Una ecuación en la que gana el consumidor: confianza entre pares + ecommerce + redes sociales = economía colaborativa

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"Hay que refundar el capitalismo". Esta es sin duda una de las aseveraciones más recurrentes en las tertulias sobre economía y política, ignorando en no pocas ocasiones que esta evolución no solo es constante, sino que recientemente se ha visto acelerada por la aparición de plataformas disruptivas engendradas gracias a las nuevas tecnologías.

Un caso particularmente evidente y que ya está mereciendo sesudos estudios es el alza de la conocida como economía colaborativa.

En este sentido no debería ser necesario señalar que Internet y los dispositivos móviles no solo han servido para acercar a las masas cantidades ingentes de información, sino nuevas fórmulas de consumo. Y quien habla de consumo, habla también de hacer negocios. La capacidad para acceder a ofertas en cualquier momento y lugar, unido al potencial de las redes sociales, está cambiando la forma en la que el público gasta su dinero, pero también modificando un ciclo productor -> distribuidor -> consumidor que hasta hace poco parecía inquebrantable. Un caso paradigmático es el de la plataforma española de ofertas Chollometro, donde el propio consumidor final se interpone como prescriptor en el ciclo de venta clásico.

Nuevas tecnologías para reimpulsar una idea antiquísima

Si nos guiamos estrictamente por la definición enciclopédica de la economía colaborativa, también conocida como consumo cooperativo, debemos entender esta actividad como la "interacción entre dos o más sujetos, a través de medios digitalizados o no, que satisface una necesidad (no necesariamente real), a una o más personas". En román paladino, estamos hablando de cambiar el clásico "yo tengo y tú quieres" por "yo ofrezco y tú quieres". El papel del intermediario, cuando existe en el diagrama, es bastante diferente al habitual.

Podría decirse que en términos históricos la economía colaborativa es muy anterior a Internet e incluso a los teléfonos móviles. Sus fundamentos se pueden encontrar en numerosas fórmulas de actividad cooperativa. Un claro ejemplo es eso que ahora llamamos car sharing y que antiguamente conocíamos como coche compartido; una forma de transporte que en tiempos de guerra y penurias económicas ha sido promocionada por los propios gobiernos para reducir el consumo de combustible y materias primas (sirva de muestra la ingeniosa cartelería estadounidense de la Segunda Guerra Mundial).

Car Sharing

El caso del coche compartido y su utilidad en situaciones de emergencia es significativo, puesto que sirve para ilustrar otro detalle interesante de la economía colaborativa: el beneficio económico no tiene por qué ser el objetivo de la persona que ofrece productos y/o servicios. En ocasiones simplemente se trata de cubrir una necesidad existente.

Otra forma muy fácil y ya muy extendida de comprender la economía colaborativa es el micromecenazgo. En este caso, sí hay un componente monetario (y en ocasiones lucrativo) ineludible; y es que una persona que busca lanzar un producto, pero no tiene los fondos necesarios utiliza una plataforma digital para solicitar a las personas potencialmente interesadas en él una aportación económica. Literalmente, estas personas colaboran para financiar el proyecto con la esperanza de que el resultado final se ajuste a sus necesidades o simplemente por el mero hecho de ayudar.

Uber

Por supuesto, la maquinaria de la economía colaborativa debe estar bien engrasada para que funcione adecuadamente. En primer lugar, ha de existir una confianza entre pares, tal y como han hecho dolorosamente evidente numerosos fiascos en sitios como Kickstarter e IndieGogo. También tiene que haber una forma rápida y eficiente para conectarlos, particularmente en iniciativas que trascienden los límites de un barrio o municipio.

Aquí juegan un papel determinante Internet y las redes sociales. Gracias a estas nuevas formas de comunicación instantánea y a la capacidad para informarnos sobre la calidad de los servicios ofertados, las opiniones de otros consumidores y la comparación de tarifas (cuando existen), la economía colaborativa ha pasado de estar formada por iniciativas locales a convertirse en un polo industrial por derecho propio.

Perspectivas y regulación: mucha tijera, pocas ideas

Chollometro 06

Los problemas con la economía colaborativa surgen cuando la unión de consumidores y terceros pone en peligro las relaciones comerciales preexistentes. Airbnb, Blablacar y Uber son tres plataformas muy populares que ilustran lo que puede suceder cuando se tambalean los cimientos de los mercados tradicionales o se desarrollan actividades no reguladas, o escasamente reguladas, en segmentos donde los actores tradicionales están sujetos a normas muy estrictas.

Un clarísimo ejemplo lo encontramos en el reciente enfrentamiento entre los taxistas y los VTC. También en las plataformas que permiten acceder a través de Internet a pisos de alquiler para estancias de corta duración y que podrían equipararse al típico apartamento turístico. En ambos casos, las críticas son comunes: los prestatarios de servicios de las plataformas colaborativas suponen una competencia desleal, afirman taxistas y hoteleros, que se sienten indefensos ante un fenómeno que ha pasado por encima de las fórmulas de negocio tradicionales.

Segunda Mano

La forma en la que los gobiernos intentan atajar esta cambio de paradigma está siendo bastante desigual. El equilibrio político depende generalmente de sectores económicos establecidos y pocos son los gobernantes dispuestos a jugarse su futuro apostando por nuevos modelos económicos. Particularmente cuando la participación de estos últimos depende de consumidores jóvenes y con pocas fidelidades a la hora de votar.

Por este motivo estamos viendo una cierta desidia a la hora de regular actividades como las de los VTC, pasando la patata a las autoridades locales y que luego se moje cada una si así lo desea. En el caso de los apartamentos de alquiler la cosa debería ser más sencilla, puesto que las regulaciones suelen recaer directamente en los municipios y hay un gran interés por evitar los pisos turísticos ilegales. Nadie quiere dejar de recaudar impuestos. No obstante, se pueden producir desajustes ante el exceso de celo de algunos Ayuntamientos.

El auténtico problema con las plataformas colaborativas dedicadas a los alquileres de corta duración reside en las protestas por la masificación de las zonas turísticas y el impacto en los precios para los alquileres a largo plazo. Aquí la presión procede de los grupos hoteleros, perjudicados por una competencia más dinámica y económica, y de las asociaciones de vecinos, afectados tanto económicamente como en términos de habitabilidad y descanso.

Bici

Equilibrar todos estos factores es difícil. Hay muchos intereses en juego y tampoco ayuda el desconocimiento general por parte de las autoridades. Pero, sobre todo, hay auténtico miedo a que las plataformas de economía colaborativa cambien la concepción del consumo sustituyendo la tenencia del producto por su mero uso.

No hay mejor ejemplo que el súbito interés que han desarrollado fabricantes como Tesla y Renault por las plataformas de coche compartido. Las compañías han visto ya las orejas al lobo; saben que en el futuro este tipo de propuestas reducirán la venta de automóviles, así que tratan de adelantarse a la caída.

Desde pasear a perros a encontrar coche

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La belleza de la economía colaborativa es que es moldeable. O mejor dicho, es totalmente abierta. Puede existir en forma de servicios de entrega de comida domicilio, plataformas masivas de venta al público como Aliexpress (que mayoritariamente vende productos de terceros) o para desprenderse (o intercambiar) artículos de segunda mano. Son solo algunas de las posibilidades más conocidas.

Se puede decir sin lugar a dudas que la economía colaborativa funciona muy bien en España. Lo suficiente para dar cabida a su propio ciclo de conferencias temáticas. A comienzos de año, un estudio de AECOC señalaba que el 57% de los españoles ha usado alguna plataforma colaborativa y el 60% tenía intención de hacerlo en el futuro, destacando las propuestas de alojamiento, coche compartido y alquiler de productos. Más allá de estas actividades, también hay propuestas tal vez más sui generis como Gudog, que permite encontrar cuidadores para perros.

A nivel global, las actividades que se desarrollan en torno a este tipo de economía moverán 335.000 millones de dólares en 2025. Y aunque los servicios formarán gran parte de este volumen, las ventas también tienen su peso. España cuenta aquí con plataformas destacadas como Chollometro, una comunidad colaborativa diseñada para que los usuarios publiquen las propias ofertas que encuentran en Internet y las puntúen.

Chollometro: ofertas publicadas y puntuadas por los usuarios

Chollometro 07

Concebido por tres amigos tras observar su experiencia administrando un popular canal de Telegram especializado en ofertas, Chollometro es un ejemplo de plataforma colaborativa abierta. Su propósito no es vender productos ofrecidos por un puñado de socios autorizados, sino permitir que sean los propios usuarios de la página los que cuelguen las mejores ofertas que encuentren navegando por Internet para beneficio de la comunidad.

Además de la clásica rebaja temporal, Chollometro contempla productos ofrecidos a precios más ventajosos mediante el uso de códigos de descuento, compra de múltiples unidades, códigos de descarga e incluso ofertas gratuitas.

Chollometro

Chollometro tiene además la peculiaridad de que se organiza como si fuera un foro o red social, por lo que los propios usuarios pueden crear listas de ofertas (por ejemplo, recopilatorios con accesorios de cocina a un euro) y dejar sus comentarios. Este sistema de valoraciones, mediante puntuación y críticas escritas, permite además ganarse la confianza del público, que como explicábamos al principio es uno de los puntos claves en cualquier plataforma de economía colaborativa.

Disponible tanto en formato web como en aplicaciones para Android e iOS, Chollometro permite establecer alertas para recibir notificaciones cuando se publiquen ofertas sobre los productos que más nos interesan. El número de descargas supera ya las 500.000 y para cierre de año se espera que sobrepase los 2,5 millones, dando testimonio de la fortaleza de la economía colaborativa en España. Una nueva forma de consumir que ha llegado para quedarse.

Imágenes | Stock, Strong Towns

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