Cuesta hablar de Van Gogh sin caer en los tópicos, cuesta hablar del genio sin mencionar los girasoles, su pincelada, sus vibrantes cielos estrellados. Cuesta en definitiva decir algo nuevo. El cine ha abordado varias veces la figura del holandés, cabe mencionar dos obras que a mí personalmente me parecen titánicas, la de Minnelli, El Loco del pelo rojo (1956) y Van Gogh (1991) de Maurice Pialat.
Sin embargo, siempre he sostenido qué si existe un cine capaz de todo, es el de la animación. Después de haber visionado Loving Vicent me reafirmo en esta afirmación. El resultado es alucinante.
Si el cine hasta la fecha había servido para autobiografiar dentro de unos parámetros más o menos autorales la vida y obras de Van Gogh es Loving Vicent, donde los cuadros cobran una nueva dimensión narrativa. Todas las obras empleadas en la película adquieren un nuevo sentido narrativo, es como aquello que decía Robert Bresson sobre las imágenes puestas una al lado de otra. Esa capacidad para adquirir y transformar y también generar nuevas lecturas, nuevas imágenes.
Más allá de las diferentes versiones que han circulado sobre la muerte de Van Gogh, sobre el suicidio, sobre el posible asesinato, Loving Vincent una película aparentemente autobiográfica contada a través de la pincelada misma, de las propias telas del autor, se convierte en una cinta de misterio, un increíble thriller. Ese último cuadro que aparentemente pintó Vincent, con cuervos echando a volar, y que siempre ha sido entendido como explicativo de su suicidio, incluso, premonitorio, aquí se entiende de otra manera.
¿Y si alguien como Armand lanzó una piedra que hizo que los pájaros echaran a volar y Van Gogh simplemente capturó ese instante? La animación es posibilidad. Cada fotograma de Loving Vicent ha sido pintado a mano, han trabajado en ella numerosos artistas y han conseguido que ver la película sea como habitar los cuadros de Van Gogh. Todo surge de ellos, y en ausencia de ellos.
Loving Vincent comienza y termina en los cuadros de Van Gogh, que son usados por los directores a modo de escenarios en el tiempo de la ficción. Reconocemos cada escena, cada campo, cada anochecer y cada cielo estrellado porque ya los habíamos visto, pero son nuevos. Aquí son empleados como puesta en escena y como elemento narrativo. Nos cuentan algo nuevo, están al servicio de la imaginación.
Un viaje sin fe en busca de respuestas
La película empieza en un cielo de Van Gogh para continuar en las calles de Arles, en ese café que conocemos, y con una pelea entre personajes que no nos resultan extraños. Los hechos tendrían lugar un año tras la muerte del pintor, el cartero Roulin le pide a su hijo Armand (hay que recordar que toda la famila Roulin fue retratada por Van Gogh) que entregue la carta a su destinatario. Armand a regañadientes acepta la misión, y junto a él, en ese camino tras las huellas que son los cuadros que Van Gogh dejó, se va abriendo la película.
Antes de partir su hijo, el cartero Roulin manifiesta sus dudas sobre el final de Van Gogh, si bien reconoce un comportamiento errático en el pintor, declara que mantenía con él una correspondencia activa y que en sus cartas parecía animado, según él nada hacía presagiar el funesto final. Armand, sin embargo, inicia el viaje sin mucha fe, decidido a terminar rápido con el cometido que su padre le ha encargado y volver a casa. Lo que parecía algo sencillo, llegar a París ver a Theo y entregarle esta última carta se complica.
Cuando Armand llega a París se entrevista con Pere Tanguy, es él quién le dice que Theo está muerto. Es también gracias a ese encuentro, que Armand se entera de la turbulenta relación de Van Gogh con sus padres, derivada sobre todo de un sinfín de cambios de trabajo y una incapacidad para centrarse en la vida. Hay que recordar que la vida profesional de Vincent tan solo fue de diez años. Previamente había sido misionero en las minas, tutor en Inglaterra, marchante de Arte, y una lista interminable de cosas en las que fracasó, y que le hicieron perder el favor de sus padres, su familia e incluso su hermano Theo.
Una época gris de la que nos quedan algunos dibujos a lápiz y carboncillo, pero también una época la previa a su explosión creativa, tremendamente honrosa con la vida de los más desfavorecidos.
En París, Pere Tanguy habla también del funeral de Van Gogh y es así como Armand conoce la existencia del Doctor Gachet, figura fundamental de los últimos años de Van Gogh. Siguiendo la pista del Doctor Gachet, Armand abandona París y se dirige a Auvers.
La película coquetea con el cine policial, Armand comienza a sospechar de todos, interroga al ama de llaves de los Gachet, al barquero, a la hija del posadero, y al propio Gachet. La cinta bascula entonces entre el color y el blanco y negro, los recuerdos de los protagonistas se tornan en tonos oscuros, es en cambio el presente de la ficción el que está lleno de colores vivos intensos.
El destino final de Vincent y su última carta
¿Realmente se suicidió Van Gogh o fue asesinado por Rene Secretán? Loving Vincent sigue la estela de la hipótesis que lanzó el libro de Van Gogh: La vida de Steven Naifeh y Gregory White Smith, y se pregunta si realmente Van Gogh quiso matarse. Las dudas se ciernen sobre los testimonios, todos parecen ser culpables, incluso el propio pintor.
Van Gogh no mandó la última carta que escribió a su hermano Theo. La metió en el bolsillo de su chaqueta y salió a los campos cercanos a la localidad de Auvers. La carta fechada el 29 de Julio de 1890 y decía así:
Mi querido hermano:
Gracias por tu buena carta y el billete de 50 francos que contenía. Ya que esto va bien, que es lo principal, ¿por qué insistiré sobre las cosas de menor importancia? Antes de que hay oportunidad de hablar de asuntos con la cabeza más reposada, pasará probablemente mucho tiempo. Los otros pintores cualquier cosa que piensen, instintivamente se mantienen a distancia de las discusiones sobre el comercio actual.
Pues bien, la verdad es que solo podemos hacer que sean nuestros cuadros los que hablen. Pero sin embargo, mi querido hermano, añado que siempre te he dicho -y te vuelvo a decir todavía otra vez con toda la gravedad que pueden dar los esfuerzos del pensamiento asiduamente fijo para tratar de hacer tanto bien como se pueda- te vuelvo a decir aún que yo consideraré siempre que tú eres algo más que un simple marchand de Corot, que por mediación mía tienes tu parte la producción misma de ciertas telas que aun en el desastre guarda en su calma.
Porque nosotros estamos aquí y esto es todo o por lo menos lo principal que puedo tener que decirte en un momento de crisis relativa. En un momento en el que las cosas están muy tirantes entre marchands de cuadros de artistas muertos y de artistas vivos. Pues bien, mi trabajo; arriesgo mi vida y mi razón destruida a medias –bueno-, pero tú no estás entre los marchands de hombres, que yo sepa, y puedes tomar partido, me parece, procediendo realmente con humanidad, pero ¿qué quieres?[1]
Loving Vicent se origina con una excusa, la de entregar esta última carta de Van Gogh que jamás se envió a su hermano Theo. Qué más da parece decirnos al final el propio Van Gogh, lo importante es que en Loving Vincent estamos dentro de los cuadros, y los sentimos. Sentimos su vibración y el abrigo de la vida que vibraba mientras se ejecutaban.
Los directores Dorota Kobiela y Hugh Welchmanhan han conseguido que la película sea un paseo de realidad virtual a través de la paleta del autor. Recorremos los campos, decimos adiós al sembrador, contemplamos la puesta de sol, somos capaces de reconocer los pueblos y ciudades que Van Gogh nos había mostrado. Recorrer esos paisajes, es recorrer la creación de Van Gogh, no hay escena que no se encuentre previamente en los cuadros del pintor holandés.
Pintada a mano, cuadro a cuadro, Loving Vincent emplea cada escena del autor a su antojo, creándole un nuevo significado narrativo. Las transiciones son espectaculares, la pincelada de Van Gogh nos subyuga como si fuera arena movediza. Hay una escena en la que el barquero relata como Van Gogh miraba a los cuervos, dice que esa forma de mirarlos como si fueran una especie de milagro era propia solo de gente que como Van Gogh están absolutamente solos. No es verdad, era la mirada del genio, del que ve algo prodigioso allí dónde mira. Es la mirada de quién santifica cada paso que da, cada mujer y hombre que se encuentra. Cada flor, cada sauce, cada estrella, el sol que le calienta cada día.
Van Gogh ardía cuando pintaba. En Loving Vincent nos transmiten algo de esa chispa. En mi opinión, y como la película parece expresar, todo es conjeturable y todo es anécdota, menos los cuadros. Sus cuadros son su legado y como el propio Van Gogh afirmó: "He puesto mi corazón y mi alma en mi trabajo, y he perdido mi mente en el proceso".
Recorrer la senda de Loving Vincent, los cuadros y las cartas[2] es adentrarse en una descripción de los procesos que germinaron en el nacimiento del arte contemporáneo. Son Van Gogh y sus lienzos claves para entender el contexto pictórico que tendrá lugar en los años futuros. Las técnicas de experimentación que llevaron a cabo los impresionistas con la luz y el color va a sumarse a la utilización emocional subjetiva a través de los usos cromáticos, y por ende, a la materialización en la obra del artista y su mundo interior.
[1]Extracto de la última carta escrita por Van Gogh a su hermano Theo. Fechada el 29 de Julio de 1890. Cartas a Theo, Edit. Alianza. Pág. 480.
[2] La vida y obra de Van Gogh pueden explorarse en la web del museo dedicado a su persona en Amsterdam.
[3] Website de la película donde se puede encontrar el proceso que ha dado lugar a la película.