Tras una ola de calor histórica y cuando parecía que el verano no iba a darnos un respiro, España ha acabado junio con unas temperaturas más que razonables (incluso suaves en algunas partes del país) para esta época del año. El norte y el oeste de la península está acabando el mes con 5 o 10 grados menos de lo habitual.
Sin embargo, basta con mirar un poco más al norte para comprobar que somos una excepción: Laponia acaba de registrar su día más caluroso desde 1914 y los termómetros de toda la península escandinava están por encima de los 30°. Repito: 30°. En Junio. En los países bálticos.
En términos técnicos: es una barbaridad. Efectivamente, mientras nuestros termómetros aguantan bastante bien la escalada del verano, el norte de Europa es un horno. Hablamos de temperaturas entre 12 y 18 ºC por encima de lo que es normal en esta época del año.
Para que nos hagamos una idea, no solo es que Finlandia haya vivido el junio más caluroso desde que hay registros: es decir, desde 1844; es que la ciudad de Tromso (en Noruega) también ha superado los 30 grados; algo que no se había visto en los últimos 40 años. Y es que, recordemos, Tromso está 400 kilómetros al norte del círculo polar ártico.
¿El mundo se ha vuelto loco? ¿Qué está pasando?. Eso sí, no es algo que afecte solo a los países bálticos. La ola de calor atraviesa todo el continente, desde Argelia (que está teniendo temperaturas de hasta 49°) hasta Escandinavia y el Ártico (donde se han pulverizado 24 récords de temperatura) pasando por Italia (40°), Suiza, República Checa, Eslovaquia, Polonia y el Este de Alemania. Sin embargo, a los lados de ese pasillo infernal, reinan las lenguas de aire frío.
De hecho, esa misma es la explicación. Europa se encuentra ahora mismo entre dos zonas de bajas presiones (una al oeste de las Islas Británicas y la otra en el Mar Negro). Esto ha generado una dorsal anticiclónica, el pasillo de aire cálido, que va desde el sur hacia el norte llevando altas temperaturas, pero también calima (como están notando en Alemania y Polonia). Este mecanismo de circulación atmosférica provoca, a su vez, que se inyecte aire frío del Atlántico norte sobre nuestras cabezas.
Un fenómeno muy muy raro... Siempre es difícil saber cómo de extraordinario es un fenómeno meteorológico concreto. Nuestra memoria climática es corta y eso se nota. Sin embargo, esto sí que no es normal. El Extreme Forecast Index da cifras altísimas para toda la zona central y oriental de Europa: las temperaturas, sin ir más lejos, están en los percentiles 98% y 99%. Vamos, que es algo que hemos visto poquísimo.
...que, evidentemente, tiene consecuencias. El mayor problema es que la mayor parte de estos países no están preparados para el calor. Tengamos en cuenta que incluso países más acostumbrados como Francia han batido más de 200 récords locales y han sufrido incendios de gran envergadura. Más a más: los modelos climáticos apuntan a que la temporada de incendios no hace sino crecer empujada por este tipo de fenómenos que ya han afectado también a Japón o Nueva Zelanda.
Más allá de lo climático y forestal, el calor viene con una enorme cantidad de problemas asociados. En el norte, las ciudades están preparadas para soportar muy bien los problemas del frío, pero no el calor. En este sentido, a poco que la situación se alargue, las temperaturas tropicales pueden llenar los hospitales de golpes de calor y generar problemas de todo tipo. Esa es la principal consecuencia de que el tiempo "se vuelva loco": que tenemos que estar preparados para casi cualquier cosa. Y no lo estamos.
Imagen | Mr. Thinktank
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