El 19 de julio de 1957, cinco oficiales del ejército de aire se reunieron a 65 millas al noroeste de Las Vegas. Sobre sus cabezas, dos F-89 hacen círculos mientras la cuenta atrás sigue adelante. Cuando llega a cero, uno de los bombarderos suelta una bomba. No una bomba cualquiera, eso sí: una bomba nuclear.
Es decir, hace poco más de medio siglo un puñado de personas se ofrecieron voluntarios para permanecer quietos mientras una bomba de 2 kilotones explotaba sobre 6.000 metros sobre sus cabezas. Pero había alguien más en aquel momento: el cámara que grabó todo aquello. Porque sí, gracias a Robert Krulwich, acabo de descubrir que tenemos vídeo.
Cómo convencer a alguien de que la guerra nuclear es segura
La película, archivada por el gobierno de EEUU, estaba concebida para mostrar la seguridad de un intercambio nuclear de ese tipo en un momento en que la sociedad norteamericana empezaba a preocuparse por la lluvia radioactiva. Escogiendo a cinco oficiales de alto nivel, las autoridades militares pensaban que podrían convencer a la población de que la carrera nuclear era un riesgo asumible.
Pero más allá de todo eso, el vídeo es fascinante. Se pueden ver cómo explota la bomba y cómo a esa explosión le sigue un enorme silencio. También puede verse cómo, un momento después se levanta un "rugido atronador". Como explicaban en NPR hace unos años, basta con ver otros vídeos de ensayos nucleares para comprobar que se trataba de una campaña de relaciones públicas.
Según Alex Wellerstein, uno de los mayores expertos mundiales en la historia de las armas nucleares, "en esa explosión en particular, esos tipos habrían estado en una posición bastante segura. La bomba en sí era pequeña (según los estándares nucleares) y estaba muy, muy por encima de sus cabezas. [Es decir] No estaban en una zona para verse demasiado afectados por la radiación inmediata"
No obstante, cincuenta años después la duda seguía ahí, ¿Qué pasó con estos voluntarios? Según parece George Yoshitake, el cámara, vivió al menos hasta 2010 cuando fue entrevistado por el New York Times y hasta donde Robert Krulwich pudo saber la mayoría de ellos habían llegado hasta la década de los 2000 sin problemas de salud.
Eso no quiere decir, por supuesto, que las pruebas fueran inocuas. Está bastante contrastado que las pruebas tuvieron grandes efectos en la salud de las personas asociadas. Según Wellerstein, se han pagado más de "150 millones de dólares en compensación a más de 2.000 afectados" por las bombas. La historia de la investigación nuclear (y, sobre esto, Wellerstein está preparando un libro excelente) está aún llena de secretismo y medias verdades, pero cada día está más cerca el día en que las secuelas de aquellos años salgan a la luz.
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