¿Qué hacíamos en 2006 para ver películas como Hannah Takes the Stairs o Red Road, eso que llamábamos cine indie, en pleno apogeo comercial? El cine del barrio no se dignaba a traerlas, y tenerlas en el radar no era lo más fácil del mundo.
El cine "independiente" ya tuvo su zarandeo cuando, en los 50, los cahieristas no establecieron distinciones entre modelos mainstream y auteur. Hasta que llegó Truffaut y sentenció que, bueno, tal vez sí, su obra tendía al academicismo.
Al espectador medio le daba igual. Apenas tenía acceso a ese cine, y no podía elegir qué ver y cuándo más allá de la draconiana oferta impuesta por las distribuidoras modelo.
Una retrospectiva
Viajemos a 2008. Cada día se consumía más televisión (217 minutos en 2006, 223 en 2007 y 227 en 2008), una tendencia que comenzó a decelerar en cuanto el VOD se impuso. La televisión también invirtió más en cine: en 2006 se emitieron 9.717 largos en tele pública. En 2008, 14.542. Otra cantidad que decreció en cuanto el VOD comenzó a ganar terreno. El patrón era claro.
Porque, mientras los datos se antojan muy positivos, al otro lado el Observatorio Audiovisual Europeo también hablaba de otro crecimiento exponencial, el VOD, o vídeo bajo demanda. A finales de 2008 el número de servicios de VOD europeos alcanzaba la cifra de 396 ofrecidos por 366 operadores.
Un año después la cifra ascendía a 696 servicios. Y aunque esta cantidad terminaría por descender, lo haría para centralizar servicios y ganar masa muscular respecto a la oferta y calidad de streaming.
Porque, nos pongamos como nos pongamos, y si obviamos las bibliotecas públicas colgando sus hemerotecas digitales, el parque del streaming en España era desolador. Malos servicios, peores infraestructuras y las dichosas limitaciones de los proveedores por los celos respecto al uso de ancho de banda y abuso de interconexiones. Por suerte llegó la innovación tecnológica, la fibra, los paquetes de datos y los "tratados de paz".
Una década de cambios radicales
En 2013 abría camino el periodista Dan Gillmor para The Guardian relatando su cambio personal: cómo la tecnología había cambiado sus hábitos de consumo televisivo. De los DVR para grabar el programa y pasar los anuncios a toda prisa con el mando, al alquiler de DVD’s, y de ahí, al VOD. Sin anuncios, sin esperas, el streaming comienza a reproducir dos segundos después de pulsar el botón de play.
Hoy los televisores son proveedores de contenido, son plataforma, como en su día el walkman era un soporte par reproducir cintas de audio. Por supuesto, los estrenos multitudinarios siguen siendo una necesidad para la industria. Solo hay que echar un ojo a Box Office Mojo para entenderlo: la cartelera urge de estos hitos millonarios para sobrevivir a sus apuestas megalómanas.
Nadie entendería ver la próxima Guardianes de la Galaxia el mismo día de estreno desde una app de streaming, sin los cartones de palomitas XXL, el bullicio popular entre colas de espera y el hype previo. Pero, ¿qué podemos decir de todas esas películas de festival abandonadas en la cuneta?
Cuando la transmisión por internet comenzó, los principales líderes eran tachados de parias. Fuera de España, nombres como Roy Price , Reed Hastings o Marc Randolph tenían claro que el modelo blockbuster acabaría desapareciendo por algo más íntimo, rápido e inmediato. Y así fue. La cadena multimillonaria quebró y los tres nombres de arriba fundaron sus imperios del VOD. Ni siquiera eran expertos en cine, sino informáticos y matemáticos.
Hoy día, no solo está cambiando la forma en la que consumimos productos audiovisuales. Está cambiando la forma en la que se fabrican: series a 15 millones de dólares por capítulo y películas de 20 millones creadas a sabiendas que nacen únicamente para satisfacer a un nicho específico de espectadores. Esto obliga a ser más competitivos, a hacer más atractivo el catálogo, y a rediseñar la estrategia escuchando siempre la opinión del espectador.
Un VOD personalizado
Vayamos un paso adelante y pensemos, ¿cuáles son las películas favoritas de David Lynch, de Martin Scorsese o Ken Loach? Ellos las repiten como letanías en anodinas entrevistas. Los fans más avezados componen sus playlists en IMDb, Filmaffinity o Letterboxd. Pero tener una colección con todas ellas, a golpe de click, le da una nueva dimensión a esa exposición habitual.
Propuestas que, en el caso de Filmin, son bastante utilizadas: un 11% de los usuarios se queda viendo las películas desde las colecciones, frente a un 10% desde redes sociales, un 9% desde las recomendaciones y hasta un 14% haciendo búsquedas por Google recurriendo con frecuencia a cupones de alquiler.
Pero el amante de cierto cine también es amante de cierta forma de consumirlo: analógico, en salas con pases tardíos, revisionando. Mientras que las series estaban destinadas a triunfar en VOD porque, al fin y al cabo, es el hábitat natural de la TV.
Los largometrajes, las sesiones de cortos, los documentales más censurados y películas mayores de directores menores nunca han tenido un marco ideal. ¿Festivales? Claro, pero esto es solo un aspecto social de una afición doméstica. Si algo ha demostrado el éxito del VOD es que no hay conservadurismos que valgan: mejor disponer de una peli en SD con dos clicks, desde la legalidad y un buen soporte, que no tener, simple y llanamente, la opción de verla.
¿(Por)qué es Filmin?
Para los más despistados, Filmin es una plataforma de cine online enfocado al cine de autor independiente, a todas esas series europeas que se quedan fuera del radar mainstream, a todos esos cortos o pilotos por los que el circuito comercial no apostaba. Una especie de Galia para amantes devotos de eso que llaman séptimo arte.
Filmin nació en 2006 con el apoyo de las principales distribuidoras de cine independiente: El Deseo, Golem, Tornasol, Vértigo Films, Versus Entertaiment o Cameo. El resultado de un montón de distris hastiadas de ver como propuestas interesantes no pisaban moqueta roja. El sueño de ver ese "otro cine" bajo las mismas condiciones —soporte, calidades, celeridad de distribución— que el cine comercial. En 2007 aterrizó la versión web. Y tras cuatro años de pruebas y ensayos, en junio de 2010 se relanzó la web, con el branding actual.
Desde entonces, Filmin no ha parado de crecer. En 2011 llegó la app para iOS y unos meses después la versión para Android y Smart TVs. En 2013 se añadió compatibilidad vía streaming con toda la familia de dispositivos Chromecast. En 2014 apareció la app a PlayStation 3 y PlayStation 4, a las distintas Android TV y Apple TV en 2015. En 2016 la plataforma aterrizó en Portugal y en territorios como México a través de FilminLatino.
Un catálogo que, desde hace unos meses, se ha convertido en una de las mejores bazas de contenido para Vodafone TV. Gracias a un acuerdo que permite al primero entrar de lleno en la oferta de pago de la plataforma, y a la segunda lograr un catálogo exclusivo y no lleno de blockbusters clonados.
En la actualidad, Vodafone TV cuenta con los más de 10.000 contenidos de Filmin, el 90 por ciento exclusivos, con más de 7.000 películas independientes, 200 series —incluyendo clásicos infantiles— y un buen puñado de documentales gourmet. Un paso audaz para la plataforma.
Entretanto, a nivel industria, Filmin desarrolló su propio festival, el Atlántida Film Fest. En 2011 nacía MyFrenchFilmFestival. Unos meses más tarde, la Mostra de Venecia inauguró en 2012 la Sala Web y poco después surgió el Festival Scope, portal online donde igual se emiten películas que se ponen en contacto profesionales de la industria. El Atlántida Film Fest fue creciendo en forma y volumen asociándose al festival Sónar, a Sitges, a plataformas telecos como Vodafone o distintos certámenes de cortos y online.
Nada novedoso, en apariencia, de no ser por dos máximas. La primera es que Filmin se distancia del resto de plataformas VOD por una base fundamental: no es en sí misma creadora de contenidos, por tanto, no compite con los estudios cinematográficos, sino que lucha por los derechos de cine que abarca más de un siglo de lanzamientos.
Desde ‘El viaje a la Luna’ (Georges Méliès, 1902), clásicos enterrados como ‘La Carreta Fantasma’ (Victor Sjöström, 1921) hasta la reciente ‘Holiday‘, de Isabella Eklöf (2018), una de las cintas más perversas del año.
La segunda máxima reside en la propia permeabilidad con la actualidad del cine, sea el Atlàntida Film Fest 2018 o Cannes, Toronto, Sundance, Sitges o San Sebastián, incluyendo un blog con voces expertas, hasta la forma de entender la realidad que nos rodea —esto incorpora todo tipo de bromas veladas, memes, y chistes recurrentes—.
El éxito no tiene nombre propio
Que una cinta se convierta en un éxito viral no atiende siempre a los mismos condicionantes. Pero sí precisa de la misma mecha: una oportunidad. Con Internet como ventana de distribución, son muchas las películas que han triunfado en Filmin sin previo paso por los cines, o con un estreno limitado.
En este 2018 ha destacado Eugenio, documental sobre el popular cómico que se pudo ver en Filmin en paralelo a su programación por parte del festival DOCSBarcelona. Estuvo en la plataforma durante un mes convirtiéndose en pocos días en el documental más visto del año. Su estreno en cines está programado para octubre. Un fenómeno similar se vivió con La teoría sueca del amor, del documentalista Erik Gandini, distribuido por DOCSBarcelona.
Los arqueólogos de ese cine que no pisa salas de estreno siempre han tenido que bregar con la copia VHS, con la copia descatalogada in extremis, el pase privado en garajes, ciclos en cinetecas y círculos de arte brumosos. Mejor que la copia ilegal, desde luego. La existencia de Filmin satisface esta necesidad, convertido en la actualidad en miembro clave del EUROVOD.
En 2011, Filmin estrenó Diamond Flash, primera película de Carlos Vermut por la que nadie hasta entonces había apostado. Al poco tiempo se convirtió en fenómeno de culto. Hizo tambalear ciertos cimientos y, con su segunda película Magical Girl, Vermut ganó la Concha de Oro en San Sebastián. Algo similar sucedió con Distopía, la serie que nadie quiso comprar, esa especie de Black Mirror patria, y que Filmin dio a conocer al mundo.
Fotograma de 'Magical Girl' (Carlos Vermut, 2014)
Mientras en el resto del mundo Les Films du Losange luchaba por distribuir Nymphomaniac, en España la cinta completa se convirtió en una de tantas inéditas. Fue Filmin quien estrenó el montaje del director, logrando un importante éxito. Y, como estos casos, 21 (Rob Zombie, 2016) o Kaleidoscope (Rupert Jones, 2016), las festivaleras Porto (Gabe Klinger, 2016), Gang Band (Eva Husson, 2015), The Lure (Agnieszka Soczynska, 2016), Animals (greg Zglinski, 2017) o la reciente Out (Denis Parrot, 2018).
Películas de postrimerías, en la periferia de los festivales, raras avis condenadas a desaparecer sin estreno en cines, renacidas por obra y gracia del VOD. Películas que, por fin, se reúnen en un espacio virtual para convivir a placer de un agente capital: todos aquellos que somos fans, sin distritos estancos ni clichés demodé, del cine.
Imagen de cabecera | Holiday (Isabella Eklöf, 2018)
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