Hace mucho, mucho tiempo, el Sáhara era verde. Había grandes lagos, los hipopótamos y las jirafas rondaban por allí y grandes poblaciones de pescadores se alimentaban junto a las orillas de los lagos. El "Periodo Húmedo Africano" o "Sáhara verde" tuvo lugar entre hace 11.000 y 4.000 años, cuando llovía mucho más en el norte de África que en la actualidad.
La vegetación del Sahara era muy diversa e incluía especies que a día de hoy podemos encontrar en los límites de las selvas tropicales, junto con plantas adaptadas al desierto. Era un ecosistema altamente productivo y predecible en el que los cazadores-recolectores parece que habían prosperado.
Estas condiciones contrastan fuertemente con el clima actual del norte de África. Hoy en día, el Sáhara es el desierto caliente más grande del mundo. Se encuentra en las latitudes subtropicales dominadas por las crestas de alta presión, donde la presión atmosférica en la superficie de la Tierra es mayor que en sus cercanías. Estas crestas de alta presión inhiben el flujo de aire húmedo hacia el interior.
¿Cómo se convirtió el Sáhara en un desierto?
La gran diferencia entre hace 10.000 años y ahora se debe en parte a las diferentes condiciones orbitales de la tierra: la oscilación de la Tierra sobre su eje y dentro de su órbita respecto al sol. Sin embargo, este período terminó de forma irregular. En algunas zonas del norte de África, la transición de condiciones húmedas a secas se produjo lentamente y en otros parece que ocurrió de forma brusca. Este patrón no se ajusta a un cambio de las condiciones orbitales, puesto que tales cambios son lentos y lineales.
La teoría más comúnmente aceptada sobre este cambio sostiene que la eliminación de la vegetación del paisaje hace que se refleje más luz en la superficie del terreno (un proceso conocido como albedo), ayudando a crear la cresta de alta presión que domina el Sahara a día de hoy.
Sin embargo, ¿cuál fue la causa inicial de la desaparición de la vegetación? No podemos saberlo, en parte porque la superficie total involucrada es demasiado amplia. Pero en mi reciente publicación demuestro que las zonas donde el Sáhara se ha secado rápidamente resultan ser las mismas áreas donde los animales domesticados aparecieron por primera vez. En ese momento, cuando hay pruebas que lo demuestran, podemos ver que la vegetación pasa de pastizales a zonas de matorral.
La vegetación de matorral domina los ecosistemas modernos saharauis y mediterráneos y tiene significativamente más efectos de albedo que los pastizales.
Si mi hipótesis es correcta, los agentes iniciales del cambio fueron los seres humanos, quienes iniciaron un proceso que tuvo un efecto dominó a través del paisaje hasta que la región cruzó un umbral ecológico. La acción del hombre se vio reforzada por los cambios orbitales y produjeron el cambio en los ecosistemas.
Hay precedentes históricos
Hay un problema al demostrar mi hipótesis: los conjuntos de datos son escasos. Apenas se realizan investigaciones que incluyan todo el espectro del norte de África.
Pero existen comparaciones bien demostradas en los registros prehistóricos e históricos de todo el mundo. Los agricultores del Neolítico Antiguo del norte de Europa, China y el suroeste de Asia documentan la deforestación en sus entornos de manera significativa. En el caso de Asia Oriental, se cree que los pastores nómadas cambiaron profundamente el paisaje hace 6.000 años hasta el punto de reducir la evapotranspiración (el proceso que permite que se formen nubes) de los pastizales, lo que debilitó las lluvias del monzón.
Sus prácticas de quema y deforestación de las tierras eran tan inéditas que desencadenaron alteraciones significativas en la relación entre la tierra y la atmósfera que pudieron medirse durante cientos de años tras su introducción.
Una dinámica similar se produjo cuando los animales domésticos fueron introducidos en Nueva Zelanda y en América del Norte cuando los europeos se asentaron a principios del siglo XIX. Solo en estos casos existe una documentación cuantificada por historiadores ecologistas.
La ecología del miedo
La quema del paisaje se ha producido durante millones de años: los paisajes del Viejo Mundo llevan siendo habitados por los seres humanos durante más de un millón de años y los animales silvestres llevan pastando las tierras durante más de 20 millones de años. Los cambios inducidos en el clima por las órbitas son tan antiguos como los sistemas climáticos de la Tierra en sí.
¿Qué marcó la diferencia en el Sáhara? Existe una teoría llamada la "ecología del miedo" que nos puede aportar más información sobre este tema. Los ecologistas reconocen que el comportamiento de los animales depredadores hacia sus presas tiene un impacto significativo en la evolución del paisaje. Por ejemplo, los ciervos evitan pasar mucho tiempo en paisajes abiertos para no ser un blanco fácil para los depredadores (incluidos los humanos). Si eliminas la amenaza de los depredadores, la presa se comportan de manera diferente.
En el Parque Nacional de Yellowstone, se cree que la ausencia de depredadores ha cambiado los hábitos los herbívoros. Las presas preferían pastar junto a las riberas de los ríos, lugares más expuestos. Sin embargo, la reintroducción de lobos en el ecosistema cambió por completo esta dinámica y los bosques se regeneraron en varios años. Al modificar la "ecología basada en el miedo", sabemos que se producen cambios significativos en la evolución del paisaje.
La introducción del ganado en el Sáhara puede haber tenido un efecto similar. Existe un largo historial sobre la quema paisaje en el Sáhara en los pocos lugares en los que ha sido demostrada. Sin embargo, la principal diferencia entre la quema pre-neolítica y post-neolítica es que la ecología del miedo cambió.
La mayoría de los animales de pasto evitan los paisajes que han sido quemados, no solo porque los recursos alimenticios son relativamente bajos, sino también a causa de la exposición a los depredadores. Los paisajes calcinados presentan altos riesgos y bajas recompensas.
Pero con el apoyo de los humanos, los animales domesticados no están sujetos a la misma dinámica entre depredador y presa: pueden ser criados en zonas recién quemadas en la que se seleccionan preferentemente las hierbas para comer y los matorrales serán las únicas plantas que queden. Durante el período que sigue a la regeneración del paisaje, la zona de matorral menos apetecible crecerá más rápido que los suculentos pastizales y, por lo tanto, el cambio ya no tiene rumbo atrás.
Se puede argumentar que los primeros pastores del Sahara cambiaron la ecología del miedo en la zona, que a su vez mejoró el monte a expensas de los pastizales en algunos lugares, que a su vez fomentó el albedo y la producción de polvo, acelerando el fin del Periodo Húmedo Africano.
He probado esta hipótesis mediante la correlación de los sucesos y los efectos de la introducción temprana de ganado en toda la región, pero se necesita una investigación paleoecológica más detallada. Si se demuestra, la teoría podría explicar la forma irregular de la transición de paisaje húmedo a seco en las condiciones del norte de África.
Lecciones para el presente
Aunque queda mucho trabajo por hacer, el potencial del ser humano para alterar profundamente los ecosistemas nos ha de servir para enviar un mensaje global a las sociedades modernas.
Más del 35% de la población mundial vive en ecosistemas de tierras secas y hay que tratar estos paisajes con cuidado si queremos mantener la vida humana. El final del Periodo Húmedo Africano es una lección para las sociedades modernas que viven en tierras secas: si explota la vegetación, se altera la dinámica tierra-atmósfera y es probable que disminuyan las precipitaciones. Esto es precisamente lo que demuestran los registros históricos de precipitaciones y la vegetación en el desierto del suroeste de los Estados Unidos, aunque las causas exactas siguen siendo especulativas.
Mientras tanto, hay que equilibrar el desarrollo económico en comparación con la gestión medioambiental. La historia de la ecología nos enseña que cuando se cruza un umbral ecológico, no se puede volver atrás. No hay segundas oportunidades, por lo que la viabilidad a largo plazo del 35% de la humanidad está en manos de la gestión de los paisajes en los que viven. De lo contrario, puede que estemos creando más desiertos como el Sáhara en todo el mundo.
Autor: [David K. Wiright](David K Wright Associate Professor, Department of Archaeology and Art History, Seoul National University), profesor asociado en el departamento de Arqueología e Historia del Arte de la Universidad Nacional de Seúl.
Este artículo ha sido publicado originalmente en The Conversation. Puedes leer el artículo original aquí.