Voy a ser directo: los relojes atómicos que se utilizan actualmente en el espacio no dan más de sí. Y es normal: estos cacharros se basan en átomos confinados en una caja que funcionan como corazón del reloj. El problema es que la estabilidad a largo plazo de estos relojes deja mucho que desear: los átomos chocando con las paredes de la caja acaban generando problemas.
Por ello, en 2019, la NASA puso en órbita el Reloj Atómico de Espacio Profundo (DSAC). Se trataba de un sistema basado en iones atrapados en el que los átomos están confinados electromagnéticamente de tal forma que el riesgo de colisiones de paredes. Ahora, Eric Burt y sus colegas presentan en 'Nature' los datos del primer año de funcionamiento.
Tictac, tictac
Y la cosa empezó mal porque, al poco de empezar las pruebas, sufrió una falla más que importante. Sin embargo, los resultados muestran que la estabildiad a corto y largo plazo supera a los relojes actuales en uso hasta en diez veces. Sobre todo, y esto es aún mejor, porque las variaciones en la radiación, la temperatura o los campos magnéticos a los que se vio sometido no parecían limitar el rendimiento del cacharro.
Lo más interesante a nivel práctico es que, siempre según los investigadores, el nivel de rendimiento apunta a que esta tecnología podría usarse para "permitir la navegación casi-en-tiempo-real de sondas de espacio profundo".
Sin embargo, aún es pronto. Los análisis del Reloj Atómico de Espacio Profundo indican que el instrumento no podría tener una esperanza de vida de más de tres o cinco años. Es cierto que la NASA está trabajando en ampliarla a más de una década, pero esos trabajos aún están en pañales. No obstante, es una solución muy interesante para conseguir que los viajes unidireccionales en el espacio profundo de un gran paso adelante.
Imagen | The New York Public Library
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