España gusta. Y cómo no va a gustar, entre el clima mediterráneo, la cultura y la gastronomía muchos turistas que vienen a España desean quedarse a vivir (ya hay más de 600.000 británicos viviendo en España, por ejemplo). Y qué me dices de la cornisa cantábrica y de Galicia: ese verde, esa gastronomía y esa tranquilidad. Tampoco podemos olvidarnos de nuestra herencia cultural milenaria que nos ha dejado joyas como la Alhambra y la invención del turismo con el Camino de Santiago.
Esa es la imagen positiva que proyecta España al resto del mundo. Y todo ello es más o menos cierto. Sin embargo hay zonas de nuestro país en las que no se corresponden con esa realidad idílica. No hablamos aquí de desigualdades sociales y de los olvidados de la economía moderna, sino simple y llanamente de contaminación.
La contaminación de nuestro entorno es una realidad que la sociedad acepta con resignación como un mal menor en pro del crecimiento económico y del estado de bienestar. Sin embargo, la realidad es muy distinta. El aumento de la contaminación se corresponde con un aumento de la incidencia de determinadas dolencias como el cáncer y algunas enfermedades del sistema reproductor, especialmente en las áreas más contaminadas.
Por ejemplo, el Registro Estatal de Fuentes Contaminantes, EPER, que recoge los datos proporcionados por las 2.159 industrias más contaminantes de España sobre 44 sustancias peligrosas, reconoce el vertido de 1.219.709 toneladas de estos contaminantes al agua cada año. Todo ello genera unos mapas muy diferentes a los que dan en las oficinas de turismo.
No tenemos casi centrales nucleares, pero sí radiactividad
Aunque España no sea un país con una larga tradición nuclear (sólo tenemos seis centrales nucleares activas), la radiactividad está más que presente en nuestro territorio. Y en contra de lo que podríamos pensar, las zonas con más radiactividad no están cerca de las centrales nucleares, ni de las instalaciones nucleares (cementerio, fábrica de combustible). Las zonas con más radiactividad se encuentran alejadas de las centrales activas, y son el sur de Galicia, el sur de Castilla y León, el norte de Extremadura y Madrid. El culpable es la presencia del radón, un gas radiactivo que se origina de manera natural a partir del uranio del subsuelo.
El radón es un gas radiactivo sin color ni olor que se da de forma natural de la desintegración de elementos radiactivos, como el uranio, los cuales están presenten en distintas cantidades en el suelo y las rocas, especialmente en las de componente granítico. Según la OMS, se estima que la proporción de los casos de cáncer de pulmón atribuibles al radón con respecto al total varía entre un 3% y un 14%, en función de la concentración media de radón en el país correspondiente.
El peligro está sobre todo en nuestras casas, pues algunas construcciones usan materiales con elementos contaminados para las paredes y en los sótanos. Para evitar una posible contaminación basta con ventilar a menudo las habitaciones, especialmente sótamos y garajes, pues el radón es un gas pesado.
Respira hondo, o mejor no
La calidad del aire es otro elemento que influye negativamente en nuestra salud. Aquí no hay misterios: las grandes ciudades se llevan la palma del aire más contaminado, como puedes ver en este mapa interactivo. Cuántos más seamos en una zona y más nos movamos en coche y haya más industria, más contaminación. Las ciudades costeras con grandes puertos, como Barcelona, Valencia, Bilbao o Algeciras, suelen tener el aire más contaminado que las ciudades con puertos más pequeños.
Al tráfico de los propios barcos y de la ciudad, hay que añadir el tráfico rodado que genera la actividad portuaria y la industria adyacente. El interior no se queda atrás, como Madrid, rodeada de un importante tejido industrial. De hecho, basta con ver cómo las zonas con mayor producción de CO2 (no contaminante en sí, pero que delata una presencia industrial muy elevada) coinciden con el tejido industrial.
El desarrollo industrial tiene un precio
Según Greenpeace, "desde que comenzó el desarrollo de la industria química se calcula que se han producido y diseminado en el medio ambiente aproximadamente 100.000 nuevas sustancias químicas." Aquí, los principales puntos de concentración de industrias químicas están en Tarragona (el 25 % de la producción total española), la comarca del Bages (Barcelona), Huelva y Campo de Gibraltar. La concentración de industrias químicas al rededor de Madrid (Alcalá de Henares, Aranjuez, Getafe) contribuye sin duda a su mala calidad del aire.
Mención aparte se merecen las refinerías. España cuenta con una decena de refinerías, en su mayoría de Respol y CEPSA, y todas situadas estratégicamente en las costas (Tenerife, Tarragona, Cádiz, A Coruña, etc.) salvo la de la Puertollano. Aquí, además de la contaminación del aire (más que evidente para todos los que viven cerca de una refinería) hay que tomar en cuenta los vertidos. La mayor parte de los derrames de crudo ocurren en operaciones de rutina, carga y descarga que tienen normalmente lugar en puertos o terminales petroleras.
En esas operaciones los derrames son pequeños: el 90% de ellos las cantidades derramadas no superan las 7 toneladas, mientras que los vertidos de más de 700 toneladas (las mareas negras) suponen tan sólo algo menos del 3% del total de los vertidos a nivel mundial.
Mención especial para las costas gallegas, que se han llevado seis mareas negras en los últimos 40 años. De las casi 20 mareas negras que sufrió España en ese periodo de tiempo, tres de ellas están en el top 20 de las más dañidas de la historia a nivel mundial. Caso aparte se merece el Campo de Gibraltar que sufre las consecuencias del bunkering practicado en Gibraltar en la bahía de Algeciras.
El bunkering es el abastecimiento y repostaje de los buques en el mar. Se realiza a diario a través de un buque-tanque que se pega al costado del barco que va a repostar y al que traspasa el combustible a través de una serie de bombas. Es una actividad legal en alta mar. La bahía de Algeciras no es alta mar, pero la falta de regulación hace que todo el mundo mire hacia otro lado. Y como la mayoría de los vertidos se hacen en operaciones sencillas, puedes imaginar lo que ocurre en una zona en la que pasan 100.000 barcos al día y en la que Gibraltar almacena hasta 300.000 toneladas de combustible en gasolineras flotantes.
Por su parte, WWF/Adena ha identificado 6 zonas de alto riesgo de accidente con marea negra: Costa de Galicia, Costa de Tarragona, Castellón, Islas Baleares, Costa de Cartagena, Mar de Alborán, Estrecho de Gibraltar e Islas Canarias.
Pero las industrias metalúrgicas, químicas y petrolíferas no son las únicas responsables: las cementeras, y especialmente las que queman residuos, contribuyen a crear un mapa de España muy diferente al que estamos acostumbrados a ver. Así,e l epidemiólogo López Abente mostró en un estudio, presentado en el vigésimo congreso mundial de epidemiología, el exceso de mortalidad por cáncer en los pueblos españoles cercanos a cementeras. En estos municipios, el riesgo de morir por cáncer colorrectal es un 10% mayor que en los pueblos situados a más de cinco kilómetros, en el caso de las mujeres, y un 7% mayor en los hombres.
Contaminación por ganadería intensiva
No todo va a ser jamón de Jabugo. La ganadería intensiva, especialmente de cerdos y aves, genera también una contaminación nada desdeñable, empezando por las emisiones de CO2. Genera más del 14 % de las emisiones de efecto invernadero causadas por el hombre, según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación (FAO).
Claro que no toda la ganadería intensiva es necesariamente contaminante. Según el informe "Enfrentando el cambio climático a través de la ganadería (FAO, 2013)", se estima que las emisiones podrían reducirse hasta un 30 % si se extendieran las mejores prácticas y tecnologías ya existentes.
También se suele señalar a las granjas de cerdos y aves por ser responsables de la contaminación de las aguas subterráneas. La cuenca del Ebro es una de las regiones de España con más granjas de este tipo y en 2013 el 30% de las aguas subterráneas de Cataluña estaban contaminadas por nitratos. No es que la granja per se contamine, sino que en algunos casos la mala gestión de sus residuos, y en especial de los purines, provoca una contaminación acuífera.
Sobreexplotación acuífera o cómo beber más de lo que tienes
El agua, justamente, no es algo que abunde en España. De hecho, especialmente en el sur y en las islas hay una sobreexplotación acuífera (cuando la extracción de agua del subsuelo se realiza a un ritmo superior al de la infiltración o recarga natural) bastante acusada. Esta situación implica el consumo progresivo del agua que se encontraba almacenada en el terreno, teniendo como consecuencias la menor calidad del agua, el encarrecimiento de la producción y de la agricultura, así como el riesgo de agotar el acuífero.
Según la Agencia Europea de Medioambiente, España se bebe cada año casi un tercio del agua que dispone y es la segunda tasa más elevada de Europa (Bélgica, con 32%, nos supera). La razón es muy sencilla y se aprecia al ver el mapa: el regadío. Y es que si bien en las ciudades se puede recuperar el 80 % del agua consumida, en la actividad agrícola sólo se puede recuperar el 10 %. Santiago Martín Barajas, de Ecologistas en Acción, explica que "hay 3,6 millones de hectáreas de regadío" en España. Y esto provoca situaciones un tanto surrelaistas como que "el regadío de Tajo Medio depende de los 400 Hm3 que se recuperan del consumo urbano en Madrid".