La humanidad aún no ha pisado Marte y, con toda probabilidad, ya lo ha contaminado

Perseverance
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Desde nuestros orígenes hemos soñado con viajar a las estrellas, descubrir nuevos planetas y buscar formas de vida. Es una ambición innata del ser humano. Es la aventura de lo desconocido. Hace unos meses, el pequeño rover Perseverance aterrizaba en la superficie de Marte, con él viajaban cantidad de instrumentos tecnológicos previamente esterilizados para evitar contaminar nuestro planeta vecino. ¿Podría un rastro de bacteria o espora de la Tierra haber sido transportado accidentalmente al espacio y haber sobrevivido al viaje para establecer su nuevo hogar en Marte? La ciencia lo ha estudiado.

Una analogía popular señala que los europeos, sin saberlo, llevaron la viruela al Nuevo Mundo y se llevaron a casa la sífilis. De manera similar, los científicos inciden en que nuestras exploraciones robóticas podrían contaminar Marte con microorganismos terrestres.

Los estudios. La NASA y sus ingenieros tienen protocolos precisos y completos para minimizar la cantidad de organismos que pueden pasar inadvertidos en una misión espacial. Los estándares acordados internacionalmente guían cuán rigurosos deben ser estos protocolos y la NASA los cumple e incluso los excede. Sin embargo, dos estudios recientes destacan cómo algunos organismos pueden sobrevivir al proceso de limpieza y también al viaje a Marte, y también la rapidez con la que pueden evolucionar las especies microbianas en el espacio. De hecho, recientemente se ha comprobado que se han desarrollado nuevos microbios en la Estación Espacial Internacional.

Aunque los ingenieros de la NASA trabajan arduamente para evitar la introducción de tales especies en el suelo o el aire marcianos, cualquier signo de vida en el planeta rojo tendría que ser examinado cuidadosamente para asegurarse de que no se originó aquí en la Tierra. Si no, se provocaría una investigación equivocada sobre las características universales de la vida o la vida marciana.

Los protocolos no son suficiente. Para entender cómo puede suceder algo así hay que conocer el proceso y los protocolos. Perseverance, igual que la mayoría de las naves espaciales fabricadas en las instalaciones de JPL se construyen minuciosamente por capas, como una cebolla, con todo limpio antes de agregarlo. Estos métodos limitan las bacterias, virus, hongos o esporas en el equipo que se envía a una misión. Las naves espaciales son salas construidas con filtros de aire y estrictos procedimientos de control biológico. Estos están diseñados para garantizar que solo unos pocos cientos de partículas puedan contaminar pocos centímetros e idealmente no más de unas pocas docenas de esporas por metro cuadrado.

Pero es casi imposible llegar a cero biomasa en una nave espacial. Los microbios han estado en la Tierra durante miles de millones de años y están en todas partes. Están dentro de nosotros, en nuestros cuerpos y a nuestro alrededor. Algunos pueden colarse incluso en las salas “blancas” más limpias, según apuntan los expertos en este reportaje de la BBC.

Una sala "blanca" de limpieza de la NASA.
Una sala "blanca" de limpieza de la NASA.

Bacterias en todos lados. Dado que ahora podemos secuenciar todo el ADN presente en las salas limpias, y no solo los que podrían cultivarse, podemos conocer qué tipo de microbios se pueden encontrar, y si podrían incluso sobrevivir al vacío del espacio. Estos organismos tienen un mayor número de genes para la reparación del ADN, lo que les da una mayor resistencia a la radiación, pueden formar biopelículas en superficies y equipos, pueden sobrevivir a la desecación y prosperar en ambientes fríos. Incluso resulta que las salas limpias podrían servir como un proceso de selección evolutiva para los insectos más resistentes que luego pueden tener una mayor probabilidad de sobrevivir a un viaje a Marte.

Contaminar planetas. Estos hallazgos tienen implicaciones importantes. Básicamente podríamos llevar algo (accidentalmente o intencionalmente) a otro planeta. Es importante garantizar la seguridad y preservación de cualquier vida que pueda existir en otras partes del Universo, ya que los nuevos organismos pueden causar estragos cuando llegan a un nuevo ecosistema. Los humanos tenemos un historial cercano: la viruela, por ejemplo, se extendió sobre las mantas que se les dieron a los pueblos indígenas de América del Norte en el siglo XIX. Incluso en 2020, no hemos podido contener la rápida propagación del Covid.

Encontrar vida, pero nuestra. Existe por tanto la posibilidad de que si detectamos signos de vida en Marte, podrían haber venido de la Tierra en primer lugar. Desde que las dos primeras sondas soviéticas aterrizaron en la superficie marciana en 1971, seguidas por el módulo de aterrizaje Viking 1 de EEUU en 1976, es probable que haya algunos fragmentos de ADN microbiano, y tal vez humano, en el planeta. Dadas las tormentas de polvo globales y las trazas de ADN que podrían haber ido con estas naves espaciales, hay que asegurarse de no engañarnos a nosotros mismos pensando que la vida que encontramos no es originaria de la Tierra.

Contra las misiones privadas. Hace unos meses, el Instituto para el Análisis de Defensa (IDA) de EEUU publicaba un informe en el que advertía de las vulnerabilidades que genera el sector privado en este tema, y ponía como ejemplo la misión israelí Beresheet, del millonario Nova Spivack, que en 2019 se estrelló en la Luna transportando miles de ejemplares de tardígrados, un animal microscópico muy resistente. También Space X tiene viajes interplanetarios planeados. En este reportaje de EL PAÍS diversos expertos analizaban si las competencias europeas en protección planetaria deben continuar siendo una responsabilidad de las agencias o si la Comisión debe tomar cartas en el asunto.

A la inversa. Pero la protección planetaria es bidireccional. Otra preocupación es evitar la "contaminación retrógrada", donde algo traído a la Tierra presenta un riesgo potencial para la vida en nuestro propio planeta, incluidos los humanos. Vale, sí, es el típico argumento de película de ciencia ficción, pero cuando se lance una misión de la NASA y la ESA hacia Marte en 2028, podría convertirse en una consideración muy real.

Con todas las misiones marcianas planificadas, estamos al borde de una era de biología interplanetaria donde aprenderemos sobre las adaptaciones de un organismo en un planeta y las aplicaremos a otro. Habrá que esperar para ello pero los resultados serán, como mínimo, intrigantes.

Imágenes: NASA

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