El éxito online de El Ministerio del Tiempo, la primera serie de televisión en alcanzar niveles de fiebre en Internet similares a los de las grandes series norteamericanas, ha servido para que parte del público se dé cuenta de que se pueden hacer las cosas de otra manera. ¿Cómo? Fijándonos en un modelo que no es el de HBO ni el de Netflix: el de las series británicas. Refugiados, coproducida por la BBC, sigue sus pasos. Y estos son sus referentes.
Los ministéricos, herederos del fandom del veteranísimo Doctor Who -ahora coproducido al alimón entre británicos y estadounidenses, aunque siempre bajo el control de la BBC- han abierto la puerta a un concepto de serie casi inédito en nuestro país: aquella que no intente contentar a todo el share a la vez y apueste por algo tan arriesgado, sobre el papel, como la ciencia-ficción y la fantasía. Refugiados ha seguido su estela con mayor éxito de público: 4,4 millones de espectadores en su primer capítulo. Dos series que miran al norte en vez de al oeste transocéanico y que ofrecen, por fin, algo distinto.
Algo que, en realidad lleva cociéndose décadas en otro modelo de televisión, el británico, que lleva generando su propia ficción sin tapujos con parámetros que a nosotros nos suenan completamente ajenos: pocos episodios, la trama por encima de todo y una factura impecable sin tener que hacer concesiones a lo que los comerciales creen que quieren los anunciantes. Un interés que hasta las productoras norteamericanas están adoptando poco a poco. Y empezamos con el mejor ejemplo: cuando Netflix decidió iniciar su producción propia, lo hizo adoptando un formato británico ya existente.
House of Cards
El ejemplo perfecto de la vigencia de la ficción británica: casi 25 años separan esta miniserie de cuatro capítulos de las andanzas de Kevin Spacey en la Casa Blanca. Cuando Frank Underwood le habla a la cámara no está inventando nada en la ficción política: Francis Urquhart, su antecesor británico, ya lo hacía. Y su nivel de maldad venía marcado por la realidad: su objetivo era sustituir a Margaret Thatcher, con un par de obras de Shakespeare debajo del brazo. "¿Cuál es mejor?" se ha convertido en un debate recurrente.
The Missing
La historia de un niño desaparecido en Francia ha sido la sorpresa de la temporada: ocho episodios para cerrar 2014 donde la paranoia y el miedo de un padre a Lo Peor que Puede Ocurrir se reflejan en cada aspecto de capítulos que tomarse como piezas de un puzle. Uno visceral y trágico, lánguido y furioso, multimedia e inquietante. Y que no te tendrá siete años esperando al resultado: cada temporada es un nuevo caso. ¿Al estilo True Detective? Es pronto para saberlo.
Fresh Meat
El problema de las series de amigos, desde Friends hasta Girls, es que todo el mundo vive a lo grande, y no. Fresh Meat recuerda a los televidentes algo más real y cercano: que cuando te fuiste de casa por primera vez compartiste un piso minúsculo con gente que, bueno, todavía no estaba completamente civilizada. Tú tampoco. El resultado es una comedia tan incómoda como cercana.
This is England
Aquí una serie sobre la Movida serían cuatro clichés musicales, algo de drama social de fondo, conflicto generacional con los abuelos y un niño repelente porque sí, todos desayunando muy bien. El Cuéntame ochentero británico trata directamente sobre la cultura skinhead y punk despojada de todo misticismo. Así que no, no esperes un Sons of Anarchy. Se inspira en la peli del mismo nombre y cuenta con dos temporadas (más una tercera en camino) duras como unas Martens con puntera de acero pateando cabezas.
Survivors
The Walking Dead es una serie sobre los supervivientes, no sobre los zombis. De acuerdo. Survivors no necesitaba esa excusa: era una serie sobre los supervivientes de una epidemia que había dejado un par de miles de personas sobre el planeta, con su propio Daryl Dixon devorando la pantalla. También era un remake de la original (de 1975) en el que se trataba lo que Robert Kirkman todavía no se atreve a tocar: qué tipo de sociedad saldría de algo así. Su cancelación tras dos temporadas todavía escuece.
Black Mirror
Cuando pasen unos años, nos daremos cuenta de que Black Mirror es la serie de terror más influyente de esta década. No sólo en televisión, sino en cualquier ámbito. Porque Charlie Brooker ha parido una antología de capítulos independientes en las que se trata un miedo del que aún no somos conscientes: la tecnología como horror cósmico, entidad lovecraftiana, instrumento deshumanizador. Facebook, las apps y los smartphones son los nuevos monstruos, y la sociedad de consumo actual su deidad oscura.
Dead Set
Brooker ya se anticipó a sí mismo con Dead Set, una miniserie que juntaba dos conceptos con un humor negrísimo: Gran Hermano y zombis. Si los realities son la renuncia última a la intimidad y la esfera social, qué puede haber mejor que coger a sus limitados concursantes y enfrentarlos a la metáfora perfecta de la humanidad perdida. Que dicho así suena transcendente, pero es pura comedia bruta.
Misfits
La antítesis de la fiebre superheróica. Cuando Heroes debutó lo hizo con un concepto simpático -gente normal adquiere superpoderes- pero que degeneró enseguida en los abismos de Smallville. Misfits, por su parte, decidió llevar esa idea al extremo: delincuentes juveniles de reformatorio adquieren superpoderes en una especie de versión carcelaria de los X-Men originales. Derrapó a partir de su tercera temporada, eso sí.
Shameless
La americana no, la británica. Lleva más de 10 temporadas, un buen récord para una serie inglesa, y por una sencilla razón: cada vez que se hartan de un personaje, lo eliminan en vez de devanarse los sesos para ver cómo exprimirlo más. El resultado es una serie que no ha perdido la frescura sin alejarse un ápice de la idea original, la vida en la cuneta como fuente de risas. Y sin censura.
Sherlock
No estoy seguro de que a estas alturas haya algo que añadir a la adaptación de Moffat y Gatiss del detective de Baker Street a la era de las redes sociales. Bueno sí, que es la culpable directa de que Martin Freeman y Benedict Cumberbatch estén en todas partes. Y que su deriva hacia la comedia ligera es la mejor defensa de que todos los personajes de ficción deberían pasar cuanto antes a dominio público. Y que la cuarta temporada no empieza a filmarse hasta 2016, con lo que hay que administrarse bien sus nueve capítulos.
Spaced
Así se abre el siglo XXI, reventando en un puñado de capítulos todo lo que creías saber sobre el funcionamiento de las sitcom. Pero claro, es lo que pasa cuando cada vez que juntas a Edgar Wright, Simon Pegg y Nick Frost: ¿te gustaron Shaun of the Dead, Hot Fuzz/Arma Letal o Bienvenidos al Fin del Mundo? Tienes que ver Spaced. ¿No te gustaron? Tienes que ver Spaced.