Una tarde en Valladolid me dijeron la frase más rara que me han dicho nunca. Era un señor mayor, impecablemente vestido con un traje gris marengo de raya diplomática. Llevaba un bastón, un pañuelo de bolsillo a juego con la corbata y hablaba con acento francés. Me presenté ("Hola, me llamo Javi Jiménez") y le di la mano. Me miró, pensativo, y antes de darse la vuelta me dijo "Pues tienes cara de Maricarmen".
Me. Dejó. Muerto. Nunca he sido capaz de entender a qué se refería exactamente (de hecho, mi foto está aquí a la izquierda, si alguien puede aportar algo de luz a este trauma infantil, se lo agradecería profundamente). Pero cuento esto para que entendáis que tengo sentimientos encontrados con este estudio científico que dice que somos capaces de identificar el nombre de las personas solo mirando su cara.
Sentimientos encontrados porque, sí, el estudio explicaría en parte por qué un señor francés pensaba que mi nombre es Maricarmen, pero, a la vez, el estudio ofrece algunas dudas que desaconsejan lanzar las campanas al vuelo. Veamos qué ocurre.
Tienes cara de...
El estudio fue publicado hace unos días en el Journal of Personality and Social Psychology por un equipo de investigación formado por israelíes, franceses y norteamericanos. A lo largo de 8 experimentos, los investigadores encontraron que somos capaces de vincular nombres y caras mejor de lo que lo harían al azar.
Los experimentos consisten en seleccionar de una lista de cinco nombres el nombre correcto de cada fotografía. Si todas las opciones fueran igual de probables la tasa de aciertos estaría en torno a 20 por ciento. Pero el resultado fue el mismo en todos: acertaron el 35 por ciento de las veces.
La clave del asunto es que, según explican los investigadores, el fenómeno parece ligado a la cultura: los israelíes acertaron con nombres israelíes y los franceses con los nombres franceses. Pero "ni los israelíes saben qué cara tiene un Pierre", ni los franceses saben qué caras tienen las Maricármenes. No sé si me explico.
Sí, la inteligencia artificial también puede hacerlo
Esto también es curioso. Quizá más. Los investigadores entrenaron a un algoritmo con más de 100.000 fotos de franceses y francesas para averiguar si la inteligencia artificial también podía hacerlo. Y sí, los resultados mejoran siempre el azar.
Es decir, según el estudio hay algún motivo por el que nuestras caras y nuestros nombres encajan. Ni los investigadores tienen claro el qué: los padres ponen el nombre antes de que los rasgos estén definidos por lo que hay dos opciones.
La que proponen los investigadores es la 'profecía autocumplida' (o efecto Dorian Gray); esto es, que nuestra cara va tomando la forma del nombre que nos han puesto. Una teoría que, personalmente, no me convence.
¿Cuál es el problema?
El primero es que no está claro que los cinco nombres de cada lista tuvieran la misma probabilidad de ser ciertos. La verdad es que, por razones culturales, regionales o de otro tipo: hay nombres que son más populares en ciertos lugares y contextos sociales que en otros. No vale con aleatorizar los nombres, habría que neutralizar esas variables y con la información que aporta el artículo no podemos estar seguros de que se hizo correctamente.
El segundo gran problema es que se trata de solo un estudio, muy llamativo y con un efecto pequeño (no debemos olvidar que, según el estudio, lo hacemos solo un poco mejor que el azar). Pero quizá lo peor es que no ofrece ningún mecanismo de acción. Es decir, no sabemos cómo se nos pone cara de Josu, Andrés o Carla. y las explicaciones que dan los investigadores son insuficientes. No quiere decir que sea falso, solamente que (como hemos hablado en otras ocasiones) no es suficiente.
Imágenes | Joe Stone