Una versión anterior de este artículo fue publicada en 2018.
Tiempo ha desde que la ciudad de Valladolid, el corazón de Castilla y una de las poblaciones más españoles que puedan imaginarse, se declarara capital universal del idioma hispánico. Por su propia gloria y gracia, la urbe castellana se declaraba el lugar donde se hablaba "el mejor español del mundo", el más puro. Palabras aventuradas para una comunidad lingüística de 500 millones de habitantes.
Sucedía al mismo tiempo que en Valladolid y provincia, así como en gran parte de la vieja Castilla y de Madrid, el uso de los pronombres personales es poco menos que conflictivo. Valladolid, Zamora, Salamanca y parte de León son leístas, mientras que Madrid, la capital de España, se sumerge en el laísmo. Por extraño que pudiera parecer, el "español neutro" de Castilla se hablaba con una sistemática y bastante evidente falta de ortografía.
No debemos culparles: las diferencias entre "lo", "la" y "le" son uno de los quebraderos de cabeza más habituales de cualquier hispanohablante a cualquier lado del Atlántico en el que se encuentre. La RAE es consciente de ello y advierte que, pese a la aparente sencillez de la norma, es habitual que diversas variantes dialectales incurran en leísmo, loísmo o laísmo. La célebre "pues la dije que" que cualquier no madrileño de la península habrá parodiado alguna vez.
Hay diversos manuales de uso de los pronombres personales a lo largo de la red, y uno de los más útiles es este complejo pero muy didáctico gráfico de Sin Faltas. Parte de una disyuntiva muy simple: "¿El complemento corresponde a lo + participio?". Y a partir de ahí, el caos.
Para la RAE el asunto es sencillo: siempre que el objeto de nuestra oración sea directo tendremos que utilizar "lo" o "la". En caso de que el pronombre venga a ejercer de objeto indirecto, tendremos que optar por el "le". Con una simple excepción: dada su habitual utilización en el registro culto del castellano, el "le" podrá utilizarse como objeto directo siempre y cuando el referente sea un hombre. Pues bien, de estos mimbres se desgaja la casi infinita cascada de excepciones.
En ejemplos prácticos, podremos decir "¿Has visto a Juan? Sí, lo vi ayer" y "¿Has visto a Juan? Sí, le vi ayer", pero no podremos decir "¿Has recogido a las niños? Sí, les recogí antes de ir al taller". En este último caso, la acción del verbo se dirige directamente hacia los niños (son objeto directo) por lo que debemos utilizar de forma obligatoria "los". Sucede lo mismo en "Compré la medicina y se la di sin que nadie me viera" (Le di la medicina sin que nadie me viera).
Las complicaciones suelen surgir con la variante del objeto indirecto. En "Le pedí disculpas a mi madre" la petición no se dirige hacia las disculpas, sino a "mi madre", por lo que el pronombre personal funciona como objeto indirecto. Así las cosas, no podríamos decir "La pedí disculpas a mi madre" (que, ya decimos, es célebre en el centro peninsular) o "Lo dije a su hermano que viniera" (caso de loísmo, habitual en partes andinas de Perú y Bolivia y en la cornisa cantábrica peninsular).
Como indica el gráfico/mapa, la clave para utilizar correctamente los pronombres es identificar con claridad a qué hace referencia el verbo. En "Dije una tontería", la tontería es "lo dicho" (la norma: lo/la + participio); mientras que en "Dije una tontería a Ana", Ana no es lo dicho (lo que le convierte en el objeto indirecto de la oración, por lo que tenemos que optar irremediablemente por "le").
Una vez aquí, hay numerosas excepciones y variantes a la utilización de "lo", "la" y "le" marcada por la simple regla de la RAE. En general, para sancionar la excepcional utilización de "le" en casos de objeto directo. Lo importante del gráfico, amén de su capacidad didáctica, es que recalca algo que la mayor parte de hablantes de la lengua española ya sabíamos: que los pronombres personales y su correcta o incorrecta utilización son, muy a menudo, una pesadilla. Una hermosa pesadilla gramatical.