Pese a Filomena, España cada vez tiene menos olas de frío. Y sí, es por el calentamiento global

Vista de la nevada en Toledo desde el cielo.
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El paso de la borrasca Filomena por la península española ha dejado—daños materiales y víctimas mortales aparte— temperaturas extremas de hasta -25 grados bajo cero en algunas zonas de la meseta. Desde hacía casi 50 años que no se registraban unas cifras parecidas en nuestro país. Y lo cierto es que con el paso de los años, estos fenómenos metereológicos se han hecho más infrecuentes. De ahí la excepcionalidad del temporal Filomena, y que su gran magnitud nos haya pillado “por sorpresa”. ¿Y por qué cada vez son más escasas las olas de frío? Todo tiene que ver con el calentamiento global producido por el cambio climático.

Menos habituales. Estos episodios se han hecho menos habituales estadísticamente durante los últimos 45 años. De hecho, en los últimos 15 años solo se contabilizaron 16 sucesos, según un estudio elaborado por el servicio de datos climatológicos de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet), que recoge esta tendencia y tiene en cuenta la información proporcionada de 131 estaciones meteorológicas representativas de toda España. Este informe permite documentar de manera gráfica el descenso evidente de este tipo de fenómenos climáticos a lo largo de los últimos años, según se puede comprobar en la comparación de los casos en periodos de 15 años.

Por ejemplo: mientras en el período 1976-1990, el número de olas de frío en España fue de 23, en los siguientes quince años (1991-2005) la cifra se redujo a 20; y, finalmente, en los últimos 15 años (2006-2020) solo se contabilizaron 16 episodios. Es más, en el último año no hubo ninguno siquiera. Lo mismo se desprende si tenemos en cuenta los días que duraron estas olas de frío: en el periodo 1976-1990, se registraron 139 días con olas de frío; entre 1991-2005, esa cifra descendió a 90; y en los últimos 15 años (2006-2020) solo se registraron 77 días en esta situación.

¿Cuándo se le llama ola de frío? No todas las nevadas o heladas significan que una ola de frío esté teniendo lugar. A falta de una definición oficial, Aemet considera como ola de frío un episodio que dure al menos menos tres días consecutivos. Y que un mínimo del 10% de las estaciones consideradas registran temperaturas mínimas por debajo del umbral de temperaturas más bajas diarias registradas en los meses de enero y febrero a lo largo del periodo 1971-2000.

¿Y cómo determinamos ese umbral? Localizando el 5% de los días más fríos de todo el período —los 89 días del invierno multiplicados por 30 años—. Una vez localizado esas cifras, la temperatura umbral sería la mayor de todas ellas. Así se determinaría si el episodio meteorológico en cuestión se incorpora entre los más fríos de la estadística.

¿Por qué hay menos? Los casos de olas de frío se han hecho menos habituales estadísticamente con el paso de los años, y esto se ajusta muy bien con las proyecciones sobre la tendencia al calentamiento. Que las olas de frío sean más excepcionales es, para los climatólogos, algo esperable a causa del cambio climático, según recogen los estudios del Panel Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático de la ONU. Y tiene una explicación: desde los años 60, la temperatura aumenta cada década en España aproximadamente un 0,3 ºC, según el Informe anual del estado del clima de la AEMET.

Este informe señala que nuestro país es más cálido y dispone de menos agua que hace 60 años. Según los planes actuales, se espera que el mundo supere el límite de 1,5 °C en 12 años o menos, y que alcance 3 °C de calentamiento para fines de siglo. ¿Las principales causas? Desde el 2010, las emisiones de gases que causan el calentamiento global —excluyendo aquellas producidas por el uso de la tierra, que son más inciertas y variables— han registrado un crecimiento promedio anual del 1,3% en todo el planeta. En 2019, el aumento fue más pronunciado y llegó a un 2,6% debido al gran aumento de incendios forestales. Es decir, la huella humana.

Y un aumento de olas de calor. Eso sí, aunque las olas de frío desciendan, sus hermanas las calurosas crecen a un ritmo estrepitoso. Solo el año pasado sufrimos tres olas de calor, una de ellas extraordinaria entre el 26 de junio y el 1 de julio, con temperaturas por encima de los 43 °C en el nordeste de la península. Se batieron récords absolutos de temperatura máxima anual y solo era el mes de junio, apenas entrado el verano. Cada vez se adelantan más. ¿Tendremos que esperar olas de calor similares para Marzo en unas décadas?

Y de todas las olas de calor que han tenido lugar en España durante un mes de junio, la mitad se han producido en la última década. Lo hemos contado en Magnet. Durante el 2019 se produjeron también episodios de lluvias torrenciales en la costa mediterránea, como el de principios de septiembre que inundó amplias zonas de Alicante y Murcia. Toda esa agua caída, sin embargo, no pudo evitar que España atravesara ese mismo año un periodo de sequía y de escasez de recursos hídricos. Nadie entiende el panorama meteorológico ni lo que está sucediendo, en realidad.

El peculiar caso de Filomena. ¿Y qué ha pasado entonces con Filomena? Pues algunos expertos explican que el motivo de que haya olas de frío con nevadas está completamente reconciliado con el calentamiento global. Y para ello atienden al aviso que hizo la Administración Nacional de los Océanos y la Atmósfera de Estados Unidos (NOAA) el pasado 5 de enero: se estaba dividiendo el vórtice polar, que aísla el aire frío del Ártico y lo confina en la región.

Para que se mantenga allí tiene que haber temperaturas muy frías. Pero este año, en la zona que más rápido se calienta del planeta, se han dado los más altos registros hasta el momento. Y si suben las temperaturas, el vórtice se debilita y el frío escapa a Europa o Estados Unidos. Esto es, según NOAA, lo que podía ocurrir: había un peligro potencial de tormentas de nieve y ráfagas de aire ártico para Europa. Lo que hemos vivido, claramente. Esto quiere decir que las olas de frío podrían seguir sucediendo si tienen que ver con la ruptura del vórtice polar y el Ártico es incapaz de confinar el aire polar. Lo hemos visto estos últimos días.

Imagen: Iban Ameztoy

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