La geografía mundial no es una caja llena de sorpresas: dado que a corto plazo es un ecosistema estable, las montañas más altas, las simas más profundas y los ríos más caudalosos de cada país son los mismos a lo largo de la vida de una persona cualquiera. Pero no en Reino Unido.
Resulta que el país británico acaba de descubrir que su montaña más alta no era la que creían, el monte Jackson, ubicado en los confines del continente antártico, sino el monte Hope (esperanza, claro), primo hermano del anterior y también constreñido a los confines blancos del continente helado. El monte Hope cuenta con una altura de 3.239 metros, sustancialmente por encima de los 3.184 metros registrados por el Jackson.
¿Pero cómo es posible? Midiendo mal. En general, el ser humano ha desarrollado un conocimiento muy exacto de la topografía. No en vano, somos capaces de tener una idea muy fidedigna de cuál es el monte más grande del sistema solar (pista: está en Marte). Sin embargo, no siempre es perfecta. Especialmente en un continente que, como la Antártida, resulta ajeno a toda vida humana y a toda infraestructura que facilite la medición precisa de las cordilleras.
Así, las estimaciones de altura de la mayor parte de montes ubicados en el gigantesco continente helado se han hecho utilizando complejas topográficas. Pero como quiera que el único método de transporte efectivo en la Antártida es la aviación, el British Antarctic Survey tuvo que revisar sus montañas para asegurar que sus pilotos no se estrellaran ante cualquier fallo de medición. Y de resultas, descubrieron que el monte Hope era mucho más alto de lo que creían.
Tal hallazgo fue motivado por diversas discusiones a colación de la altura real de las montañas antárticas en el Fall Meeting of the American Geophysical Union, un simposio/encuentro mundial de científicos planetarios. Diversas sospechas sobre la falta de fiabilidad topográfica en la localización y medición de muchas de las montañas incluidas en los territorios británicos de la Antártida provocó que el BAS pidiera nuevas fotografías del Hope al satélite WorldView-2.
Los resultados fueron concluyentes: la montaña no se elevaba 2.860 metros sobre el nivel del mar, como se creía, sino unos impresionantes 3.239 metros.
En esencia, el ejemplo del Hope ilustra cómo la Antártida es uno de los lugares peor mapeados del planeta. Hay poca información topográfica dada la dificultad y lo extremo del terreno, y esto puede tener consecuencias fatales para muchos exploradores. Se espera que para el año que viene se publique el Antarctic Map, con mojones topográficos cada ocho metros en las regiones más críticas de la Antártida (las más montañosas). Esto nos daría una imagen mucho más precisa del continente.
De resultas, Reino Unido tiene una nueva montaña más alta. El monte Jackson será ahora la segunda y el Paget, en la isla de South Georgia, el tercero. Los avatares caprichosos de la colonización han querido que un país predominantemente llano y pequeño pueda elevar su techo varios miles de metros en el continente más inaccesible del mundo. La montaña más alta de Gran Bretaña, esta sí, no ha cambiado: sigue siendo el modesto Ben Nevis, de 1.345 metros.
¿Y cómo narices ha llegado Reino Unido a poseer parte de la Antártida? En rigor, no la posee, sino que la reclama. El estatus de la Antártida es libre, pero numerosas naciones piden parte de sus territorios. El de Reino Unido coincide con los supuestos derechos territoriales que le dan archipiélagos cercanos como el de South Georgia o el de South Sándwich. Casualmente, la península en la que se halla el monte Esperanza también es reclamado por Chile y Argentina.
Así que aunque en rigor y técnicamente el monte más alto de Reino Unido siga siendo el Ben Nevis, sobre el terreno, y ante todo en el imaginario popular de los británicos, un pueblo de repentino fervor nacional, lo es el monte Esperanza.