Todo lo que sabemos sobre los géneros es relativo: el rosa era un color de chicos hace 80 años

Todo lo que sabemos sobre los géneros es relativo: el rosa era un color de chicos hace 80 años
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Pues sí, vestían de rosa y les sentaba como un guante, oye. El rosa es más fuerte, más decidido, más de chicos. En cambio, el azul, que es un color suave, amable, como de tarde de domingo en primavera, solo puede ser un color de chicas. Está claro. O al menos, eso decían casi textualmente los expertos en moda de bebé de hace 80 años.

El debate del sexismo implícito de los colores, las lecturas o las actividades extraescolares vuelve, como todos los años, con los juguetes de Navidad. Lo que solemos obviar es que, en realidad, es una moda muy reciente que nos habla más de lo que somos ahora mismo y de nuestra incapacidad para generar alternativas que de la historia y la tradición.

Los niños con los niños y las niñas con las niñas

Al menos, eso decía Fernando Esteso hace años. Hoy por hoy, nos hacemos otras preguntas: ¿Por qué un niño no puede jugar a coser o hacer vestidos cuando el segundo hombre más rico del mundo se dedica a la moda? ¿Por qué una niña no puede jugar al fútbol, hacer aeromodelismo o dedicarse a los toros si las iberoamericanas más influyentes son futbolistas, ingenieras aeroespaciales o toreras? En nuestro repaso de los clásicos navideños, nos hemos encontrado de nuevo con el debate sobre el sexismo (implícito o explícito) de los juguetes. Pero, en realidad, va más allá de los juguetes.

Es un debate profundo sobre cómo la sociedad modela a sus ciudadanos desde la más tierna infancia. Un debate muy intenso y vivo que toca de lleno en uno de los temas calientes del mundo actual: la igualdad de género. Pero lo curioso es que, pese a las apariencias, no hay nada de histórico ni tradicional: de hecho, alguna de estas prácticas sobre las que discutimos son muy muy recientes. El ejemplo más llamativo de todo esto es el de los colores rosa y azul.

Una moda "muy" reciente

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Personalmente, esta imagen me encanta. Es una fotografía de Franklin Delano Roosevelt (presidente de los Estados Unidos, creador del New Deal y una de las figuras clave en la Segunda Guerra Mundial) cuando tenía 2 años y medio.

En 1884, según cuenta la historiadora Jo B. Paoletti, las normas sociales de Nueva Inglaterra dictaban que hasta los seis o siete años la moda era unisex. Y no sólo en Nueva Inglaterra, Paoletti ha escrito todo un libro dedicado a explicar cómo el azul pasó a ser un color de chicos y el rosa, uno de chicas.

Durante siglos, los niños pequeños vestían de manera unisex hasta los 6 ó 7 años

Es curioso porque, para nosotros, la diferenciación entre sexos desde, casi, el mismo momento del nacimiento es algo "natural". Pero no lo es. Durante siglos, los niños hasta que cumplían los seis años solían ir vestidos de blanco y llevaban un corte de pelo poco específico de su género.

Pero en algún momento determinado, a principios del siglo xx, los colores que ya se manejaban en el siglo XIX, empezaron a ser usados para diferenciar sexos. Digo 'empezaron' y digo bien porque tardamos algunas décadas en ponernos de acuerdo.

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Si nos fijamos en las 'muñecas de papel' de la década de 1910, veremos que no hay rastro del color rosa. En 1918, el Bebés y Más de la época, Earnshaw decía que "La regla generalmente aceptada es que el color rosa es para los chicos y el azul, para las niñas. La razón es que el rosa es un color más decidido y fuerte, más adecuado para el niño; mientras, el azul, más delicado, es más bonito para la niña".

En muchos lugares, la moda a principios del siglo XX era clara: los niños van de rosa

En 1927, la revista norteamericana Time hizo una encuesta entre los principales grandes almacenes del país sobre qué era lo que se llevaba en ese momento. Y sorpresa: en Boston, Nueva York y Cleveland vestían a los niños de rosa.

En Europa, pasaba algo parecido. Países como Bélgica, Suiza y parte de Alemania también vestían a los niños de rosa y a las niñas de azul. De hecho, Eva Heller explica en su libro Psicología del color que en Alemania el uso actual surgió en los años 20 y no se generalizó hasta la década de los 70. En EEUU, según Paoletti, se generalizó en los años 40.

¿Por qué pasó esto?

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Evidentemente, el uso del blanco en los bebés no se debía a que antes de la Primera Guerra Mundial viviéramos en una Arcadia no sexista, sino a una cuestión puramente práctica. Los paños de algodón o lino eran muy usados y tienen esa 'tonalidad' (sin necesidad de teñirlos).

¿Por qué cambió esto? La asignación concreta del rosa a las niñas y el azul a los niños parece que se produjo por 'contagio cultural'. Pero el fenómeno en sí, pasar de la ropa unisex a la diferenciación temprana de géneros, podríamos adjudicarlo a dos cosas que aparentemente tienen poco que ver.

La accesibilidad de los tintes y la bajada de la mortalidad infantil fueron fundamentales en este fenómeno

Por un lado, las últimas décadas del siglo XIX y la primera parte del XX fueron especialmente fructíferos en el desarrollo químico-industrial y eso se manifestó en la creación y popularización de una amplia variedad de tintes.

Por el otro lado, la bajada de la mortalidad infantil. Cosas como la pasteurización de la leche hicieron que se redujera hasta tres cuartas partes la mortalidad infantil. Esto, como hemos hablado en otras ocasiones, hizo que el valor social de los niños cambiara radicalmente.

En ese momento, y perdonad si suena descarnado, merecía la pena invertir económica, educativa y emocionalmente en los niños pequeños. Y, en general, los niños pequeños pasaron a tener un papel social relevante. Así, la sociedad se dispone a comenzar a formar a los niños desde pequeños. A adelantar la formación que antes, por regla general, se dejaba para más tarde por una cuestión puramente pragmática.

Oportunidades perdidas y dejadas perder

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En el mundo de la psicología infantil se suele decir que "los niños no dejan de aprender ni un segundo". Todo son ensayos, pruebas, errores, exploraciones... En realidad, todos estamos aprendiendo constantemente, pero esos primeros años (cuando se configura lo que somos) son años fundamentales.

Es casi un lugar común: cuánto antes aprendemos algo, cuántas más repeticiones y ensayos hacemos, cuánto más tiempo vemos el mundo a través de las categorías de eso que hemos aprendido mejor hasta convertirlas en partes importantes de nuestra propia identidad personal.

Por eso tiene sentido tener juguetes de niños y juguetes de niña en un mundo donde los roles de género son muy marcados y el éxito de los niños depende en parte de su adaptación a esos roles. Hay cierta 'beneficencia procreativa' que hace a los padres, a la familia y a la sociedad seleccionar (y educar) a los niños para que sean lo mejor que puedan ser (desde el punto de vista de esos padres, esa familia y esa sociedad). Y contra ese imperativo ético no se puede defender que no se eduque, sino que hay que ofrecer alternativas.

Quizá el verdadero problema es ese: que, hoy por hoy, no existe un programa definido. Se quiere una sociedad menos sexista, pero como explicaba Carolina del Olmo, no sabemos cómo hemos de educar a los niños. Al denunciar el sexismo implícito de las "cosas de niños", nos quedamos sin la práctica tradicional, pero no tenemos una práctica para sustituirla. Es decir, por lo que sabemos, la única forma salir del problema es ofrecer otros juguetes, otros colores, otras actividades. Porque los niños son esponjas que no van a dejar de aprender lo que les ofrezcamos.

Imágenes | Michael Coghlan, Universidad de Maryland, Winterthur Museum and Library

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