Que los polos opuestos se atraen es el mayor mito romántico de nuestra era

Que los polos opuestos se atraen es el mayor mito romántico de nuestra era
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Parece que todo el mundo está de acuerdo en que los opuestos se atraen. Ya sea gente joven o gente mayor, parejas felices o parejas en crisis, solteros o casados: todos están convencidos de que es verdad. Varios expertos en relaciones han escrito libros partiendo de esta hipótesis y, de hecho, es algo que han asimilado las personas que buscan pareja, donde hasta un 86 por ciento afirma que busca a alguien de características opuestas.

El problema está en que lo que vale para los imanes no siempre se puede aplicar al amor. Tal y como explico en mi libro, "Grandes Mitos de las Relaciones Íntimas: Noviazgo, Sexo y Matrimonio" (Great Myths of Intimate Relationships: Dating, Sex, and Marriage), la gente suele sentirse atraída por aquellas personas a las que se parecen, y no al revés.

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Si la gente realmente se siente atraída por las personas opuestas ha sido objeto de muchos estudios científicos. Los investigadores han buscado cuál es mejor combinación para las parejas románticas: ¿Los que se parecen, los que son diferentes o los que son opuestos? Los científicos denominan a estas tres posibilidades como la hipótesis homogénea, la hipótesis heterogénea y la hipótesis complementaria, respectivamente.

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La ganadora clara es la hipótesis homogénea. Desde la década de los 50, los científicos sociales han llevado a cabo más de 240 estudios para determinar si las similitudes en cuanto a caracter, rasgos de personalidad, intereses externos, valores y otras características llevan a la atracción. En 2013, los psicólogos Matthew Montoya y Robert Horton examinaron el conjunto total de todos estos estudios con un meta análisis y se dieron cuenta de que existe un vínculo irrefutable entre parecerse y estar interesado por la otra persona.

En otras palabras, existen pruebas claras y convincentes de que Dios los cría y ellos se juntan. Para las personas humanas, el atractivo de la similitud es tan fuerte que existe en diferentes culturas.

Puesto que la similitud está relacionada con la atracción, tiene sentido que las personas en relaciones estables tiendan a parecerse en muchas formas. A veces esto se denomina emparejamiento selectivo aunque dicho término se utiliza más a menudo para describir la forma en la que las personas con niveles de educación, recursos económicos y apariencia física similares tienden a emparejarse.

Nada de esto tiene por qué significar que los opuestos no se atraigan. Tanto la hipótesis homogénica como la hipótesis complementaria podrían ser verda, pero la pregunta es si existen pruebas científicas que confirmen que las personas opuestas se puedan sentir atraídas en algunos casos.

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En muchas ocasiones las historias de amor tratan sobre gente que encuentra una pareja que parece tener las cualidades que les faltan, como el caso de la chica buena que se enamora del chico malo. De esta manera, parece que se complementan mutuamente. Por ejemplo, un cónyuge puede ser extrovertido y sociable mientras que la otra mitad es tímida y seria. En este caso se puede entender que ambas partes de la relación piensan que la otra persona es idea porque los puntos fuertes de uno se complementan con las debilidades del otro. De hecho, es fácil imaginarse a los amigos o a la familia de una persona tímida intentando emparejarla con una persona extrovertida para que se suelte un poco. La pregunta es si la gente realmente busca parejas complementarias o es algo que solamente ocurre en las películas.

Pero resulta que es pura ficción. Resumiendo, no existe ningún tipo de evidencia científica que demuestre que las diferencias en personalidad, educación, tendencia política, entorno familiar, religión u otras características supongan una mayor atracción.

Por ejemplo, en un estudio los investigadores encontraron que los estudiantes universitarios preferían posibles parejas cuya descripción fuera similar a sí mismos o a la versión ideal de sí mismos en vez de aquellas personas cuya descripción era complementaria. Otros estudios respaldan esta idea. Por ejemplo, los introvertidos no se sienten más atraídos por los extrovertidos que por cualquier otro tipo de persona.

¿Por qué estamos tan seguros de que los opuestos se atraen?

A pesar de todas las pruebas, el mito de la heterogamia sigue existiendo y probablemente se deba a diferentes factores.

Lo primero es que los contrastes tienden a llamarnos más la atención. Aunque la pareja tenga muchísimas cosas en común, normalmente discutirá sobre las cosas que les diferencian.

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Además, existen pruebas de que las pequeñas diferencias entre cónyuges pueden aumentar con el paso del tiempo. En su libro de auto-ayuda "Reconcilable Differences" (Diferencias reconciliables), los psicólogos Andrew Christensen, Brian Doss y Neil Jacobson describen cómo las parejas adoptan papeles complementarios con el paso del tiempo.

Por ejemplo, si un miembro de la pareja es un poco más gracioso que el otro, la pareja acabará adoptando una rutina en la que la persona que es un poco más graciosa pase a ser "el gracioso" o "la graciosa" de la pareja, mientras que la otra persona quedará relegada al papel de "el serio" o de "la seria". Los científicos han demostrado que es cierto que las parejas se vuelvan más complementarias con el paso del tiempo; aunque sean muy parecidos al principio, encontrarán formas para diferenciarse poco a poco.

Al fin y al cabo, la atracción hacia las personas que son diferentes no tiene comparación con la atracción hacia las similitudes. La gente sigue pensando que los polos opuestos se atraen, cuando en realidad las parejas similares se vuelven un poco más complementarias con el tiempo.

The Conversation

Imagen | Ion Alcoba Beitia

Autor: Matthew D. Johnson, Presidente y Profesor de Psicología y Director del Laboratorio de Estudios Matrimoniales y Familiares, Universidad de Binghamton, Universidad Estatal de Nueva York

Este artículo ha sido publicado originalmente en The Conversation. Puedes leer el artículo original aquí.

Traducido por Silvestre Urbón.

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