Con vistas a un mar espumoso y a la sombra del Monte Vesubio, la ciudad italiana de Nápoles es un escenario lleno de encanto y muy utilizado en la cultura popular.
La segunda temporada de la aclamada adaptación televisiva de los éxitos de ventas de Elena Ferrante en HBO se ha estrenado este verano y su popularidad sigue los pasos de Gomorra de Sky Atlantic, una serie que también está ambientada en Nápoles y que se inspira en el libro de Roberto Saviano sobre la Camorra.
La adaptación de estas obras se debe al gran éxito comercial de los libros de Ferrante y Saviano en Italia y en el extranjero, pero también son una prueba del sempiterno encanto de Nápoles como fuente de inspiración y como marca que vende (y vende bien) en el escenario global.
Una ciudad contradictoria
Durante el siglo XVII la ciudad era una parada del Grand Tour, un antiguo itinerario de viaje por Europa muy popular entre jóvenes y familias pudientes del norte de Europa y de Estados Unidos.
Estos visitantes llegaban a la ciudad atraídos por los relatos sobre la extraordinaria belleza de Nápoles y por las cercanas maravillas del Vesubio y Pompeya. A su llegada les recibía un "monstruo demográfico": la ciudad estaba en plena expansión y a menudo suponía toda una experiencia para los sentidos.
El contraste entre el esplendor de la arquitectura de la ciudad y la miseria de la alborotadora clase baja contribuyó a que Nápoles se ganara la reputación de "paraíso habitado por demonios". También dio lugar a que se presentara ampliamente la ciudad como un lugar exótico y a menudo incomprensible, a la vez que seductor, emocionante y desconcertante.
Dicha ambigüedad también se nota en la actitud de los propios italianos hacia la ciudad. Por un lado, desde la unificación italiana en el año 1861 Nápoles ha sido considerada como el epítome de todo lo italiano. Sin embargo, más a menudo suele ser vista como una espina clavada en la nueva nación. A finales del siglo XIX, el sur de Italia, y Nápoles en particular, estaba considerado por el gobierno italiano del norte como un lugar incivilizado y bárbaro.
Sin embargo, a lo largo del siglo XX Nápoles ha sido celebrada como la cuna de la cultura popular italiana. Según el experto en medios de comunicación Peppino Ortoleva, Nápoles pasó a ser para "la cultura popular italiana lo que Nueva Orleans y Nashwille es para la cultura estadounidense". La ciudad era un epicentro de talento y experimentación.
Centro cultural
Nápoles tiene una larga historia musical: sus canciones del siglo XIX siguen siendo populares hoy en día, como la famosa "'O sole mio", cantada en dialecto napolitano y escrita en el año 1898. Otra canción, "Funiculì, funiculà", fue compuesta para celebrar la inauguración del funicular del Monte Vesubio en el año 1880.
Esta fuerte tradición musical también se demuestra con el primer musical italiano (Carosello Napoletano, 1953), el cantautor italiano más famoso Pino Daniele, y sus primeros experimentos con el rap y la música global. Nápoles no dudó en asumir el potencial del cine con la directora Elvira Notari produciendo algunas de las obras más intrigantes del los primeros años del séptimo arte.
La ciudad emergió como una importante fuente de talento para el mundo del espectáculo, especialmente tras la Segunda Guerra Mundial. Las obras de teatro de Eduardo De Filippo y la genialidad y el humor del actor Totò, el intérprete italiano más popular de todos los tiempos, hicieron de Nápoles todo un referente a nivel nacional.
El papel de Nápoles en el cine se trasladó a la escena internacional con la popularidad de Sofía Loren, quien había crecido en la ciudad, en los años 50. Para entonces. Italia era un importante centro de producción de películas en inglés, con estrellas de Hollywood como Gregory Peck, Audrey y Katherine Hepburn, Clark Gable y Charlton Heston.
La popularidad de Nápoles entre los espectadores de habla inglesa fue capitalizada en las memorias de los soldados aliados que habían sido destinados a Nápoles tras la liberación de la ciudad en el año 1943. También se benefició de la gran comunidad de inmigrantes italianos en los EE.UU., muchos de los cuales procedían de la región de Nápoles.
Cambio de percepción
Estas películas de los años 50 (romances y comedias, en su mayoría) jugaban con la luz cálida y la belleza natural de la bahía de Nápoles, retratando la ciudad como un lugar alegre y llego de encanto, poblado por mujeres fuertes, hombres falibles e ingeniosos granujas que luchaban por salir adelante.
Es una imagen que contrasta fuertemente con la imagen de Nápoles en la cultura contemporánea. Sobre todo fuera de Italia, Nápoles se ha convertido en un lugar lleno de intrigas atrapado entre el cine negro postindustrial de Gomorra y la nostalgia con toques de violencia del mundo de Ferrante.
Puede que, contrariamente a lo esperado, el atractivo de dicho imaginario no se limita a nuestras estanterías y a nuestras pantallas. La popularidad de Gomorra (previa a la pandemia) y las visitas guiadas a los lugares que aparecen en los libros de Ferrante confirman el encanto del lado oscuro de Nápoles.
A pesar de su evidente atractivo, esta representación de la ciudad no está exenta de riesgos, y no solamente para Nápoles. Este tipo de connotaciones oscuras amenazan con eclipsar la imagen tradicional de Italia y la marca artesanal "Made in Italy" tan cuidadosamente protegida en la economía mundial. Nadie sabe qué cara de Nápoles acabará triunfando.
Autora: Ruth Glynn, profesora de Cultura Italiana Moderna por la Universidad de Bristol.
Este artículo ha sido publicado originalmente en The Conversation. Puedes leer el artículo original aquí.
Traducido por Silvestre Urbón.