Mi primer recuerdo es de cuando tenía cinco años. Lo sé porque me sitúa en mi clase de preescolar hablando sobre el cambio de colegio para saltar a primaria. A partir de ahí los recuerdos crecen y se intensifican, pero mirar hacia atrás es inútil. No me viene nada a la cabeza. Puede que tú seas uno de los afortunados que puede viajar a épocas tempranas, pero si no es el caso, lo que te ocurre es completamente normal.
Normal entendiendo al menos que es algo habitual, y es que salvo cerebro prodigioso, la mayoría de mortales es incapaz de recordar hechos previos a cuando teníamos unos cuatro o cinco años. Las respuestas sobre ello varían enormemente de una persona a otra, más aún si saltamos entre culturas, pero tampoco se nos puede culpar de ello cuando las teorías sobre el tema son igual de dispares.
El primero en acuñar el término de amnesia infantil para explicar este fenómeno fue Freud, asegurando que la represión va eliminando recuerdos de nuestra niñez y que el número de escenas perdidas depende de las experiencias individuales y culturales. Lo que buscamos nosotros, en cambio, es una respuesta que va más allá de la filosofía ligada a la perversión sexual, así que... ¿qué nos dice la ciencia de hoy en día sobre este fenómeno?
La formación del hipocampo
El trabajo de la Universidad de Toronto destacó en 2013 que uno de los culpables de la falta de retención en nuestra infancia era el hipocampo. Lo curioso es que el fenómeno no respondía a una inmadurez sino todo lo contrario. La neurogénesis, que aumenta la cantidad de conexiones neuronales de nuestro cerebro en edades tempranas y que acaba siendo la base de nuestro aprendizaje, era la culpable de nuestra falta de recuerdos a dichas edades.
En un estudio realizado con ratones se limitó la creación de neuronas mediante fármacos, descubriéndose finalmente que los ratones cuya neurogénesis se había controlado no sufrían el olvido que sí se acentuaba en sus compañeros. De ahí se extrajo que si esta teoría funcionaba en animales, nuestro problema con la memoria debía ser muy similar.
Ambidiestros con mejor memoria
En 2006 la Asociación Americana de Psicología publicaba un estudio en el que se demostraba que las personas ambidiestras tenían menos problemas para recordar su infancia. Aunque la comunicación entre ambos hemisferios del cerebro sigue suscitando dudas, la investigación del psicólogo Stephen Christman aseguraba que aquellos con mayor interacción entre hemisférios tenían recuerdos más antiguos.
Para demostrarlo contrastó las historias de 103 estudiantes universitarios, 37 ambidiestros y 63 diestros, apreciándose que las historias de los primeros se remontaban a una media de 2,48 años, mientras que los segundos mantenían una media de 3,28 años.
Los siete años es la edad clave
Intentando descubrir en qué momento de nuestra niñez se inicia el proceso de amnesia infantil, investigadores del Departamento de Psicología de la Universidad Emory, en Atlanta, registraron distintas conversaciones entre madres y sus hijos de tres años sobre eventos especiales.
Tras ello se les separó en varios grupos para preguntarles sobre dicho evento entre 2 y 6 años después. Los niños de entre 5 y 7 años recordaban un 60% o más de dichos eventos, mientras que aquellos de entre 8 y 9 años apenas llegaban al 40%. De esta forma concluyeron que a partir de esa edad el cerebro "hace hueco" suprimiendo recuerdos anteriores para seguir aprendiendo.
Recuerdos olvidados, pero no borrados
Con ese título la Universidad de Nueva Gales del Sur afrontaba la difícil tarea de perseguir aquellos recuerdos que, pese a haber desaparecido de nuestra memoria, de alguna forma seguían marcando nuestra forma de ser a un nivel físico, mental e incluso emocional.
El resultado permitió seguir las trazas de memoria en el cerebro mediante marcas neuronales, permitiendo así demostrar que los recuerdos no desaparecen de forma permanente y que el estudio de esa técnica podría derivar en una forma de bloquear o liberar recuerdos, lo que sería de gran ayuda para tratar procesos traumáticos. Sin embargo sus conclusiones se centraban en una hipótesis, asegurando que las trazas podían mantenerse durante años pero sólo manteniendo las pruebas durante un proceso de apenas un par de días.