En la actualidad pensamos en la pausa para el café como ese respiro en mitad de la jornada laboral en la que despegar la nariz de la pantalla, estirar las piernas y darle un poco de descanso al cerebro mientras degustas una deliciosa taza de café y la cafeína obra su pequeño milagro químico.
Sin embargo, tal y como comenta el periodista experto en café Michael Pollan en el podcast Gastropod: "El capitalismo y la cafeína van de la mano. Si quieres alguna prueba de ello, basta con conocer el origen de la pausa para el café". Spoiler: si pensabas que era una forma de escaquearte durante 15 minutos, te equivocas. Tu jefe está encantado de que la hagas.
La guerra trajo el descanso
Tal y como relata The Atlantic en la reseña del libro ‘Coffeeland’de Ausgustine Sedgwick, durante la Segunda Guerra Mundial, la mayoría de los jóvenes en edad de trabajar se enviaban al frente. A Phil Greinetz, propietario de la fábrica de corbatas Wigwam Weavers en Denver, no le quedó más remedio que contratar a los hombres que quedaban disponibles en los alrededores: demasiado mayores o enfermos como para ir a luchar.
Greinetz no tardó en darse cuenta de que esos operarios no tenían la destreza y resistencia de los jóvenes, por lo que, como en muchas otras empresas, comenzó a contratar a mujeres para hacer el trabajo en los telares que antes hacían los hombres.
De nuevo, el empresario se dio cuenta de que las mujeres, aunque eran más habilidosas manipulando las corbatas, no aguantaban el ritmo de las duras jornadas de trabajo manejando los telares, y daban muestras de cansancio bajando la productividad a medida que iban pasando las horas.
Ante esta situación, Phil Greinetz reunió a toda su plantilla para abordar el problema. Las empleadas le sugirieron poder descansar durante 15 minutos en mitad de su turno de trabajo para así recuperar las fuerzas y, ya de paso, tomar una revitalizante taza de café para recuperar el ímpetu. Dicho y hecho.
El empresario habilitó una zona de descanso con asientos y lo necesario para que los empleados se prepararan una taza de té o café. ¿Encuentras alguna similitud con los lugares de trabajo actuales?
Los resultados fueron visibles de forma inmediata. Tras la pausa, las empleadas volvían al trabajo con energías renovadas y la mantenían durante el resto de la jornada. Se implementó en todos los turnos y se les reconoció el derecho a ese descanso. El problema es que ese tiempo no se les pagaba, ya que, según el empresario, mientras que estaban descansando y bebiendo café, era tiempo que no trabajaban.
No fue hasta 1955 cuando un inspector del Departamento de Trabajo de los Estados Unidos se presentó en la fábrica de Greinetz y se enteró de que ese tiempo de la jornada laboral no se les pagaba, aunque se les obligaba a parar para volver a recuperar la productividad tras el descanso.
El funcionario argumentaba que, desde que las empleadas comenzaban su jornada, todo el tiempo que permaneciera en su empresa, se les tenía que pagar. Estaban generando beneficios para ella.
Ante la negativa de Phil Greinetz de pagarles por ese tiempo de descanso, el caso llegó a los tribunales, tal y como recoge una crónica del diario Time de la fecha. El juez federal Jean S. Breitenstein dictaminó lo siguiente: "Son personas mayores que necesitan este descanso para poder trabajar, pero no hay razón para que Greinetz pague por ello".
Sin embargo, no contento con ello, el Departamento de Trabajo apeló la sentencia ante la Corte Federal de Apelaciones, donde en 1956 se dio la razón a los empleados.
El tribunal explicó en la sentencia que: "los períodos de descanso eran para beneficio mutuo de los empleados y el empleador. Se adoptó la sugerencia de los empleados para los períodos de descanso de quince minutos; que al principio era opcional para los trabajadores, lo tomaran o no, pero cuando el empleador vio los resultados beneficiosos, los dos períodos de descanso fueron obligatorios".
A partir de entonces, las pausas de 15 minutos para el café pasaban a formar parte de la jornada laboral y estaban remuneradas argumentando que "en cuanto entran por su puerta, están cumpliendo su tiempo de trabajo".
La publicidad sembró la semilla
Pese a lo evidente de que las empleadas de la fábrica necesitaban descansar para seguir adelante con la jornada laboral, ¿de dónde sacaron la idea tomarse un café mientras hacían la pausa?
La respuesta la tenemos en una campaña publicitaria de la Pan-American Coffee Bureau (Oficina Panamericana del Café) una asociación de comerciantes de café de Centroamérica que había popularizado la expresión Coffee Break (pausa para el café) con el eslogan comercial "Give yourself a coffee-break … and get what coffee gives to you", es decir "Tómate una pausa para el café... y recibe lo que el café te da".
Influenciadas por esa campaña publicitaria, las empleadas relacionaron la pausa para descansar, con el hecho de tomar una taza de café. Sin querer, habían dado con la combinación perfecta para incrementar la productividad.
Con ese descanso, tanto el cuerpo como el cerebro bajan su intensidad, lo que repercute recuperando su capacidad. Si además se aprovecha ese momento para “no hacer nada” y mantener la mente en blanco, el beneficio a nivel cognitivo es todavía mayor, según publica Scientific American.
Según una reciente revisión sistemática, la cafeína del café contribuye a estimular la actividad cognitiva del cerebro, y activa la acción de la dopamina y los efectos positivos que este neurotransmisor sobre la mejora la memoria ejecutiva, la atención y la concentración.
Imagen | Pexels (Andrea Piacquadio), Flickr (Mid-Century Press)
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