España está a las puertas de volver a la casilla de salida. La segunda ola de la epidemia, o más bien los estertores de una primera que jamás se evaporó, ha golpeado durante las últimas semanas con más fuerza que nunca. La serie de brotes puntuales registrados durante el verano se han convertido, de nuevo, en un problema de escala nacional. Allá donde se mire, el volumen de contagios semanales está creciendo. Aunque su caso sea el más alarmante, no es una cuestión exclusiva de Madrid.
Pero sí de España.
A la cabeza. Lo ilustran los datos del Centro Europeo para la Prevención y Control de Enfermedades (ECDC). Nueve de las diez regiones con la mayor incidencia acumulada durante las últimas dos semanas se encuentran a España. Madrid está a la cabeza (700 casos por cada 100.000 habitantes), a gran distancia de la segunda, Navarra (500). La práctica totalidad de los diez primeros puestos los copan regiones españolas: Castilla-La Mancha (398), La Rioja (390), Euskadi (353), Murcia (349) o Aragón (343).
La única excepción es Provence-Alpes-Côte d'Azur, en Francia, décima con 280 casos por cada 100.000 habitantes.
Predominancia. Todos los países han disparado sus números durante el último mes, pero ninguno al nivel de España. Otras tres regiones nacionales aparecen entre los veinte primeros (Cantabria, Baleares y Extremadura), y otras dos si descendemos hasta los treinta primeros (Cataluña y Canarias). 14 de 30. Casi el 50% de las regiones más afectadas a día de hoy por el coronavirus son españolas. El único país que arroja cifras similares es Francia, con seis, pero una de ellas es Guadalupe.
Los tests. ¿A qué se debe? Cabría la tentación de achacarlo a las pruebas PCR. España estaría declarando más contagios porque está testeando a un mayor número de personas. Los datos no apoyan esta tesis. Durante la semana pasada, España realizó 618.000 pruebas. Un número encomiable (1.300 por cada 100.000 habitantes), pero en absoluto excepcional. Se trata del décimo registro más alto de Europa, superado por, entre otros, Dinamarca (3.800), Reino Unido (2.200) o Francia (1.500).
La escala de nuestro problema se manifiesta con claridad en la tasa de positividad. La española supera el 10%, muy por encima del 5% indicado por la OMS para considerar la epidemia bajo control. En Europa occidental, sólo Francia y Austria (un 5% y un 4%) se nos acercan (los segundos con un menor número de pruebas). Croacia, Hungría y Chequia también (un 8%, un 6% y un 5%), pero en su caso es más normal: están haciendo poquísimos tests (entre 500 y 600 por cada 100.000).
Qué indica. La positividad es un marcador clave. A mayor porcentaje, mayor probabilidad de que haya miles y miles de contagios desconocidos por las autoridades. Que España esté haciendo muchas pruebas y esté obteniendo una tasa de positividad tan alta es una mala señal. Francia, el segundo país en orden de preocupación para Europa, está testeando a más porcentaje de su población y está descubriendo menos contagios. Su capacidad para controlar la epidemia es más alta.
Diferencias. ¿Estamos mejor o peor que en marzo y abril? Las comparaciones son imposibles. Durante las últimas semanas de marzo, España estaba realizando en torno a 140.000 y 150.000 pruebas diarias, poco más de 300 por cada 100.000 habitantes. La positividad era altísima (hasta un 36%), lo que indicaba que las autoridades tan sólo estaban identificando la punta de un iceberg gigantesco. Conforme los tests aumentaron, la positividad cayó (al 3% en la última semana de mayo).
España hoy está haciendo más pruebas que nunca. Y la positividad no ha dejado de crecer desde principios de agosto (cuando estaba en el 7%). Si tomamos como pista el porcentaje de la semana pasada (10%), el referente más exacto es la segunda semana de abril, cuando descendió al 11% (viniendo del 21%). Son situaciones muy distintas, pero la perspectiva, a día de hoy, es mala.
Imagen: Manu Fernández/AP