Las lecciones de Israel, el país que ha pasado de ejemplo a patito feo en la lucha contra el virus

Ortodoxos
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A mediados de la primavera, hace apenas seis meses, Israel acaparaba elogios en la prensa internacional. Su tasa de contagios y fallecidos se mantenía por debajo de la de sus pares europeos, gracias a medidas tempranas, una aplicación de rastreo y la firme voluntad de su gobierno en aplacar la enfermedad. El relato cambió ya a mediados del verano: aquel control tan sólo fue momentáneo e ilusorio, y los casos comenzaron a subir drásticamente, más que en el pico de marzo.

En septiembre ya no había vuelta atrás. Israel había pasado de alumno aventajado a patito feo en la lucha contra el coronavirus.

La situación. Hoy Israel también tiene ejemplos que ofrecer al resto del mundo, pero en sentido contrario. Sus cifras son muy ilustrativas. A día de hoy, el país está registrando alrededor de 500 nuevos contagios diarios por cada millón de habitantes (media de la última semana). España, el país que peores números declara en toda Europa, supera ligeramente los 200 casos diarios por cada millón de habitantes.

En métricas de uso más corriente durante los últimos días: mientras la incidencia acumulada de España durante los últimos catorce días se ubica en los 304 casos por cada 100.000 habitantes, la de Israel supera los 800. También está a la cabeza en número de fallecidos per cápita.

Las medidas. La crisis ha escalado progresivamente. Comenzó en julio, cuando el director del Centro de Enfermedades Infecciosas de Israel declaró: "Estamos a punto de perder el control de la epidemia. Estamos cerca de un punto de no retorno". Llevaba razón. La apertura de los colegios primero y del resto del país después dispararon los contagios. En septiembre, el ejecutivo declaraba un "segundo confinamiento", cerrando sinagogas, espacios de socialización y limitando aforos.

Qué ha pasado. Eran Segal, científico en el Instituto Weizmann, uno de los principales centros de investigación del país, lo resume en este hilo. El primer punto y el más determinante: la reapertura de las escuelas (seculares y ortodoxas) en un momento de contagios crecientes. Cuando la epidemia se estaba extendiendo a una mayor velocidad que en marzo y abril, los niños israelíes regresaron a las aulas. Como resume una profesora local en este reportaje de El Confidencial:

Ha sido como ver un accidente de coche en directo (...) En cuanto se decidió que reabrían las escuelas, aún con el sistema de cápsulas, era evidente que nos íbamos a contagiar todos. Y así ha sido.

Su curva de contagios es significativa. Tras un verano plana, pero más elevada que en primavera, dos acontecimientos la disparan dramáticamente hacia arriba. La reapertura de las escuelas ortodoxas el 23 de agosto y la de las escuelas generales una semana después. Nuestros compañeros de Xataka lo abordaron en su momento: el calor, el cierre de ventanas y uso de aire acondicionado y la priorización absoluta de la economía y la vida laboral, escuelas incluidas, supusieron un cóctel fatal.

La expansión. Al igual que en Europa, la segunda ola se ha gestado entre las cohortes demográficas más jóvenes y se ha transmitido paso a paso a las generaciones más vetustas. Primera parte de la expansión. La segunda es la geográfica: Israel no logró imponer confinamientos y restricciones regionales por sus disputas políticas internas. Los flujos de población, en un país muy urbano y muy mallado, hicieron el resto. Los núcleos de contagio no se contuvieron, se esparcieron.

Esa es la batalla de España y del resto de Europa a día de hoy. ¿Se puede contener el virus en un lugar concreto, sin viajar por el resto del país? En unas semanas conoceremos el resultado.

Catástrofe. La desescalada apresurada y las deficiencias en la gestión han provocado que Israel haya alcanzado un punto que esquivó en marzo: la saturación de su sistema hospitalario. De nuevo, gran parte de la responsabilidad recae sobre la comunidad ultraortodoxa. La mitad de los casos entre los estudiantes proviene de sus centros, y su reticencia a las restricciones ha provocado que su tasa de contagio sea muy superior.

Es un contexto de medidas duras (utilizadas por Netanyahu para aplacar las protestas contra su gobierno). Pero hay un halo de luz. Están funcionando. Los casos están bajando, aunque sea muy lentamente.

Lecturas. ¿Hay lecciones a extraer para el resto de países? Si algo hemos aprendido de esta epidemia es que las circunstancias de cada país no siempre son replicables a otros. España ha abierto sus escuelas en un momento de rebrotes muy agudo. Y sin embargo, el regreso a las aulas no parece haber influido en la delicada situación epidemiológica de las comunidades. Los colegios no son siempre el problema.

Si Israel puede ofrecer una lección al mundo, es la siguiente: no vale confiarse. Hay que seguir actuando pronto, y hay que seguir tomando medidas difíciles antes de que sean realmente necesarias. Lo mismo que ya aprendimos en marzo y abril.

Imagen: Ammar Awad/Reuters

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