El desarrollo de la humanidad durante los últimos dos siglos está intrínsecamente ligado a la luz artificial. Su descubrimiento y posterior implementación en el alumbrado público, incluyendo autovías, complejos industriales o vías de tren, ha creado un lienzo nocturno del planeta repleto de luces repartidas por los cinco continentes.
Hemos explorado el fenómeno en alguna ocasión: contamos con tantas luces por la noche que son perfectamente visibles desde el espacio, y en algunas ocasiones dicha iluminación permite entrever diversas fronteras del mundo. Ahora bien, las luces no son permanentes, sino que mutan. En algunos lugares se intensifican y en otros decrecen. Los motivos son variados, pero el fenómeno es intenso, y en apenas cuatro años el mapamundi nocturno se transforma.
Es lo que ha querido explorar John Nelson, ingeniero de Esri que quedó maravillado con los dos recientes mapas nocturnos del planeta publicados por la NASA. En ellos, cuyo periodo comparado abarcaba 2012 y 2016, la agencia espacial mostraba las pequeñas variaciones, en ocasiones imperceptibles, de la iluminación artificial del globo terráqueo. Nelson se fijó en detalle, cruzó datos y los expuso de forma brillante en este mapa-proyecto.
El resultado es un exhaustivo trabajo que analiza los puntos del planeta que están ahora más iluminados que antes (en azul) y aquellos que están menos iluminados (en morado). Y es fascinante por una amplia variedad de motivos.
El principal: son cambios notables. Lugares como Europa, por ejemplo, son ahora morados, lo que indica un debilitamiento general de sus luces, mientras que otros como la India han tomado un tono azulado intenso, algo que puede tener relación con su progresivo desarrollo económico. El mayor o menor grado de riqueza o industrialización pueden ofrecer pistas: como contamos en su momento, diversos proyectos tratan de "mapear" la pobreza utilizando la iluminación apreciable desde el espacio, contribuyendo así a combatirla.
De forma general, luces es igual a desarrollo, y la carencia de ellas en lugares muy habitados, como África, puede implicar mayores tasas de pobreza. Lo mismo vale para ciudades de todo el mundo donde muchos barrios viven en el abandono.
Sin embargo, como Nelson afirma, es muy difícil saber a qué se debe la mayor intensidad o menor intensidad de las luces en estos cuatro años. Aunque hay casos muy significativos: la totalidad de Siria está en color morado, algo comprensible tras un lustro de incruenta batalla civil que ha provocado millones de refugiados y la destrucción urbana del país. Mientras, Irak cuenta con importantes bolsas moradas y azules, así como Egipto, lo que puede indicar otro fenómeno: un progresivo éxodo rural en Oriente Medio.
Para Estados Unidos el fenómeno es particular: mientras algunas partes de sus ciudades están en morado, lo que implica menor número de habitantes y posiblemente un progresivo abandono de esos lugares, otros están en azul, algo que cuadraría con la alta segregación urbana que viven sus habitantes y con el crecimiento de los suburbios en detrimento del downtown, el centro que en muchas ciudades es hoy bastante pobre.
En la parte caribeña de latinoamérica se produce un fenómeno similar al de otros países de Oriente Medio: economías en desarrollo que están experimentando lo que otras, como las europeas, vivieron hace un siglo, un trasvase importante de población rural al corazón de las ciudades. Colombia, Venezuela o Puerto Rico, amén de México, son hoy más urbanos de lo que eran hace cuatro años, y eso ha podido favorecer los puntos morados combinados con los muy intensos puntos azules que se aprecian en el mapa de Nelson.
Para Europa el diagnóstico es similar, aunque mucho más amoratado: quizá haya influido la utilización de un alumbrado público LED, de menor consumo y menos intenso que las tradicionales bombillas amarillas, o quizá haya influido, al menos en lugares como España, el abandono del campo en favor de las grandes ciudades (o la pérdida general de población que ha hecho que se utilicen menos vatios nocturnos para iluminar las ciudades, amén de políticas de ahorro). Puntos como Reino Unido destacan por su renovada luz.
Y mientras África combina lugares cada vez más oscuros por otros cada vez más luminosos (ciudades), Asia es la joya de la corona y el nuevo continente de las luces: la India, Vietnam, Camboya o Tailandia cuentan a su alrededor con una práctica totalidad de colores azules. Son países en plena explosión de crecimiento económico y demográfico que poco a poco abandonan una economía muy rural por otra urbana, con la consecuente electrificación. Ciudades con más alumbrado como Delhi, más capaces de abastecer de luz a sus barrios más pobres, y ciudades con un renovado impulso poblacional.
Factores diversos que no asientan pero que sí pueden ayudar a explicar cada región del planeta. De lo que no queda duda de que si hay que buscar las luces del futuro, ese lugar es el sudeste asiático.