Vale que somos más de pasarnos el tiempo en la playa practicando deportes acuáticos o relajándonos con un buen libro, pero no podemos negar que el castillo de arena es un clásico del verano. ¿Cuál es el secreto para construir un castillo de arena majestuoso que resista al paso de las mareas del tiempo? Estamos de suerte porque resulta que hay una fórmula científica para ayudarnos.
Todo comenzó en 2004 cuando una agencia de viajes nos pidió que investigáramos sobre el tema. Como sedimentólogo, persona que estudia fragmentos de roca, me puse a reflexionar sobre qué tipo de playa funcionaría mejor para construir castillos de arena y comparé la calidad de la arena de las diez playas más populares del Reino Unido por aquel entonces. Aunque en realidad cualquier playa de arena es apta para construir un castillo, la playa de Torquay fue la primera opción con su preciosa arena roja, seguida de cerca por la playa de Bridlington, así como las de Bournemouth, Great Yarmouth y Tenby empatadas en tercer lugar. El farolillo rojo de esta peculiar lista fue para la playa de Rhyl.
Después de elegir una buena playa toca encontrar el lugar perfecto. Ahora bien, esto es una cuestión de gusto y no hay reglas fijas: puede que algunos prefieran un lugar cerca del aparcamiento por si se pone a llover, mientras que otros preferirán un sitio cerca del chiringuito. Siempre habrá los que prefieran las zonas aisladas de la playa, tal vez protegidas por rocas o dunas que mentangan el viento a raya.
Un castillo tiene que simbolizar la fuerza militar, pero para poder mantenerse a pie necesita una buenas arena su resistencia depende de las propiedades de sus granos de arena individuales y del agua que está entre los granos. Cuanto más angulares sean los granos de arena, mejor se juntarán y cuanto más haya rodado el grano de arena, más redondo será. En este sentido, lo mejor son los trozos microscópicos de conchas porque cuanto más finos sean, podrán retener más agua. El agua es muy importante.
Si hay demasiada agua la arena no se mantendrá firme y si no tienes agua suficiente se desmenuzará. Lo importante es conseguir la justa medida para que el castillo sea resistente y todo depende de la tensión de la superficie del agua: esa “membrana” que hace que un vaso se quede pegado a la barra de un bar. La capa de agua entre los granos de arena es lo que le da resistencia, pero si usamos mucha tiene un efecto lubricante en los granos de arena. Una cantidad correcta hará que se peguen casi como el cemento.
La fórmula mágica
Según nuestros cálculos un castillo de arena perfecto requiere un cubo de agua por ocho cubos de arena seca (la fórmula matemática es 1 x agua = 0,125 x arena). Asumiendo que no tengas ninguna herramienta de medición, deberías buscar un lugar cercano a la línea de la marea alta (normalmente se reconoce por los restos de algas) y a la línea de la marea baja (donde la arena todavía está mojada y las olas están cerca). Recuerda que estas líneas van cambiando a lo largo del día según la marea.
Mi siguiente consejo trata sobre la calidad de las herramientas a usar. En mi experiencia hay una correlación directa entre el año de producción, el tamaño de la pala y la velocidad a la que te empiezas a aburrir. Los ayudantes adultos se verán frustrados si tienen que usar una pala pequeña y a los más pequeños les gustaría coger la pala mayor, aunque obviamente se les quedará grande. Una selección de herramientas adecuada mantendrá la fuerza de trabajo en armonía.
El cubo también tiene que tener el tamaño y la forma perfecta, puesto que los cubos redondos simples son los mejores y no los que tienen las torres de castillos en el fondo que te hacen un castillo de forma automática. De hecho, puedes usar un cubo redondo varias veces para crear un montón de arena donde esculpir tu propia torre majestuosa.
A medida que vas construyendo el castillo, también tienes que pensar en su historia, pero no solo en la historia de los cuentos y los tejemanejes, sino en la historia de la arena en sí. Cada grano de arena es un fragmento de piedra que contiene la historia de vestigios de montañas, ríos antiguos, pantanos y mares infestados de dinosaurios, así como otros eventos y climas del pasado que nos cuentan la increíble historia de nuestro planeta. La arena roja de Torquay fue una vez parte de gigantes tormentas de arena cuando la zona era parte de un desierto más grande que el del Sahara y la arena en Bridlington o Great Yarmouth cuenta la historia de las gigantes capas de hielo y las tierras ahogados bajo el Mar del Norte.
Mi siguiente consejo se refiere al tamaño porque, no nos engañemos, el tamaño importa cuando hablamos de castillos de arena. Un castillito modesto con sus torres, almenas y un foso perfecto está bien, pero son los castillos enormes que rompen el horizonte de la playa los que inspiran admiración y asombro en las personas que pasan por delante. ¡No te cortes! Tanto piedras, como conchas, trozos de madera a la deriva o plumas le dan un toque especial a cualquier castillo. Seamos sinceros: si hacemos un castillo es para enseñarlo y aunque hacer un simple castillo de arena tenga su ciencia, lo importante es divertirse mientras lo construimos.
Autor: Matthew Robert Bennett, profesor de Ciencias Ambientales y Geográficas, Universidad de Bournemouth.
Este artículo ha sido publicado originalmente en The Conversation. Puedes leer el artículo original aquí.
Traducido por Silvestre Urbón.
Foto: William Cho.