Fukushima ha causado la muerte a 1.280 personas. Pero no por la radiación, sino por el frío

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El desastre nuclear de Fukushima-Daiichi provocó la evacuación de más de 140.000 personas y la creación de un área de exclusión de veinte kilómetros a la redonda. El desastre, sólo comparable en escala y consecuencias inmediatas a la catástrofe de Chernóbil, causó una gran conmoción entre la población y las autoridades japonesas. El mero espejismo de un apocalipsis radioactivo provocó una decisión drástica: todas las centrales nucleares del país, responsables hasta entonces del 30% de la electricidad consumida, se cerrarían en el plazo de un año. En mayo de 2012 Japón se despedía de la energía nuclear.

Y quizá por ello causó la muerte a miles de personas.

¿Cómo? No por la radiación derivada del accidente, sino por la serie de catastróficas desdichas que le siguieron. Un nuevo estudio elaborado por tres investigadores del Instituto IZA analiza la cadena de acontecimientos desencadenados tras el desastre y concluye que el frío, y no los disparados niveles de radioactividad, fue la causa de más de 1.280 muertes en los tres años posteriores a la catástrofe. El apagón nuclear obligó a recurrir a centrales térmicas (carbón y gas natural), lo que repercutió al alza en la factura de la luz. Reduciendo el consumo.

La gente encendió menos la calefacción. Y murió más por culpa de las bajas temperaturas.

Los datos. En el momento del accidente, Japón contaba con una cuarentena de centrales nucleares capaces de producir hasta el 30% de la electricidad nacional (con la vista puesta en el 40%). Su cierre causó un agujero energético. El empleo de carbón y otros combustibles fósiles disparó el coste de producción entre un 10% y un 38%, variable en función de la dependencia regional a los reactores. El estudio halla una clara correlación entre el encarecimiento de la luz y el gas y el descenso del consumo durante los años posteriores. Entre 2012 y 2013 se registraron caídas de hasta el 8%, con una media del 4,9% en los meses de invierno.

Más muertes. ¿Qué significa esto? El vínculo entre peores condiciones ambientales y mayor mortalidad está muy bien estudiado. Los autores de la investigación trazan una correlación, vía modelo matemático, y estiman que el apagón nuclear pudo provocar hasta 1.280 muertes en las ciudades analizadas (el 28% de la población total de Japón; es decir, el montante total sería varias veces mayor). Es una cifra significativa. El tsunami y la posterior evacuación de Fukushima provocaron en torno a 1.200 muertes. Y se estima que en torno a 130 habrían perecido por culpa de la radiación (aunque no hay vínculo directo demostrado).

Conclusión. Significativamente, el estudio se titula: "Cautela con el Principio de Precaución: la evidencia del accidente nuclear de Fukushima Daiichi". Se refiere a una política preventiva que aboga por detener cualquier acción cuyas consecuencias se desconocen o no se comprenden del todo. Es lo que sucedió en Fukushima. Y por lo que se decidió apagar las centrales, una decisión cuestionada durante los últimos años por políticos y jueces. La conclusión más evidente es que la política energética tiene un impacto directo en nuestras vidas, y que el alcance de las medidas no siempre es evidente a primera vista.

En el caso de la nuclear, el alto grado de dependencia de Japón (ligeramente más alto que el de España, cuya relación con la cuestión nuclear también es conflictiva) generó consecuencias indeseadas. Vitales.

Imagen: Hans Johnson/Flickr

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