11 libros que han sido terriblemente malinterpretados por los lectores

11 libros que han sido terriblemente malinterpretados por los lectores
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Ya sea porque hablamos de oídas, porque leímos el texto previamente influidos por otras opiniones o porque sencillamente no hicimos gala de una gran comprensión lectora, en muchas ocasiones hemos interpretado mal muchas novelas. Y no solo nosotros, sino la mayoría de la gente. A veces, incluso, todo el mundo, lo cual supuso no pocos quebraderos de cabeza para el autor.

A continuación, vamos a explorar algunas de las malas interpretaciones más chocantes de obras que todos deberíamos haber leído, o al menos escuchado hablar, para descubrir cuán distinta fue la intención real con la idea que más tarde se formó la comunidad de la misma.

1. Lolita

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La obra más leída de Nabokov, y también la más adaptada al cine, se ha convertido en víctima del morbo, y también de las malas interpretaciones, que poco a poco han ido derivando en una obra totalmente distinta, y mucho más vulgar. A poco que leamos la obra de Nabokov con cierta atención advertiremos que no trata de una niña pícara tratando de seducir a un hombre maduro, una interpretación que el propio autor tuvo que rechazar:

Lolita no es una niña perversa. Es una pobre niña a quien corrompen y cuyos sentidos no ceden jamás bajo las caricias del inmundo señor Humbert.

2. La naranja mecánica

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Popularizada por la extraordinaria adaptación cinematográfica de Stanley Kubrick, la obra de Antonhy Burgess ha sido a menudo leída bajo el prisma de Kubrick: es decir, que no ha sido realmente leída, sino vista en la gran pantalla. Y Kubrick hizo su propia interpretación de la obra, como se quejó amargamente en numerosas ocasiones Burgess.

Básicamente, lo que falta en la película es el capítulo final de la novela. En la película, todo acaba con el protagonista redimiéndose de su ultraviolencia, asumiendo que por fin se ha curado y se pliega a las buenas costumbres de la ciudad. En la novela, sin embargo, el protagonista, ya adulto, se aleja de la violencia por aburrimiento.

Es decir, que la terapia a la que someten a Alex para que abandone su conducta no tiene verdadera eficacia, y es el propio Alex, movido por su libre albedrío, el que decide dejarlo y buscarse aficiones más creativas. "Mejor ser malvado por decisión propia que bueno por lavado del cerebro", aseguró Burgess en una ocasión.

3. Todas las obras de Sherlock Holmes

Sherlock Holmes Hulton Getty

El prolífico Arthur Conan Doyle logró forjar un personaje inmortal, el epítome de la astucia y la inteligencia, el popularizador del método deductivo: Sherlock Holmes. Los cuentos protagonizados por Holmes no revisten mayor dificultad: son historias sencillas en las que se pone de manifiesto que, a poco que se use la observación, las cosas no parecen como son.

Y eso mismo se puede aplicar al lector sesgado de las obras de Conan Doyle cuando se ha hecho la idea de que Holmes es poco menos que un tipo con Asperger, frío, incapaz de relacionarse con los demás, y falto de la más mínima empatía (algo así como el médico cascarrabias de Gregory House, del que se tomaron varias licencias holmesianas en su construcción). Sin embargo, Sherlock Holmes es justo lo contrario: aunque pueda estar más a gusto solo, su capacidad empática dista mucha de la de un Asperger.

Abunda en ello Daniel Tubau en su libro No tan elemental, que analiza la figura de Holmes:

Sin embargo, la empatía es uno de los rasgos fundamentales que debe poseer un buen detective, puesto que su trabajo consiste en gran parte en relacionarse con otras personas, entender sus problemas, detectar sus mentiras y aconsejarles qué hacer. A pesar de su imagen de máquina deductiva fría y sin sentimientos, Holmes demuestra simpatía y compasión a menudo. Leavitt señala al menos catorce ocasiones en las que no entrega al delincuente a la policía (...) también aplica sus capacidades empáticas para imaginar cómo puede haber actuado otra persona: "Situémonos ahora en el lugar de Jonathan Small, consideremos el problema desde su punto de vista", y reprocha a Lestrade y otros policías el no ser capaces de ponerse en el lugar de los criminales.

4. Fahrenheit 451

Fahrenheit 451

Paradigma de la importancia de los libros para conservar la cultura y el conocimiento y, en última instancia, la libertad y la autonomía, la obra de Ray Bradbury a propósito de un futuro distópico donde los libros están prohibidos, no trata en realidad de la censura del gobierno y su anhelo por el control social, en esas grandes piras en las que se queman volúmenes y más volúmenes y que recuerdan las quemas de libros de los nazis.

En realidad, la intención del autor es criticar la televisión como forma de consumo vacuo que finalmente nos alejaría de la lectura, reduciendo nuestra capacidad de atención y el análisis crítico de cuestiones complejas. Y es que Bradbury es célebre por su odio acérrimo hacia muchos medios de comunicación modernos, desde la televisión a la radio, pasando por internet.

Fahrenheit 451, pues, no trata de la censura gubernamental, sino de la vampirización de la lectura por parte de otros medios.

5. Alicia en el País de las Maravillas

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Para muchos lectores, traspasar el espejo como la hace la protagonista de la obra de Lewis Carroll es algo así como el inicio de un viaje lisérgico. Es decir, un viaje enteógeno, en el que las sustancias psicodélicas pueden llevarte más allá de la realidad aparente.

En realidad, Lewis Carroll era un reverendo y profesor de matemáticas, y quiso transmitir la extrañeza que le provocaban las matemáticas más abstractas en ese mundo onírico en el que todo parece posible. Su mundo imaginario, pues, sigue las leyes absurdas de las matemáticas abstractas, absurdas en el sentido de que no guardan relación coherente para el ciudadano de a pie y su mundo cotidiano. Alicia está en un mundo de álgebra y números imaginarios, no al que probablemente viajaría un aficionado a Woodstock.

6. En el camino

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Si alguien quiere inspirarte para que cojas el petate y busques el horizonte, dejándolo todo atrás, buscando aventuras y, sobre todo, buscándote a ti mismo, es probable que cite esta obra de Jack Kerouac (infinitivamente más citada que leída). En realidad, quienes se refieren a En el camino, obvian una parte importante de la autobiografía de Kerouac: cuando decide volver a casa y admite que viajando nunca encontró respuestas y, a pesar de algunos buenos momentos, todo había resultado cansino.

No en vano, Kerouac era un católico de ideas bastante conservadoras, y además nunca le cayeron bien a esa nueva generación de artistas inconformistas con los que siempre se le asoció y que era la Generación Beat.

7. Así habló Zaratustra

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Ted Bundy, Mussolini y Hitler fueron algunos de los asesinos de masas que se inspiraron en las páginas de esta obra de filosofía de Nietzsche sobre la figura del superhombre y la superioridad de unos frente a otros. Sin embargo, esta interpretación torticera y nazi se la debemos más bien a la hermana del filósofo, Elizabeth, que reeditó la obra bajo el prisma antisemita. También el filósofo Heiddeger, nazi reconocido, hizo lo propio tergiversando su mensaje.

Nietzsche en realidad odiaba a los antisemitas, habiéndose negado a asistir a la boda de su hermana porque se estaba casando con uno. El superhombre, en realidad, es la idea genérica de quienes buscan sus propios valores morales en un mundo complejo.

8. El lobo estepario

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La obra de Herman Hesse ha sido leída por millones de jóvenes que se creían especiales y que, como los salmones, nadaban a contracorriente, escamoteando las masas gregarias. Sin embargo, el mensaje de El lobo estepario dista de ser ése. En realidad, Hesse intrepreta la soledad del protagonista de la novela como un desafío o un gesto de libertad, sino como un fracaso de su existencia.

El propio autor expresó esta situación de la siguiente manera:

Creo que “El lobo estepario” es el libro mío que más a menudo y con más vehemencia ha sido mal interpretado y muchas veces han sido precisamente los lectores partidarios del libro, e incluso los que estaban entusiasmados con él, y no los adversarios, los que han hablado de la novela de una manera para mí extraña. En parte, pero solamente en parte, la frecuencia de estos casos se debe a que este libro está escrito por un hombre de cincuenta años y que tratando precisamente de los problemas de esa edad, ha caído muy a menudo en manos de lectores muy jóvenes.Yo desde luego no quiero ni puedo prescribir a los lectores cómo deben entender mi historia. Que cada uno haga con ella lo que le parezca conveniente y le resulte útil. Pero me gustaría que muchos se diesen cuenta de que la historia de “El lobo estepario” relata una enfermedad y una crisis, pero no una enfermedad que conduce a la muerte, no un desastre, sino lo contrario: una curación.

9. El Príncipe

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La obra de Maquiavelo ha sido a menudo profundamente mal interpretada. a supuesta autonomía de la política con respecto a la ética; es decir, que la política tiene sus propias leyes, sus propios principios, y que las acciones de los príncipes no se pueden juzgar a partir de criterios ordinarios de moralidad, compasión, integridad y conocimiento.

La razón por la cual esta idea no tiene ninguna base en el texto es que Maquiavelo afirma la necesidad de los gobernantes de violar los principios morales y practicar el mal cuando sea necesario en una serie de capítulos que tratan del tema siguiente: cómo se juzga a los seres humanos, como se les alaba o se les condena. Ahora bien, en esos capítulos Maquiavelo habla de príncipes, pero lo que dice es válido para todos los seres humanos.

En otras palabras, no señala principios para juzgar las acciones de príncipes y principios para juzgar las acciones de los seres humanos corrientes. Los principios son los mismos. Maquiavelo simplemente observa que hay circunstancias excepcionales en las que los príncipes pueden verse obligados a ser traicioneros, crueles, infieles.

10. Frankenstein

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Con apenas 19 años, Mary Shelley escribió una obra de terror gótica en la residencia suiza en las orillas del lago Leman, junto a otros grandes de la literatura gótica, pero su obra ha sido generalmente mal interpretada. Muchos han creído que Frankenstein trata sobre las consecuencias nefastas de interferir en las leyes divinas o en lo que sucede si se lleva la ciencia demasiado lejos.

En realidad, Frankenstein habla acerca de la responsabilidad de los padres, la importancia del perdón y cómo la venganza no trae la paz. Éstas fueron las lecciones morales reales de Frankenstein. La criatura ni siquiera concibió a través de la ciencia ortodoxa, sino de la alquimia y la magia (no así en las adaptaciones cinematográficas).

11. El gen egoísta

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También las obras de divulgación científica pueden ser objeto de una mala interpretación, tanto por los lectores diletantes como por los expertos. Es el caso de El gen egoísta, la obra que catapultó a la fama al siempre polémico Richard Darwkins. En ella, Dawkins explica que la naturaleza humana puede explicarse bajo el paradigma de una serie de genes que solo persiguen perpetuarse con otros genes, lo que deja el libre albedrío un poco menoscabado.

Sin embargo, el egoísmo de los genes de Dawkins poco tienen de egoístas: más bien estamos ante una estupenda explicación de los mecanismos que operan en la selección natural. Las cuestiones políticas también influyeron en el sesgo bajo el que se leyó la obra. Especialmente célebre fue su oposición a Stephen Jay Gould, una controversia que marcó parte del desarrollo de la biología.

Por supuesto, todas éstas no son las últimas palabras sobre la interpretación de tales obras. Aquí abajo tenéis los comentarios para enriquecer, añadir, impugnar, matizar y cualquiero otro verbo propio de una buena exégesis literaria.

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