junto a Samuel Zschokke, investigador de la Universidad de Basilea, se puso a manos a la obra.
Los investigadores pudieron analizar más de 100 telas distintas y realizaron 14.500 fotografías. Gracias a ello, se dieron cuenta de que las telas que las arañas construían en la ISS eran, de hecho, más simétricas que las terrícolas. Y que, además, las arañas no siempre estaban bocabajo. Algo que, por otro lado, parecía lógico.
Sin embargo, en un golpe de suerte, se dieron cuenta de que la situación cambiaba si las arañas trabajaban iluminadas o en la oscuridad. Solo necesitaban un punto de luz para que las telas fueran idénticas a las de la Tierra (y su orientación "hacia abajo" también). "No habríamos adivinado que la luz jugaría un papel en la orientación de las arañas en el espacio", explicaba Zschokke. "Tuvimos mucha suerte de que las lámparas estuvieran unidas en la parte superior de la cámara y no en varios lados. De lo contrario, no hubiéramos podido descubrir el efecto de la luz en la simetría de las redes en gravedad cero".
No deja de ser curioso que "las arañas tengan un sistema de respaldo para la orientación como este, ya que nunca han estado expuestas a un entorno sin gravedad en el curso de su evolución", dicen los investigadores. Pero más curioso aún es este ejemplo de cómo preguntas sencillas (¡puro marketing!) pueden acabar convirtiéndose en hallazgos más que interesantes.
Imagen | Dev Leigh
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