En los últimos años, Samsung, el conglomerado empresarial coreano —o chaebol—, vive un periodo de inestabilidad tras las repetidas condenas de sobornos que implican a su vicepresidente y heredero, Lee Jae-yong —también conocido como Jay Y. Lee—, que ahora vuelve a la cárcel. El caso se centra en si Lee y Samsung utilizaron medios ilegales para ayudarlo a tomar el control de la empresa fundada por su abuelo. Y es que en los últimos cuatro años ya ha entrado dos veces en prisión. La nueva condena crea un vacío en la cima del mayor productor mundial de móviles, chips y dispositivos en un momento en el que la pandemia y la guerra comercial China-Estados Unidos intensifica la competencia.
El heredero. ¿Quién es Jay Y. Lee? Pues se trata del vástago multimillonario— y también vicepresidente— de Samsung Group, de 52 años. Su padre dirigió el grupo durante muchos años hasta que sufrió un ataque cardíaco en 2014. El anciano Lee murió en octubre después de años en coma, tiempo durante el cual su hijo se convirtió en el líder de facto. Pero la sucesión se ha complicado porque el hijo no puede simplemente hacerse cargo de los activos de su padre.
Corea del Sur tiene uno de los impuestos a la herencia más elevados del mundo. De hecho, la riqueza de la familia Lee se estima en alrededor de 30 mil millones de dólares, según el Índice de Multimillonarios de Bloomberg, y su factura fiscal se ha estimado en alrededor de 10 mil millones de dólares. Y ahí es donde comienzan los trapos sucios.
Corrupción. Todo estalló en 2017, cuando Jay Lee fue sentenciado a cinco años de cárcel por un escándalo de corrupción que sacudió la esfera política de Corea del Sur. Tanto, que desencadenó la destitución, tras ser condenada en un juicio político, de la entonces presidenta Park Geun-hye. Por ese entonces, los fiscales consideraban que el heredero dio órdenes de entregar casi 36 millones de dólares a fundaciones y empresas de Choi Soon-sil, una misteriosa confidente de la expresidenta que ejercía influencia en ella. Algunos la conocerán como "la Rasputina surcoreana". El objetivo de este soborno era ganar apoyo y conseguir facilitar su sucesión.
Un año después, en 2018, Lee recuperó la libertad después de que un tribunal de apelación le absolviera de todos los cargos. El caso, sin embargo, continuó su curso y se le acabaron sumando otros cargos de soborno.
¿Y ahora? Nuestro protagonista vuelve a ser el centro del escándalo en Corea del Sur. Ha sido declarado culpable de corrupción y malversación de fondos y condenado a 30 meses de prisión. Pena que cumplirá con tal de evitar saldar con el fisco. En su fallo, el tribunal del distrito central de Seúl determinó que pagó "voluntariamente sobornos y pidió a la entonces presidenta que usara su poder para facilitar su sucesión sin problemas" cuando el patriarca estaba postrado en cama. "Es muy desafortunado que Samsung, la corporación más grande del país y líder mundial de la innovación, esté repetidamente implicada en crímenes cada vez que cambia el poder político", añadía el tribunal.
¿Qué está en juego? Pues de momento, tras la sentencia y detención, las acciones de Samsung Electronics ya han caído un 3,4%. Y el conglomerado sigue sin comentar sobre el juicio. Durante el 2020, los inversores ni se habían inmutado, ya que Samsung había continuado en gran medida con sus negocios habituales. Y el juicio de 2017 quedaba lejos.
Las nuevas noticias suponen un duro revés, ya que el encarcelamiento de Lee dificultaría la toma de decisiones importantes, como fusiones y adquisiciones o inversiones extraordinarias. "La falta de un liderazgo a largo plazo puede provocar que haya retrasos al irrumpir en nuevos negocios o al tomar decisiones, lo que los dejaría atrás en un mercado global", detallaba Bae Sang-jun, director ejecutivo del lobby que representa la Federación de Industria Coreana.
Una mancha en la reputación. El caso en torno a Lee Jae-Yong ha puesto de relieve, una vez más, las conflictivas relaciones entre los "chaebols" familiares que generan la mayor parte de la riqueza en el país asiático y el poder político. Su padre y su abuelo, Lee Byung-chul, fundador de la firma, ya tuvieron problemas con la justicia, aunque ninguno llegó a pisar la cárcel. Ahora Samsung lucha no solo por la libertad de Lee, sino también por su reputación corporativa. Tanto el heredero como la compañía siguen decididos a limpiar sus nombres.
El vástago ya realizó una disculpa formal y poco común en mayo de 2020, admitiendo errores pasados y prometiendo no entregar el liderazgo del grupo a sus hijos. Pero lo cierto es que ni sus disculpas ni el esfuerzo del gigante tecnológico por ayudar en la batalla del Covid enviando dispositivos a hospitales van a hacer que el nombre de la empresa se limpie por completo. La corrupción, al final, sale por algún lado.
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