Carlos Ríos es una persona importante. No sólo por sus más de tres millones de seguidores en redes sociales, sino por su posición central en uno de los movimientos ideológicos más exitosos de los últimos tiempos: el "realfooding". Ríos acuñó el término hace cuatro años como una toma de conciencia colectiva en torno a nuestra alimentación. Nuestra dieta está plagada de productos nutricionalmente deficientes. Necesitamos herramientas para discernir los alimentos reales y los buenos procesados de los ultraprocesados.
Y allí comenzó un imperio.
Hoy Ríos se cuenta entre las personas más influyentes de España. Una influencia rentable. A finales de 2019 lanzó MyRealFood, una aplicación donde sus seguidores pueden escanear todos los alimentos que han comprado en el supermercado y descubrir si se ciñen al estricto criterio del realfooding. La app, por supuesto, no era un mero escáner de productos: era una "comunidad" que ayudaba a la gente "a mejorar sus hábitos". Hoy suma más de un millón y medio de descargas en Play y presume de una puntuación media de 4,8/5 (21.000 votaciones).
Carlos Ríos no sólo es el guía espiritual de su propio movimiento ("realfooder" se ha convertido en una etiqueta cuyos seguidores se asignan con orgullo y que blanden incesantemente contra los demás). También es un empresario. Uno muy exitoso. Ha publicado varios libros, ofrece consultas privadas por valor de 60€ y ha trabajado en el desarrollo de alimentos "reales" y alejados de los "ultraprocesados". Ya existe un "RealFooding Market" donde Ríos comercializa guacamole, un pan 100% integral, gazpacho o salmorejo, siempre en colaboración con otras marcas o productores. ¿Qué mejor forma de cumplir con los postulados "realfooding" que consumiendo las creaciones de su fundador, no?
El negocio, a priori, es redondo. Pero como buen nutricionista preocupado por las malas prácticas de la industria, a Ríos no sólo se le presuponen productos valiosos desde el punto de vista nutricional. También un exquisito rigor en su etiquetado. Y es aquí donde entra en juego su último y flamante producto, una crema de cacao.
O mejor dicho, una crema de castañas y dátiles con algún adorno de cacao. Nuestros compañeros de Directo al Paladar han resumido en este artículo la polémica: la crema se promociona "sin azúcares añadidos" y "sin edulcorantes", dos palabras ya habituales en un sinfín de productos industriales. Diversos nutricionistas acusan a Ríos de no ser honesto. La crema de cacao sí tiene azúcares añadidos, en tanto que utiliza los dátiles con el fin único y exclusivo de endulzar el alimento. Esto, según la regulación actual, le impediría promocionarse como tal.
El pomposo lanzamiento de la crema y el entusiasmo con el que sus seguidores la han recibido ha despertado un agrio debate en la esfera nutricionista. Ha abierto una brecha, o mejor dicho, una sima. Una guerra civil de baja intensidad que ha obligado a las voces más respetadas y visibles del sector a posicionarse sobre Ríos. Sobre su modelo de negocio, sobre su influencia sobre las preferencias de miles de consumidores y sobre el impás que todo revolucionario afronta alguna vez: ¿se puede llegar al mainstream sin traicionar tus principios ideológicos?
O lo que es lo mismo: ¿se puede hacer negocio con una crema de cacao, producto muy popular y demandado, sin caer en la clase de "ultraprocesado" o alimento insalubre contra el que siempre se ha batallado?
Las voces han hablado
A juicio de Juan Revenga, profesor en la Universidad San Jorge y uno de los nutricionistas más visibles y respetados de España, no. Al menos no en este caso: "La crema de cacao de Carlos Ríos muestra un flamante A en el sistema Nutriscore. Lo que viene a ser como hacer publicidad de un iPhone con el sistema operativo Android. O ver a un norteamericano usar el sistema métrico decimal", narra en un largo hilo de Twitter donde acusa de escasa honestidad en el etiquetado de la crema o de retorcer las reglas de su propio algoritmo MyRealFood para encajar la crema en el "buen procesado".
O, dicho de otra forma, su producto en su propia aplicación @myrealfood_app, debería incluir una advertencia de ser Alto en Azúcares
— Juan Revenga (@juan_revenga) October 11, 2021
Y, si se comercializase en Chile, no podría ser objeto de publicidad dirigida a menores
(Imagen, recreación) pic.twitter.com/Yt7KnMV2Xl
Otra figura que se ha mostrado crítica en público con la crema de Carlos Ríos es Beatriz Robles, tecnóloga de alimentos, profesora en la Universidad Isabel I y colaboradora en diversos medios. Robles pone el acento en los dátiles: "Es como si hacemos repostería en nuestra casa, donde controlamos la calidad de los ingredientes y las cantidades, pero el alimento que tienes al final es un bizcocho, una crema o un pastel, altísimamente palatable, que tiene azúcares libres, y es una imitación de unos productos que hay ya en el mercado", cuenta en DAP.
Robles hace referencia al R1924/2006 mediante el cual todo uso edulcorante de un ingrediente en cualquier producto debe considerare "con azúcar añadido", aunque se trate de un alimento tan natural como el dátil. "Esto implica que, si quieres hacer la alegación, no puede llevar miel, panela, jarabes, zumos... ¿Dátiles? El quid de la cuestión es, ¿se usan esos ingredientes por sus propiedades edulcorantes? Porque podría justificarse que se está cumpliendo la norma porque los usas con otros fines... Para dar textura, sabor, aportar fibra... Lo que sea. ¿Cogido por los pelos? Pues sí. Pero puede valer", explica en otro hilo.
Esta es de hecho la línea de defensa de Ríos: "El dátil claro que tiene un poder endulzante por los azúcares naturales, al igual que la castaña, pero es un ingrediente más. Lo que buscamos con esta crema es un resultado final, que sea lo más saludable posible y sea apetecible. El dátil también aporta fibra, proteínas, antioxidantes, textura y color al producto, es un ingrediente más de la formula". Bueno, esta y otra: desde que estallara la polémica, Ríos ha acusado a sus críticos de estar al servicio de la industria de los ultraprocesados (sin aportar ninguna prueba sobre ello).
También apunta en otra dirección, una lógica: "[Nuestro] objetivo es cambiar el sistema alimentario y por eso queremos crear un supermercado introduciendo nuevos productos que hagan que la gente cambie. Y para que la gente cambie y deje de comprar esas cremas ultraprocesados no les puedes persuadir solo diciendo que coman lechuga, hay que dar alternativas saludables (...) Si podemos sacar pizzas que quiten el aceite de palma o las harinas refinadas lo vamos a hacer".
No conquistas nada con una ensalada, literalmente.
La cuestión es cómo llegamos al cambio. El primer argumento de Ríos es cuestionable en tanto que, como recuerda Robles, su crema "declara expresamente que usa castaña, cacao y dátil para endulzar de forma natural. Sí, se usan con fines edulcorantes". Este es un asunto muy viejo. El conflicto sobre el rol de determinados alimentos edulcorantes en la fabricación de edulcorantes es tan antiguo como las propias prácticas elusivas y confusas de la industria. Y aquí nos topamos con la verdadera naturaleza de la guerra civil abierta estos días: no se trata de una pugna por tal o cual producto, sino de una batalla por el propio espíritu y razón de ser del movimiento nutricionista (se defina como se defina).
Lo sintetiza en palabras Aitor Sánchez García, Mi Dieta Cojea: "Vender un pan 100% integral está genial. Me alegro de que haya más. Pero decirle a tu comunidad que lo haces con el objetivo de cambiar la categoría con una práctica prohibida desde hace dos años es venderle la moto a la gente. No se trata de los productos. Se trata del discurso". Ríos promociona su pan integral como una medida de presión contra el regulador para que sólo se puedan etiquetar como tal los panes "donde solo se utilicen harinas 100% integrales"... Algo que ya sucede desde hace dos años.
Ríos, una figura muchísimo más grande que todos ellos, se defiende en otro post de Instagram de este modo: "¿Escucharemos nuevas críticas? Sí.
¿Las escucharemos mientras nos comemos tranquilamente nuestras tostadas de crema de cacao? También". Cuando Ríos puso el foco sobre las palabras de Robles y le exigió "declarar tus conflictos de interés", la tecnóloga se topó con una marabunta de realfooders acusándole de plegarse a la industria de los ultraprocesados. Tal es la capacidad de movilización de Ríos y tal es el convencimiento de sus seguidores.
El ruido generado por la crema de cacao ha sido tan grande que incluso periodistas o directores de medios de comunicación masivos, como El Comidista, la sección de gastronomía de El País, se han pronunciado. Es el caso de Mikel López Iturriaga, habitualmente ajeno a estos debates: "Siempre el mismo proceso: si te atreves a publicar algo que no convenga a sus negocios, el gurú dice estás a sueldo de la industria de los ultraprocesados. Y detrás vienen sus acólitos a leerte la cartilla para que te calles". Periodistas como África Gelardo o Mònica Escudero sufrieron episodios de acoso similares cuando escribieron sobre los TCA o sobre la fiabilidad de apps como MyRealFood.
Como explican en Directo al Paladar, el debate sobre la alimentación saludable o la nutrición informada se ha radicalizado. Se ha visceralizado, en parte por el carácter batallador que Ríos ha planteado frente a los ultraprocesados o las dietas poco saludables: "Llegó a hacer dúos de vídeos de Tik Tok de gente que come cosas calóricas criticándoles sin que nadie le haya preguntado, señalando todas las calorías que se están comiendo (...) Todo esto fomenta la culpa, la obsesión y una mala relación con la comida. Es caldo de cultivo para TCA", cuenta Liliana Fuchs.
Siempre el mismo proceso: si te atreves a publicar algo que no convenga a sus negocios, el gurú dice estás a sueldo de la industria de los ultraprocesados. Y detrás vienen sus acólitos a leerte la cartilla para que te calles. https://t.co/P9CJxOJgGl
— Mikel López Iturriaga🏳️🌈 (@mikeliturriaga) October 12, 2021
El movimiento realfooder es sin duda uno de los más populares y exitosos de los últimos años. Ríos ha generado una inmensa comunidad de personas interesadas por mejorar su alimentación y que están dispuestas a informarse mejor sobre sus elecciones nutricionales. El mérito es indudable, y el poder también. En última instancia, gran parte de la crítica a Ríos ni siquiera es una crítica, sino un lamento. Lo expresa con precisión Laura Caorsi, periodista y editora especializada en alimentación y salud:
Rasguñar a la mala industria alimentaria cuesta una barbaridad, ya no digamos abrirle una brecha en condiciones. Carlos Ríos, con su movimiento RealFood, su millón y medio de seguidores, su reformulación de productos y su app, tuvo en su mano la herramienta y la ocasión para abrir esa brecha (...) Carlos tenía la oportunidad perfecta para meterle un golazo a la industria por toda la escuadra. Podría haber vestido su crema de cacao con un traje fulgurante de verdad, poner en letras grandes "sí, tengo azúcar que procede de los dátiles y estoy buenísimo para darte un gusto puntual" (...) Podría haber aprovechado el envase como soporte educativo para enseñar hábitos saludables, llevar su mensaje más lejos y afear las malas mañas de la competencia. Podría haber marcado la diferencia plantando un caballo de Troya en mitad del supermercado. Pero nada de eso pasó. Lo que pasó fue ruido.
Por supuesto, Ríos no lo ve del mismo modo. "Seguiremos luchando por un sistema alimentario más saludable (...) tengo buenas noticias porque es muy probable que la crema de cacao realfooding vaya a entrar en otra gran cadena de supermercados. Tiembla MATRIX". Matrix, en su argot, es la gran industria del ultraprocesado que ha dominado los supermercados durante décadas, en la mayor parte de las ocasiones ofreciendo productos inadecuados desde el punto de vista nutricional. "Veremos quién gana en esta batalla que solo acaba de comenzar", rezaba su publicación de dos días atrás, en la que denunciaba un complot contra "nuestra crema".
Ríos transforma sus publicaciones en una llamada a la acción. Su causa la comparten miles de personas. Les atañe a todos. Un lenguaje que favorece la identificación de sus seguidores, realfooders, con sus proyectos o ideas, y que genera un sentimiento de comunidad presto para la movilización en redes sociales. Nosotros vs. ellos. Lo hemos visto en otros debates, sean políticos, identitarios o culturales. Era cuestión de tiempo que la polarización narrativa e ideológica llegara a la nutrición y la alimentación saludable. Y ha llegado por una crema de cacao.