Nippon Kaigi: así es el oscuro grupo detrás del renacimiento nacionalista y militarista de Japón

Nippon Kaigi: así es el oscuro grupo detrás del renacimiento nacionalista y militarista de Japón
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Desde hace unos años, parece que la política nacional de un buen puñado de países de occidente está marcada por el repunte de los nacionalismos y de ciertas corrientes antiinmigratorias.

Inglaterra, Hungría, Francia y Holanda podrían ser algunos ejemplos de naciones en las que el descontento popular se ha canalizado, para algunos segmentos, en forma de ideologías de extrema derecha. La tendencia no es exclusiva de estos países. Lo mismo está sucediendo en Japón.

Pero como tantas cosas que suceden en Japón, su desarrollo es bien distinto. El primero, que en vez de mirar a la gloriosa Europa blanca, previa a la invasión poscolonial, una parte de la sociedad nipona mira con nostalgia a su pasado feudal de la era Meiji, aquel en el que los japoneses se consideraban a sí mismos una nación divina, en el que el castigo físico estaba a la orden del día, las mujeres eran mucho más sumisas que hoy y el Emperador era un ser supremo.

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Todas estas visiones se canalizan en el grupo Nippon Kaigi o Japan Conference. Se trata de un poderosísimo grupo de culto religioso (aglutinador de varias corrientes, pero principalmente sintoísta) bastante conservador, con aliento revisionista histórico y con apenas 38.000 adscritos entre sus filas.

Nippon Kaigi, el gobierno en la sombra gracias a Shinzo Abe

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Pese a la baja cifra de miembros activos, sus ramificaciones llegan a multitud de ámbitos de la sociedad japonesa, entre otros, empresas, medios de comunicación y organismos políticos. Una de sus personalidades más conocidas es Shinzo Abe, Primer Ministro japonés actual del que, de hecho, hace unos años se pensaba que su carrera política estaba acabada. Los resultados de las pasadas elecciones japonesas de la semana pasada, donde Abe ha salido reelecto, les ha vuelto a dar más margen para ejecutar sus políticas revisionistas.

Volvamos un momento con Abe. Este ultraconservador que renunció a su puesto como Primer Ministro en 2007 (estuvo apenas un año al frente del gobierno) ha vuelto a dirigir el país, y según se explica en artículos como este de The Economist, lo ha hecho apoyado en la extensa influencia de los miembros de Nippon Kaigi, que apoyan sus medidas desde un segundo plano y mantienen una estrecha relación con el Partido Demócrata Liberal japonés, al que Abe pertenece.

Objetivo: control militar y social. El camino para alterar la constitución del 52

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Entre los intereses de este político ha estado siempre revisar la constitución, aquella que se firmó bajo las órdenes de los gobiernos afines a los aliados tras la Segunda Guerra Mundial y que, según dicen estos conservadores, fue un signo de humillación soberanista para su nación. Japón, desde su punto de vista, no perdió la guerra, y lo que ha venido después se ha tratado de un sometimiento derivado de la ocupación estadounidense bajo la que estuvo el país entre 1945 y 1952.

No sólo se trata de que los miembros del grupo político quieran cambiar la legislación en cuanto a la construcción de un mayor poder militar (el famoso artículo 9, la cláusula de paz que prohíbe inmiscuirse a Japón en afrentas internacionales), sino que también pretenden erradicar otros 103 puntos del tratado, como el que concede una “excesiva” libertad de expresión a los ciudadanos o el de borrar todo rastro de la expresión de “derechos humanos” de las páginas del libreto.

Yasuura House

“Mi partido, el PDL, ha estado abocado a solucionar nuestra constitución actual desde toda su historia, hace más de 60 años”. Ese es Abe hablando de su partido político, pero la influencia de esta corriente ideológica se asienta más en la constitución del Nippon Kaigi, organización con 20 años de historia. Actualmente se estima que la mitad del Gabinete de Japón (la rama ejecutiva que incluye al Primer Ministro y los Ministros de Estados) y un tercio de la Dieta de Japón (el órgano legislativo equivalente a la suma del Congreso y el Senado) están compuestos por miembros del Nippon Kaigi.

Pese a todo, los miembros de Nippon Kaigi no hacen una promoción abierta de estas pretensiones políticas, sino que se disimulan bajo otros mantras más asumibles por el gran público. Esas serían las Abenomics, una serie de normas económicas que pretenden impulsar la estancada economía japonesa, y también apelar ideológicamente a la fuerza nacional, en un contexto internacional en el que la vecina China gana cada vez un mayor peso internacional y se convierte progresivamente en una mayor amenaza.

Como otros medios han puntuado, estas elecciones van a pasar a la historia por ser las de la “Agenda oculta”, unos comicios en los que un grupo político, que pide públicamente una serie de cosas, ha sido instrumentalizado por un pequeño colectivo de hombres poderosos, que buscan esencialmente hacer otras bien distintas (y alguno no ha tardado en lanzar las comparaciones Con el NSDAP de Hitler). La profecía se ha cumplido, y tras la última reelección del Primer Ministro Abe su partido ya ha llamado a la revisión activa de la constitución japonesa, esa por la que se han regido durante los últimos 70 años.

Difusión ideológica: intelectuales y comentaristas de Internet para inyectar odio a los extranjeros

La fuerza política y económica real del grupo es difícil de medir, ya que aunque esta organización existe desde mediados de los años 90 nunca se le ha prestado demasiada atención. Sin embargo, la publicación de un reciente libro de investigación periodística, que ha sido un éxito masivo de ventas, ponía sobre la mesa todo lo que se conocía sobre el grupo.

Su autor, Tamotsu Sugano, es curiosamente un ex político japonés de la rama conservadora, pero lanzó el libro, según sus palabras, por el “el miedo a las consecuencias de que este grupo político permanezca fuera del escrutinio público”. La escalada de poder de Nippon Kaigi se inició en 2008, cuando las protestas lideradas por segmentos anti-extranjeros de la banda, como el grupo Zaitokukai, se hacían más candentes.

Sugano y su equipo investigaron estos movimientos de hate speech o discursos del odio, y se infiltraron en sus protestas para hacer grabaciones sobre sus miembros y defensores y acceder a los documentos que les impulsaban ideológicamente. Según el ex político, trabajaban mucho influyendo en medios en Internet, y de ahí desveló un entramado de apoyo en el que medios conservadores cruzaban referencias entre sí, incrementando su visibilidad y cohesión periodística, reforzando la credibilidad de su ideología revisionista. Al final, los académicos y periodistas resultaban estar estrechamente relacionados con el culto.

Este entramado, además de apoyarse en intelectuales, políticos y simpatizantes de los grandes medios de comunicación, también empleaba a neto-uyos, un tipo de comentarista de Internet de derechas que se dedica con ahínco a desvirtuar textos críticos con el nacionalismo japonés. De esta forma lograban copar buena parte de la opinión pública sobre el asunto, generando una conversación que hiciera que las ideas revisionistas pasaran de ser algo propio de conspiracionistas a un debate relevante, obligatorio.

Polémicas de género: cuando el revisionismo se vuelve machista

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Es otro de los puntos más conocidos en la historia del grupo, el de sus políticas retrógradas. Hubo en Japón una importante polémica alrededor del reconocimiento de las Comfort Women o esclavas sexuales durante la Segunda Guerra Mundial. Ellas fueron más de 200.000 mujeres de China, Corea, Taiwán y otras zonas del pacífico forzadas por el gobierno nipón a trabajar en burdeles, también a emparentarse con soldados japoneses por su condición de prisioneras de guerra para que la moral de las tropas estuviese más alta.

Durante décadas el gobierno silenció esos actos, así como otros crímenes de guerra, pero en 1993 se hicieron los primeros gestos para reconocer públicamente los hechos y aceptó que empresas privadas (no el propio estado japonés) ofrecieran una compensación económica a las pocas supervivientes que quedaban de aquellos días.

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Sin embargo desde Nippon Kaigi niegan insistentemente que aquellas mujeres de comfort fueran reclutadas por la fuerza. En 2007 una comisión gubernamental de la que Abe era cabecilla determinaba que no había indicios de que los raptos fueran hechos sistemáticos impulsados desde el gobierno del Imperio Japonés, y desechó ahondar más en este asunto.

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