Durante siglos, los aborígenes han creído que las rapaces causaban incendios. Llevaban razón

Durante siglos, los aborígenes han creído que las rapaces causaban incendios. Llevaban razón
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Se dice que cuando empiezan los incendios de la estación seca en el Norte de Australia, hay ciertas especies rapaces aprovechan para salir de caza. Es el mejor momento, porque desesperados por la cercanía del fuego, cientos de animales pequeños huyen sin reparar en la amenaza que se cierne sobre sus cabezas.

También se dice que cuando los incendios empiezan a extinguirse, puede verse como algunos de esos pájaros recogen palos en llamas y tratan de generar nuevos focos en zonas aún indemnes. Hasta ahora no era más que una leyenda, una historia loca más propia de gentes del campo que de científicos modernos. Nos equivocábamos.

El tiempo tiene dos formas, dos ‘corrientes paralelas de actividad’. Una es el día a día, la vida cotidiana, el mundo prosaico y ordinario; la otra es el Altjeringa, el Tiempo de Sueño, un ciclo infinito, “más real que la realidad misma” donde surgen los valores, los símbolos y los aprendizajes de los hombres y las mujeres. Eso nos dicen los viejos relatos de los aborígenes australianos.

Si para los griegos, el fuego fue un regalo a los hombres de Prometeo, en el Tiempo de Sueño, según creen en el Territorio del Norte, fue un halcón el que nos dio el fuego y las brasas en un palo ardiente. Como podemos ver, la relación entre los pájaros y el fuego viene de largo en Australia. Sin embargo, durante décadas los expertos se han tomado la idea de que las aves puedan extender el fuego intencionadamente un poco a broma.

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Sí. Son ellos. (Matt Howard/Unsplash)

Injustificadamente, parece. En los últimos dos años, el ornitólogo Bob Gosford y el ambientólogo Mark Bonta han recogido numerosos informes etnográficos más antiguos y han realizaron varias entrevistas detalladas a bomberos forestales, aborígenes y académicos.

El artículo publicado en el Journal of Ethnobiology no presenta pruebas fehacientes (vídeos o fotografías) de este comportamiento; sin embargo, dibuja, por primera vez, un escenario verosímil sobre cómo hasta tres especies propagan incendios forestales con fines de caza. Tan verosímil, de hecho, que la comunidad ornitológica ha empezado a tomarse la idea en serio.

¿Puede ser esto un vector (desconocido hasta ahora) de la propagación de incendios forestales en todo el mundo? No lo sabemos. No hay duda de que queda mucho por investigar y está claro que el fenómeno debe estar muy localizado para no haber sido detectado con anterioridad. Sin embargo, dejan claro (otra vez) que nos debemos acercar a los saberes populares de forma abierta, exigente y rigurosa.

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