Es una de las grandes historias geopolíticas del año: de la noche a la mañana, Estados Unidos se ha vuelto un país proteccionista. Lo hizo hace algunas semanas cuando declaró gravosos aranceles a la importación del acero y del aluminio con objeto de propulsar la producción nacional. En su momento, fruto de las presiones, la Unión Europea, Canadá o México, entre otros, esquivaron los extraordinarios impuestos. En unas horas, Trump debe decidir si la situación cambia o no.
El deadline. La Administración Trump introdujo los aranceles a principios del mes de marzo. A priori, sólo Canadá o México, previa renegociación de NAFTA, quedarían al margen de la política. Sin embargo y de forma excepcional, la Unión Europea y otros grandes socios obtuvieron una "excepción temporal" que les permitiría seguir comerciando con Estados Unidos con la habitual normalidad (y libertad). El plazo expira mañana: Trump tiene un día para decidir si lo hace permanente.
Qué espera la UE. A esta hora no está claro cuál será el resultado de las deliberaciones. Las negociaciones entre los estados miembros de la Unión Europea (incluido Reino Unido) y Estados Unidos, dirigidas por Wilbur Ross, Secretario de Comercio, no han ido demasiado bien. Los 27 sólo negocian sobre la base de una "permanente e incondicional" excepción a los aranceles, lógica premisa que, por su parte, deja escaso margen de negociación para Estados Unidos.
Qué opina EEUU. Dentro de la Administración Trump vuelve a imperar el caos, como es habitual. Hay divisiones claras entre los free traders y quienes han hecho suyas las premisas proteccionistas que empujaron la elección del actual presidente. Para estos últimos, decretar demasiadas excepciones podría permitir a China, el enemigo de fondo de la guerra arancelista, seguir introduciendo su acero (mucho más barato) dentro de Estados Unidos.
Las opciones posteriores. Ahora mismo, a escasas horas de que las excepciones a sus grandes socios comerciales caduquen, Trump tiene dos opciones: alargarlas y mostrar que las teóricas amenazas de EEUU caen en saco roto, o cortarlas de raíz, abrir oficialmente la guerra comercial y esperar a que la Unión Europea y el resto de socios impongan sus propias políticas proteccionistas. La Comisión tiene claro que así será, y que la guerra se librará con todas las consecuencias.
Las consecuencias. El pulso de Trump se dirige hacia China, aunque el carácter simbólico del acero en Estados Unidos haya impuesto un arancel quasi universal a su importación. Hace un mes anunció la introducción de miles de impuestos especiales a los productos chinos, a lo que China respondió con otros tantos a productos estadounidenses. No está claro que los aranceles puedan reactivar el sector del acero en el corto plazo, pero sí se sabe que puede perjudicar (y mucho) a otras industrias.
Las consecuencias generales para la economía mundial sí son claras: incertidumbre, líneas de producción y suministro que se verán radicalmente alteradas y, junto a ello, precios más caros.