Entre El Dorado y la locura: Así es la tecnología que nos permite descubrir los secretos que se ocultan en la selva

Entre El Dorado y la locura: Así es la tecnología que nos permite descubrir los secretos que se ocultan en la selva
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Entre los miskitos de América Central existe algo que llaman "el mal de la selva". Es una locura súbita, una explosión de ansiedad, autolesiones, furia irracional y miedo. Los afectados pierden la conciencia, creen que son atacados por los demonios o corren sin propósito aparente. Es un mal contagioso, salvaje e impredecible.

Los expertos no se ponen de acuerdo en cuál es la causa, ni en por qué solo afecta a los miskitos. Es lo que se llama un 'síndrome ligado a la cultura' y sin embargo, las historias miskitas tienen claro su origen: es un mal que nace cuando los fantasmas de la selva nos entran por los ojos.

Y es que las selvas ocultan horrores y maravillas: secretos que solo con la tecnología más avanzada estamos empezando a desentrañar: así estamos usando la tecnología para mirar cara a cara a los fantasmas de la selva.

Una cosa llamada LIDAR

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No deja de ser curioso que LIDAR haya saltado a la fama por los coches autónomos y la batalla entre Uber y Waymo. Sin embargo, su origen es mucho más extraño de lo que podríamos imaginar: es una tecnología diseñada en los sesenta para medir las nubes. LIDAR son las siglas de “laser imaging detection and ranging” y se trata, como su propio nombre indica, de un sistema de medición y detección de objetos mediante láser.

Si los radares mapean el entorno emitiendo ondas de radio que “rebotan” en los objetos y los sónares usan ondas acústicas, los 'lidares' utilizan un proceso análogo, pero con un foco emisor de haces de rayos láser infrarrojos. Gracias al foco emisor y a una lente receptora, somos capaces de obtener de forma sencilla mapas en 3D del terreno a altísima resolución.

En los coches autónomos se ha convertido en una herramienta muy potente (aunque polémica) que permite monitorizar a tiempo real la posición precisa de millones de puntos y la distancia entre cada punto y el automóvil. En un avión y junto a un GPS y un sistema de navegación inercial, podemos alcanzar precisiones de menos de medio metro en planimetría y 15 centímetros en alturas.

Además, el LIDAR se puede usar en condiciones meteorológicas adversas, no necesita puntos de apoyo, permite recoger datos rápidamente y, sobre todo, permite penetrar las cubiertas vegetales. Es una de las pocas herramientas capaces de distinguir, de una pasada, el terreno de la vegetación.

Los secretos de la selva

Jimmy Baum 412727
Jimmy Baum

Esto es importante porque es esa capacidad la que está dando la vuelta a muchas cosas que creíamos saber sobre la historia de la Humanidad: Una reciente encuesta geológica usando LIDAC ha mapeado un área de 2.100 kilómetros cuadrados de selva alrededor de la ciudad guatemalteca de Tikal. Y la sorpresa fue mayúscula: los investigadores han encontrado hasta 60.000 estructuras mayas: palacios, puentes, fortíficaciones, viviendas, caminos, etc…

Hay ciudades enteras que no sabíamos que existían”, explicaba Francisco Estrada-Belli. Y efectivamente, “las imágenes LIDAR dejan claro que toda esta región era un sistema de asentamiento cuya escala y densidad de población habían sido subestimadas gran medida”, explicó a National Geographic Thomas Garrison.

No es la primera vez que LIDAR hace esto: ha encontrado fortalezas vikingas, ciudades medievales camboyanas (https://www.theguardian.com/world/2016/jun/11/lost-city-medieval-discovered-hidden-beneath-cambodian-jungle) o estructuras británicas de la Edad de Hierro. Este trabajo, liderado por la Fundación PACUNAM para la investigación y la conservación del patrimonio y la naturleza mayas, es el más grande que se ha hecho hasta el momento. Y ha merecido la pena.

Porque los resultados son realmente llamativos: sugieren la existencia de una sociedad muy compleja hace 1200 años comparable a las civilizaciones chinas o mediterráneas. Las estimaciones poblacionales hablan de alrededor de 20 millones de personas en una zona del tamaño de Italia. Toda Europa, en esa época, tenía unos 40 millones de habitantes.

Esto cambia las cosas porque, como señalaba Marcello Canuto, un arqueólogo de la Universidad de Tulane, tradicionalmente “hemos tenido este prejuicio occidental de que las civilizaciones complejas no pueden florecer en los trópicos, que en los trópicos es donde las civilizaciones van a morir”. Ahora el prejuicio no está justificado, ahora podemos ver lo que esconde la selva.

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