El primer santo millennial. A esa posibilidad se enfrenta la familia de Carlo Acutis, joven nacido en 1991 que murió de leucemia en 2006 y que ahora de forma oficial, según la Santa Sede, llevó una vida beata y muy digital. Sus días transcurrían como los de cualquiera de nosotros: le gustaba jugar a la Playstation, era fan del Pokémon y la Nutella, sacaba la lengua y practicaba el “air guitar” cuando le filmaban, realizó sus pinitos en la web y hasta creó primitivas páginas web. El “influencer de Dios”, como le llaman ahora algunos de sus admiradores.
El niño santo: para ser beatificado el Vaticano debe reconocerte la práctica de un milagro. Acutis lo tiene, ya que inexplicablemente un niño enfermo terminal de páncreas anular se recobró por completo para sorpresa de sus médicos después de que tocase una de las ropas del chico en una misa en 2013. Para ser canonizado hay que lograr otro milagro más, y es en esta fase en la que se encuentra, un proceso que puede llevar hasta siglos.
Si se le verificase (y su muy devota vida está llena de pequeños prodigios que podrían pasar el filtro católico) entraría a formar parte de un muy exclusivo club de santos menores, y sería también el primer referente propio de las nuevas generaciones, algo que tanto las juventudes cristianas como la propia institución necesitan para confirmar ese acercamiento en símbolos y valores entre jóvenes y mayores. Según recoge The New York Times, en su ceremonia de beatificación, retransmitida en streaming y vista por decenas de miles de fieles, ha sido bendecido en un féretro transparente, en el que se vio que vestía como a él más le gustaba, con vaqueros y zapatillas Nike.
El patrón de Internet: la Iglesia ha sido recelosa de la red desde sus inicios, muy preocupada por los efectos de las oscuras redes sociales en los más jóvenes, aunque la línea aperturista de Francisco, celebrity en Twitter e Instagram, ha sido la de considerar al invento “un regalo de Dios”. Aquí gente como el joven Carlo encarna a la perfección esa faceta ilusionante y catequista que los religiosos pueden mostrar en la web: el chico pasaba sus días nutriendo una página en la que divulgaba historias de fe y milagros eucarísticos y ayudó a que 10.000 parroquias se conectasen digitalmente. Su discurso sonaba, además, filocibernético: consideraba a Dios como a un “disco duro” y creaba consignas pegadizas y perfectas para viralizar. Como repiten ahora miles de chicos y chicas de todo el mundo:
Todos los hombres nacen como originales, pero muchos mueren como fotocopias, ¡no dejes que eso te pase a ti!
¿Y qué tal le está yendo a la Iglesia? Está inmersa en un complicado sainete desde hace tiempo, aunque algunos hablan ahora del mayor escándalo de la historia del organismo católico, fuertes palabras si pensamos en sus dos mil años de intrigas. En esta ocasión es porque el Papa ha purgado de su puesto al cardenal Giovanni Angelo Becciu, “fontanero”, como explican aquí. Uno de los hombres más poderosos de la ciudad-Estado, que todo lo sabía y de todos guardaba secretos y protagonista de una trama de blanqueo de capitales y queridas que se llevaban el dinero de beneficencia para comprarse bolsos de Chanel.
En este sentido personajes como Carlo Acutis, jóvenes alejados del tradicional “establishment” apostólico (en el fondo, la mayoría de los individuos que han aparecido en la orla santoral eran teológicos muy metidos en la estructura) pero que llevan una vida comprometida con los auténticos valores cristianos desde la más profunda humildad son los influencers que necesita la institución para perpetuarse.