Durante más de dos meses, millones de españoles redescubrieron el valor de la movilidad. Desplazarse de una provincia a otra se convirtió, de un día para otra, en un lujo al alcance de muy pocos. Derogado el Estado de Alarma y recuperada la libertad de movimientos, la barrera a los viajes es ahora muy distinta: económica. Tanto los billetes de tren como los de avión han experimentado fuertes subidas a nivel interno.
El tren. El caso más significativo es el de Renfe. Su regreso a la normalidad ha estado salpicado de decisiones controvertidas. Una de las primeras consistió en cancelar AVLO, el servicio low-cost presentado a principios de año y cuyo lanzamiento estaba previsto para abril. Ábalos, ministro de Fomento, fue bastante pesimista. No habría low-cost "en el corto espacio de tiempo" fruto de las "distancia de seguridad que se plantean".
Precios altos. No fue la única víctima de una política comercial destinada a maximizar la rentabilidad tras el confinamiento. Las tarifas Promo y Promo+, por ejemplo, también han desaparecido para las líneas de larga distancia. Renfe puede llenar los trenes pero tan sólo está operando 98 trayectos diarios frente a los 330 previos al Estado de Alarma. Ahora mismo, los AVE operan al 30% de su capacidad y los regionales al 50%.
Es un círculo vicioso. La compañía aumentará la oferta cuando haya "más demanda". Sucede que su propia política está previniendo más demanda por los elevados precios... Fruto de la escasa oferta.
Sin ofertas. Algunos ejemplos. A mediados de junio, un asiento para viajar de Madrid a Barcelona superaba los 100€; y el único tren entre Madrid y Cádiz no bajaba de los 90€. Los precios bajaron poco a poco desde entonces, hasta recuperar cierta normalidad (44,55€ entre Madrid y Zaragoza), pero siempre con precios fijos, sin las diversas modalidades y ofertas de billetes que ofrecían una mayor flexibilidad en el precio.
Situación, por cierto, opuesta a la de Francia o Alemania, donde DB o SNCF tiraron precios para incentivar la demanda.
El avión. Similares barreras afrontan los pasajeros frecuentes y ocasionales del avión. Hoy mismo comprar un billete de ida y vuelta entre Barcelona y Menorca obliga a una inversión de 839€. Según Consubal, una organización de consumidores, los precios de los trayectos en barco y en avión han aumentado hasta un 225% durante las últimas semanas. Vuelos que antaño costaban 84€ (como el Palma-Granada-Palma) hoy superan los 180€. Algo especialmente dramático para las islas.
Intervención. Según el Govern de Baleares, los billetes son hoy un 50% más caros respecto al pre-confinamiento. Subidas de particular molestia para las autoridades, dado que subvencionan el trayecto para los residentes (al 75%). El ejecutivo isleño ya ha manifestado su intención de mediar con las aerolíneas para reducir lo abultado de los precios, consecuencia de tres meses calamitosos para la industria. Una batalla, por cierto, que comenzó en abril y que se prolongará todo el verano.
Mínimos. ¿Cuánto durará esta situación? Puede que poco. Algunas aerolíneas, como Ryanair, ya han manifestado su intención de operar prácticamente a coste para llenar sus aviones. La compañía, motor del negocio, sólo ha cubierto el 30% de sus plazas para el mes de junio en toda Europa, por lo que no descarta rebajas en el billete de hasta el 50% para volver a reactivar el turismo. Algo que ya se puede ver en algunos trayectos, como el Londres-Sevilla (a unos 28€).
Dormir. Parece la estrategia lógica. Si la demanda escasea, ajustas la oferta. Pero por el momento no se está aplicando. Y no sólo en el transporte, también en la estancia: la noche de hotel ha subido un 4,6% en mayo, y ya subió un 10% en abril. Algo particularmente contraintuitivo si pensamos en el pequeño repunte de la demanda que está disfrutando Airbnb. Viajar podemos. Otra cosa es lo que nos vaya a costar.
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