Hay una regla no escrita a la hora de estimar la rentabilidad de una película. No es para nada preciso, pero ayuda a visualizar la foto de conjunto. Para que un filme de medio y gran tamaño empiece a salir rentable hay que esperar que la recaudación en taquilla sea el doble de su presupuesto. Todo lo ganado a partir de ahí, es lo que podríamos entender como beneficios.
Por eso ha llamado la atención el mensaje de Ed Solomon, guionista en su momento de la primera película de Men in Black (así como de otros muchos éxitos) en redes sociales. Ahora que se estrena una cuarta parte de esta saga, ha querido señalar lo siguiente acerca de sus ganancias de este superestreno de 1997 que hasta ganó un Oscar a Mejor Maquillaje:
“Acabo de recibir mi nueva declaración de ganancias de Men in Black... que aún está en números rojos. El hecho de que hayan hecho una CUARTA entrega confirma lo que siempre he dicho, que los grandes estudios solo se dedican a esto por el arte”.
El comentario se acompaña de otros dos tuits: “Tarifas de distribución, gastos de distribución, costos directos, participaciones previas al receso y aplazamientos, tarifas de supervisión, intereses, cargos por sobrecostes…” en alusión a las justificaciones de Sony para no haber alcanzado el balance positivo de una película que, según Box Office Mojo, costó 90 millones de dólares y recaudó 589 en la taquilla mundial, un gran récord en su momento.
Para terminar, Solomon afirma: “creo que la declaración de ganancias es en realidad mejor ciencia ficción que la película en sí misma”.
No conocemos exactamente qué tipo de obligaciones contractuales tiene Solomon con Sony por Men in Black, y de hecho ya ha advertido que tiene prohibido mostrar los detalles del contrato. Pero es evidente que algo no va bien si la tercera película más taquillera de 1997 sigue sin dar beneficios 22 años después.
La contabilidad creativa de los grandes estudios
Como se viene denunciando desde artículos en 1989, es una práctica muy vigente en el cine de estudios, y hay quién afirma que más del 80% de todas las películas de Hollywood no producen ganancia, cosa que ha ocurrido con películas como La Venganza del Sith, las películas de Marvel o El Señor de los Anillos. Aunque los detalles de la práctica han ido variando, la esencia del esquema sigue intacto: se inflan los costes para perjudicar a los que negociaron llevarse una parte de su salario en forma de porcentaje de los beneficios.
Pongamos un caso. Una major quiere hacer una película. Para ello constituye una filial exclusiva para esa película a través de la cual se haga todo lo que tiene que ver con la producción, y el estudio de cine moverá la financiación directamente de las cuentas de la matriz a la filial, pero sólo en términos de tasas por determinados "servicios". Es en esos servicios donde la facturación puede ponerse creativa, inflando, reduciendo o eliminando los resultados contables según le convenga.
Es el tipo de trampa que podría afectar a actores, directores y guionistas, por sus participaciones en las películas, pero no hay trampa sin cómplices, y los actores estrella normalmente están bien protegidos por sus representantes. Por ejemplo, pactan que en lugar de recibir compensaciones sobre los beneficios netos, lo sean sobre los brutos, de manera que no se les pueda estafar.