Incapaz de contener el brote de tifus en Alta Silesia, Rudolf Virchow escribió uno de los informes más importantes que se han escrito en medicina. En él, el padre de la medicina pública, decía que "la política no era más que medicina a gran escala". Y casi 200 años después, la investigación no hace sino darle la razón.
Un buen ejemplo de esto es un análisis que, tras examinar más de 500 millones de fumadores en 13 países, concluye que subir el precio del tabaco mejoraría la salud de amplias capas de la población, pero es que además ahorraría millones a personas en pobreza extrema. Gravar el tabaco es, sobre todo, una política social.
No es lo que se decía hasta ahora. De hecho, la ‘narrativa actual’ era justo la contraria: según nos decían, subir los precios afectaría fundamentalmente a los sectores socioeconómicos más bajos donde su consumo es mayor. Pero este trabajo demuestra que la demanda se reduce más en esos estratos sociales.
450 millones de años de vida. El nuevo análisis estudia qué pasaría si aumentáramos un 50% el precio de productos tabáquicos. Y, según sus cálculos, 67 millones de personas dejarían de fumar: casi todas con bajos recursos. Eso sumaría una ganancia de 450 millones de años de vida y evitaría que casi 15,5 millones de personas cayeran en la pobreza al evitar los enormes gastos derivados de las enfermedades vinculadas al tabaco.
Quizás no sea algo tan raro, claro. Hace un par de años, la revista The Lancet publicó un análisis en el que se concluía que durante los primeros años de la crisis económica se produjo un descenso de mortalidad por todas las causas. Una reducción especialmente clara en los niveles socioeconómicos más bajos.
¿Cómorl? Desde hace casi 100 años sabemos que la mortalidad sigue un patrón pro-cíclico: cuando crece la economía, crece la mortalidad. En los años 70, Joseph Eyer publicó su conocido ‘La prosperidad como causa de muerte’ y, aunque ha habido cierto debate entre los especialistas, lo cierto es que el consenso actual nos dice que Eyer tenía razón. En palabras de Usama Bilal y Javier Padilla: “el crecimiento económico no es bueno para la salud”.
¿La prosperidad mata?: No está nada claro, las explicaciones son muy variadas (y muy sesgadas ideológicamente hablando): desde la idea Richard Cooper de que “hay algo en el sistema político-económico de circulación de capital y bienes que, al acelerarse, destruye la salud de las poblaciones” a la idea de Pinker (2018) de que es un pseudofenómeno que solo aparece en el corto plazo. No obstante, la explicación más habitual sostiene que las crisis económicas disminuyen los factores de riesgo.
Medicina a gran escala: En plena crisis, bebemos menos, fumamos menos, conducimos menos, trabajamos menos y comemos menos: ponemos en menos riesgo nuestra vida. Sobre todo, las personas de niveles socioeconómicos bajos que suelen ser las más castigados. Y precisamente esto es lo que sugiere que "endurecer el acceso económico" a las conductas de riesgo es, sobre todo, una medida de política social.
Más preguntas que respuestas: De todas formas, hemos de andarnos con cuidado. No está claro cómo se relaciona esta evidencia con los estudios que analizan el impacto de la renta básica en la salud. ¿Cómo es posible, entonces, que dar más dinero a las clases bajas mejores su salud? Más allá de los estudios de medicina de la desigualdad, parece que ha llegado el momento de tomarse en serio la frase de Virchov.