En la gran partida de ajedrez en clave geopolítica que se está jugando en estos momentos, una guerra, la de Ucrania, está sirviendo como lanzadera de movimientos inesperados entre los actores internacionales. Ayer contamos que Rusia había “practicado” con su botón rojo mientras Ucrania parecía “acercarse” a las tropas norcoreanas. Hoy es Pyongyang quien centra todas las miradas.
Una amenaza de largo alcance. Hace escasas horas, Corea del Norte llevó a cabo un lanzamiento, pero no uno cualquiera. Todo indica que se trata de un misil balístico intercontinental (ICBM) de récord, alcanzando una altura de más de 7.000 km y volando durante 1 hora y 26 minutos, en lo que se considera una clara demostración de poder ante la tensión por la participación de sus tropas en la guerra de Ucrania.
Funcionarios de Estados Unidos y Japón han confirmado la magnitud de esta prueba, indicando que el ICBM lanzado desde Pyongyang cayó en aguas fuera de la zona económica exclusiva de Japón, sin causar daños ni víctimas.
Los misiles. Según el ejército surcoreano, el misil se lanzó en un ángulo pronunciado para evitar sobrevolar Japón y cayó en aguas entre Corea del Norte y Japón. Lo cierto es que este tipo de prueba no es nueva para Corea del Norte, que ya había lanzado un ICBM el pasado mes de diciembre, el denominado Hwasong-18, además de otros misiles de menor alcance en el mes de septiembre.
Los servicios de inteligencia surcoreanos sugieren que sus “vecinos” podrían llevar a cabo más pruebas de largo alcance, e incluso otra prueba nuclear, en un intento por obtener ventaja diplomática ante posibles cambios en la administración estadounidense.
Reacción internacional y respuesta militar. Ante dicho lanzamiento, Estados Unidos y Corea del Sur no han tardado en reaccionar con preparativos para desplegar “activos estratégicos” en la región, incluyendo, al parecer, potenciales capacidades nucleares.
No solo eso. Parece ser que Corea del Sur ha implementado nuevas restricciones a la exportación de materiales críticos para la fabricación de misiles de combustible sólido en un intento de limitar el avance armamentístico norcoreano. De fondo, según el Consejo de Seguridad Nacional de Estados Unidos, un enfoque de Corea del Norte en desarrollar armas de destrucción masiva priorizándolo sobre el bienestar de su población.
El amigo ruso y la amenaza nuclear. Como hemos venido explicando estos días, el lanzamiento ocurre en un contexto de aparente cooperación militar reforzada entre Corea del Norte y Rusia. Hay numerosos informes que indican que alrededor de 10.000 soldados norcoreanos han sido enviados a Rusia, y 3.000 de ellos podrían estar listos para entrar en zonas de conflicto en Ucrania.
Corea del Norte, además, también parece haber provisto de municiones y misiles a Rusia, como parte de un acuerdo de defensa mutua establecido entre Kim Jong-un y Vladimir Putin. De ahí que las autoridades estadounidenses y surcoreanas hayan instado a Pyongyang a retirar sus tropas de la región y advirtieron sobre las posibles bajas de soldados norcoreanos en el conflicto.
La teoría. ¿Qué busca Corea del Norte con este acercamiento ruso? Es posiblemente la gran pregunta. Corea del Norte ha acelerado su desarrollo armamentístico y, tras la visita de Putin a Pyongyang, aseguró haber probado tecnología avanzada para lanzar múltiples ojivas nucleares con un solo misil. Aquí hay un nombre propio: el Hwasong-18 y ese desarrollo de misiles de combustible sólido (supuestamente más fáciles de mover y lanzar en comparación con los de combustible líquido).
Dicha afirmación parece subrayar la ambición norcoreana de fortalecer sus capacidades de disuasión nuclear y mejora armamentística. Con todo, Corea del Norte aún enfrenta desafíos tecnológicos, como demostrar su capacidad de lanzar un ICBM en una trayectoria plana y dominar la tecnología de reentrada atmosférica, crucial para que sus misiles alcancen efectivamente sus objetivos después de atravesar la atmósfera.
Imagen | Ryan Chan, Vietnam Mobiography
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