“Elige una vida, elige un trabajo, elige una carrera, elige una familia, elige un televisor grande que te cagas”. En el momento en el que un escritor norteamericano llamado Chuck Palahniuk estaba redactando un manifiesto burlón contra la alienación psicológica causada por la vida en la era capitalista, Danny Boyle le adelantaba por la izquierda plasmando un mensaje muy similar en la gran pantalla. Las famosas líneas que Irvine Welsh escribió en 1993 esperaron a 1996 para ver su adaptación cinematográfica. Y la gente lo flipó.
Pero, ¿qué queda ahora, en pleno 2016, de Trainspotting? Para empezar, una nueva edición de la película, con esa secuela de Renton, Sick Boy y Spud y los restos de su vida veinte años después que es T2. También las memorias de aquella furiosa juventud cargada de rabia y nihilismo a partes iguales, recuerdos de idiocia y de chutes que aparecen una y otra vez en el día a día y que han dejado unas cicatrices en sus cuerpos y mentes que no les permiten adaptarse del todo a los nuevos tiempos. No son gente normal, nunca lo fueron.
Pero lo más importante de todo, de Trainspotting ha quedado un legado cinematográfico que marcó para siempre la historia del cine, especialmente el independiente, y que sirvió tanto de referente como de catalizador de muchas cosas que entonces estaban sucediendo. En este video hemos preparado un viaje por el audiovisual de los años 90, por la parte más estimulante o, más bien, que mejor estaba representando el signo de los nuevos tiempos, las nuevas formas hechas por y para la juventud.
Se les ha llamado Generación MTV, y aunque muchos de ellos ni siquiera eran demasiado reconocidos en la cadena musical, el tiempo les ha ido poniendo en el lugar que se merecían. Spike Jonze, David Fincher, Michel Gondry, Mark Romanek, Anton Corbijn, Marc Webb, Jonathan Glazer… incluso Michael Bay. Unos más famosos que otros, la mayoría de ellos dio, después de formarse en el mundo de la realización publicitaria y del videoclip, el salto al cine.
Sus videos, los de los anuncios pero especialmente las producciones musicales, marcaron a los espectadores de la época gracias a la aceleración de las imágenes, los movimientos de cámara furiosos y un montaje ideal para personas con déficit de atención. Ejercicios de exhibicionismo formal como el que mostró Fincher en su paseo hogareño de La habitación del pánico, los saltos continuos de escenarios con los que le gusta manipular los planos de realidad a Gondry son ejemplos del carisma cinematográfico de esta generación.
Y Danny Boyle, que no fue realizador para la MTV, aportó el camino contrario. Con el mismo tipo de dirección exhibicionista y expresividad cromática buscó que su película, Trainspotting, se convirtiera en una galería de temazos. Sí, la historia de Trainspotting caló entre los adolescentes, pero más que eso, lo hicieron las canciones de Iggy Pop, de Blur, de Joy Division. Del presupuesto de la película, prácticamente la mitad de esos cientos de miles de libras fueron a pagar los derechos de reproducción de las canciones que aparecen en la peli.
Trainspotting es un videoclip larguísimo. Los CDs de la banda sonora eran un símbolo de adhesión a una corriente social, y Boyle lo sabía: usar la música, las canciones que todo el mundo amaba y sentía como propias, servía como una herramienta para cargar de significados añadidos a las escenas en las que aparecen, y así, por fin, una generación entera de personas, los mismos que escuchaban esas canciones, se vieron reflejados en el cine. De ahí que, lógicamente, tantos directores contemporáneos quisieran copiarle, aunque como podéis ver en el video que os hemos preparado, no todos supieron cómo había que hacerlo.