13 casos sin resolver que merecen su propio documental

13 casos sin resolver que merecen su propio documental
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Este último mes, Internet ha estado obsesionada con 'Making a murderer', una docuserie de Netflix sobre el caso de Steven Avery, condenado por el asesinato de Teresa Halbach en 2005. La serie sostiene que hay dudas sobre la culpabilidad de Avery, y si éstas pudieran concretarse, eso querría decir que la muerte de Halbach estaría aún sin resolver.

De todos modos, hay un hombre cumpliendo condena por ese asesinato, así que no es exactamente un caso sin resolver. No obstante, hay unos cuantos misterios que merecen su propio documental, casos que no pudieron cerrarse en su momento y que, en algunas ocasiones, no han sido tratados por el cine ni la televisión. Y no, la desaparición de la mujer de Robert Durst, contada en 'The Jinx', parece ya resuelta.

El caso Taman Shud

Somertonmancode

A los lectores de Stephen King, este caso puede recordarles a su novela corta 'Colorado Kid', pues arranca con la aparición de un hombre muerto en la playa de Somerton, cerca de Adelaida (Australia), el 1 de diciembre de 1948. Iba vestido y en sus bolsillos llevaba un billete de tren sin usar, un billete de autobús, chicle, un peine, cigarrillos y un pedazo de papel en el que aparecía la expresión "tamám shud", que en farsi quiere decir algo parecido a "terminado". No llevaba nada encima que pudiera identificarlo.

Meses después, se descubrió que ese papel pertenecía a un libro de poemas, 'Rubaiyat', de Omar Khayyam, que apareció en el asiento trasero del coche de un hombre que no estaba relacionado con el difunto y en cuya última página alguien había escrito un montón de letras que parecían formar parte de algún código. Pero nunca se ha conseguido confirmar si lo eran, o quién era aquel hombre de la playa de Somerton. Las investigaciones dieron más vueltas, llegándose a hipotetizar que la víctima era un espía, pero sin resultar en nada concreto.

Los pies de la Columbia Británica

Pies Playa

En 2007, la costa del estrecho de Georgia, en la Columbia Británica canadiense, empezó a recibir unos extraños visitantes: pies humanos. Las extremidades llegaban a la orilla separadas del cuerpo, pertenecían tanto a hombres como a mujeres y estaban dentro de zapatillas o zapatos variados, sin que se encontrara nada más a su alrededor.

En los siguientes tres años aparecieron unos doce pies en la zona, incluidos cuatro en el estado de Washington, ya en Estados Unidos, sin que se pudiera encontrar una explicación. Se especuló con que pertenecían a víctimas del tsunami que arrasó el Sudeste asiático de 2004, arrastradas por las corrientes marinas, o que sus dueños habían sido asesinados por un psicópata. Al final, en 2012, el forense de la Columbia Británica afirmó haber identificado a varias de las víctimas, que se habían suicidado tirándose desde un puente sobre el río Fraser en Vancouver.

El caso Glico-Morinaga

Quienes hayaís visto la serie 'Ghost in the shell: Stand Alone Complex' recordaréis al Hombre que Ríe, el misterioso terrorista que ataca a la policía, sin que nadie logre averiguar su identidad. El personaje se inspiró en el Monstruo de las 21 Caras, un grupo de delincuentes que secuestró al presidente de la empresa de dulces Glico, en 1984, y luego se dedicó a chantajearla a ella y a otra empresa del mismo ramo, Morinaga, afirmando que sus dulces estaban cubiertos de cianuro, por ejemplo.

El grupo envió cartas a los periódicos pidiendo diferentes cantidades de dinero para cesar las extorsiones, y la policía estuvo cerca de atrapar, al menos, uno de sus integrantes, pero al cabo de unos 17 meses, la actividad del Monstruo cesó, sin que se supiera nada más de ellos. Fue una llamada de atención para los japoneses, que creían que el país era seguro y no tenía espacio para este tipo de crímenes.

Los niños Beaumont

Glenelg

¿Os acordais de Glenelg y la playa de Somerton, donde apareció el hombre de Taman Shud? Pues ese mismo lugar sería el escenario de uno de los casos más célebres de Australia, la desaparición de los tres hermanos Beaumont en 1966. Jane, de 9 años, Arnna, de 7, y Grant, de 4, se marcharon de casa a las 10 de la mañana de un día de verano para ir a la playa de Gleneg, a sólo cinco minutos en autobús. Era un trayecto que habían hecho solos con anterioridad, y sus padres les ponían como condición regresar a casa a las 2 de la tarde.

Aquel día de enero, nunca regresaron. Varios testigos los vieron en la playa, a media mañana, con un hombre alto y rubio, y también se vio a la hermana mayor, Jane, comprar unos pasteles, algo que no hacía nunca. Un cartero los vio después, teóricamente a las 3 de la tarde, caminando solos de vuelta a casa, pero nunca más se supo de ellos. El caso cambió radicalmente la manera en la que los padres dejaban a sus hijos salir de casa, y aunque ha habido varias teorías sobre él (incluida su conexión con los asesinatos de la Familia), permanece sin resolver.

La Dalia Negra

Si Inglaterra tiene a Jack el Destripador, Estados Unidos tiene a la Dalia Negra, su asesinato sin resolver más famoso y más tratado por el cine. En 1947, aparece en Los Ángeles el cadáver mutilado de Elizabeth Short, una aspirante a actriz de 22 años. Su cuerpo está seccionado por la mitad y está desangrado, lo que lleva a que la policía sospeche de varios médicos.

Sin embargo, y a pesar de que hubo muchas confesiones de gente que buscaba notoriedad, la identidad del asesino de la Dalia Negra sigue sin averiguarse. James Ellroy lo incluyó en una de sus novelas del 'Cuarteto de Los Ángeles' y periódicamente vuelve a haber intentos de resolverlo, sin éxito. La alta criminalidad de la ciudad en aquella época y la gran cantidad de gente que llegaba buscando una oportunidad en Hollywood no ayudaron demasiado a que la investigación pudiera avanzar.

Los Galindos

El reportaje del programa 'Los reporteros', de Canal Sur, que acompaña este apartado cuenta en mayor detalle uno de los crímenes sin resolver más conocidos de la historia reciente de España: el del cortijo Los Galindos. Ocurrido el 22 de julio de 1975 en la finca de los marqueses de Galindos en Paradas (Sevilla), los trabajadores que regresaban del campo esa tarde se encontraron cuatro cadáveres, asesinados con distintas armas, en diferentes lugares de la propiedad. Correspondían al tractorista de la finca y su mujer, golpeados hasta morir y, después, quemados, a la mujer del capataz, asesinada también a golpes, pero con otra pieza de acero diferente, y a otro tractorista, muerto de varios disparos de escopeta.

El quinto cuerpo, el del capataz, apareció tres días más tarde, golpeado igualmente hasta su muerte. El día de los hechos, en Parada no había juez de guardia ni forense titulares, los mandos de la Guardia Civil estaban de vacaciones y, en los primeros momentos tras el hallazgo de la escena del crimen, curiosos y medios de comunicación entraron y alteraron pruebas. Varios jueces se sucedieron para investigar los hechos, pero nunca se consiguió detener a nadie ni establecer el móvil del quíntuple asesinato. Hay diferentes hipótesis, eso sí, y la que más fuerza tiene es la de que los asesinos fueron dos hombres. ¿La razón? Aún es un misterio.

El niño en la caja

Chico

El 25 de febrero de 1957, un universitario que pasaba por una zona boscosa cerca de Filadelfia encontró el cuerpo de un niño, de entre 4 y 6 años de edad, envuelto en una sábana y metido en una caja común de cartón. Llevaba allí entre tres días y tres semanas, estaba desnudo, cubierto de golpes y le habían cortado el pelo, probablemente, después de morir.

La policía llenó la región de carteles solicitando información sobre la identidad del niño, buscando si se había denunciado la desaparición de algún chico que encajara en su descripción, y se rastreó la procedencia de la caja en la que había sido encontrado. Ninguna de estas pesquisas dio sus frutos. A día de hoy, no se sabe todavía quién era aquel niño. Se le tomaron muestras de ADN años más tarde para buscar algún familiar, pero tampoco han dado resultado.

Natalie Wood

Entre la "leyenda negra" de Hollywood, el destino final de los tres protagonistas de 'Rebelde sin causa' es uno de los más célebres. James Dean murió en un accidente de tráfico; Sal Mineo fue apuñalado en un callejón cerca de su casa y Natalie Wood moría, en 1981, al caer al agua desde el yate en el que estaba pasando el fin de semana con su marido, Robert Wagner, y Christopher Walken, con el que estaba rodando una película.

Su muerte se declaró accidental, pero siempre ha habido sospechas de que algo más pasó aquella noche. Wood tenía miedo a las aguas profundas y, sin que nadie supiera por qué, se había marchado, en mitad de la noche, en la lancha el yate, de la que se había caído. El caso ha estado reabriéndose con nuevas declaraciones de testigos, que apuntaban que oyeron a una mujer pedir ayuda, varias veces, y ha sido pasto también de sensacionalistas reportajes en los tabloides. Pero sigue sin averiguarse exactamente qué pasó en el yate porque Wagner y Walken afirman que ellos tampoco lo saben.

El asesino del hacha de Nueva Orleans

Axeman

'American Horror Story: Coven', la tercera temporada de la antología de terror de Ryan Murphy, se centraba en una escuela para jóvenes brujas en Nueva Orleans y tiraba de algunas leyendas y mitos de la ciudad para construir su historia. Por sus capítulos se paseaba Marie Laveau ("la reina del vudú"), el fantasma de la esclavitud y uno de los asesinos en serie más célebres de la historia de Estados Unidos, el del hacha de Nueva Orleans.

Entre mayo de 1918 y octubre de 1919, este sanguinario asesino mató en sus casas a unas siete personas, hirió de gravedad a otras tantas y utilizó siempre un hacha que las víctimas tenían en sus hogares. Nunca se llevó nada de ellos. Todas sus víctimas eran ítalo-americanas, pero no se encontró más conexión entre ellas, y eran tanto hombres como mujeres. El asesino llegó a enviar una carta a los periódicos en marzo de 1919 afirmando que volvería a matar aquella medianoche, pero que se librarían las casas en las que tocara una banda de jazz. Y tal y como empezaron, los asesinatos se detuvieron sin que se llegara a averiguar nunca gran cosa de su perpetrador.

Julia Wallace

El asesinato de Julia Wallace en Liverpool, en 1931, es uno que escritores como Raymond Chandler o Dorothy L. Sayers siempre consideraron imposible de resolver si es que el marido, William Wallace, era realmente inocente. Otros autores, como PD James, afirmaron que habían conseguido determinar si Wallace era culpable, como se creyó inicialmente. Pero su apelación del veredicto salió en su favor al considerar e juez que no había pruebas suficientes para ahorcarlo por la muerte de su esposa.

¿Qué pasó en realidad? Wallace había recibido la noche anterior, en su club, una llamada telefónica de un desconocido que le decía que fuera a determinada dirección, al día siguiente, a una hora concreta. Mientras él estaba fuera, Julia fue asesinada a golpes en su casa y cuando William regresó, sus vecinos se lo encontraron intentando entrar en ella, sin éxito, porque todas las puertas estaban cerradas. Cuando consiguió hacerlo, halló el cadáver de su esposa. PD James sostenía que todo era demasiada coincidencia y que Wallace era realmente culpable.

Olof Palme

Olof Palme

Otro escritor que intentó resolver un caso abierto fue Stieg Larsson, autor de la trilogía 'Millennium', que envió antes de su muerte a la policía sueca el resultado de su investigación sobre el asesinato de Olof Palme, primer ministro de Suecia, el 28 de febrero de 1986. Palme volvía caminando con su mujer del cine, sin escolta, cuando un pistolero desconocido le disparó en plena calle y salió huyendo por un callejón adyacente.

La policía sueca detuvo a un par de sospechosos a los que luego liberó y, aunque hubo varias teorías sobre el móvil detrás del asesinato, todavía sigue sin resolver. La hipótesis de Larsson, que era experto en grupos de extrema derecha en Suecia, apuntaba a un ex militar sueco que trabajaba como agente secreto para el gobierno de Sudáfrica, contra cuya política del apartheid se había opuesto Palme en numerosas ocasiones. En 2003, el país volvería a vivir el asesinato de uno de sus políticos, en este caso, de Anna Lindh, ministra de Asuntos Exteriores, cuyo asesino sí fue condenado.

Los barcos fantasma de Japón

Pesqueros

El pasado mes de octubre, las autoridades costeras japonesas empezaron a asistir, sorprendidas, a la llegada de varios barcos de madera sin identificación, sin carga, y con varios cadáveres en su interior, todos en avanzado estado de descomposición. Rápidamente se los calificó de "barcos fantasma" y se intentó averiguar de dónde procedían, sin llegar a ninguna solución concluyente.

Se especula con que procedan de Corea del Norte porque, en uno de ellos, había una bandera raída de ese país, pero se desconoce si los tripulantes fallecidos son desertores o, por el contrario, pescadores que se adentran en aguas donde no deberían pescar. Los barcos son de madera y muy rudimentarios, por lo que si sufren algún percance, se quedarían a la deriva. Es la teoría más plausible para explicar esa flota de, hasta ahora, 14 barcos fantasma, pero aún no está confirmada.

Betsy Aardsma

Betsy Aardsma era una estudiante de la universidad Penn State que fue asesinada en un pasillo de la biblioteca Pattee, en noviembre de 1969. Recibió una sola puñalada en el corazón y, unos minutos después, uno o dos hombres salieron de la biblioteca diciendo "alguien debería ayudar a esa chica". Aquellos hombres nunca fueron identificados, y tampoco se obtuvo nunca ninguna pista que apuntara a su asesino.

El caso de Aardsma se cuenta en un libro, 'Murder in the stacks', y en un documental 'Betsy', que aún no ha podido verse. Curiosamente, el mismo año de su muerte, 1969, fue el de los crímenes de la familia Manson y del asesino del Zodiaco, otro misterio que aún está sin resolver.

Bonus: Picnic en Hanging Rock

El día de San Valentín de 1900, cuatro estudiantes y la profesora de matemáticas del colegio Appleyard desaparecieron sin dejar rastro durante una excursión en Hanging Rock, una conocida formación geológica en el pueblo australiano de Woodend. Nunca se las volvió a ver. Su historia se contó en un libro de Joan Lindsay, en 1967, que fue adaptado al cine por Peter Weir en 1975, y durante bastante tiempo, hubo gente que pensó que aquel misterio era real.

Pero no era así. Lindsay quiso aumentar la popularidad del libro marcándose un 'El proyecto de la bruja de Blair', dejando que los lectores creyeran que era una historia real, y guardándose el último capítulo del libro para su publicación tres años después de su muerte. En 1987, cuando ese cierre de la historia se publicó, quedó claro que todo era ficticio, pero la "leyenda urbana" de la desaparición de las colegialas, y las teorías de qué podía haber pasado con ellas, persistió.

Imagen | saragoldsmith, NH53, Sébastien Bertrand

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