Alfred, Amaia y el machismo: el día en que la burbuja de amor de Operación Triunfo se rompió

Alfred, Amaia y el machismo: el día en que la burbuja de amor de Operación Triunfo se rompió
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Operación Triunfo 2017 es el fenómeno televisivo del invierno. Gracias a una renovación total de la audiencia, joven y enganchada a los avatares diarios de la Academia en el canal 24 horas de YouTube, la conversación ha redefinido lo que el programa significa en nuestro ecosistema mediático: OT ya no es un talent show casposo carne de mercadotecnia, es el reflejo de una generación abierta, progresista y revolucionaria.

De OT se ha escrito mucho, a menudo para bien. Se ha dicho que es el espejo de la Generación Z, hasta ahora representados a base de clichés y estereotipos en la televisión nacional; se ha dicho que es un programa único exponiendo enfermedades como la ansiedad; que ha dado pasos de gigante en la representación del colectivo LGBT+; y que es la personificación total de las principales corrientes ideológicas y emocionales de la juventud.

Ante semejante maremoto de celebraciones, los concursantes han respondido con compromiso social y buen rollo. OT ha disfrutado de su momento transgénero, de su pareja homosexual y, también, de su dosis de monogamia tradicional. Personificada en Alfred y Amaia, la pareja por antonomasia de esta edición tiene su propio shippeo ("Almaia") y ha dejado momentos muy aplaudidos como su reciente beso o su interpretación de 'City of Stars'.

En un ecosistema tan cercano al pulso del momento y tan alejado, a priori, de los estereotipos románticos o identitarios del pasado (el salto con la generación Bisbal es gigantesco), era cuestión de tiempo que luna de miel rompiera en polémica. Y lo ha hecho precisamente por la pareja heterosexual más proyectada fuera de la Academia: Alfred y Amaia. Entre acusaciones de machismo, comportamiento tóxico y luz de gas.

Alfred: de "feminist" a luz de gas

"Luz de gas" es un término que advierte sobre posibles actitudes y tendencias en una relación que, de forma discreta, con señales soterradas, se encamina hacia la tragedia. Viene a definir a los hombres que tienen comportamientos patológicos colocando trampas a sus parejas de modo que parezcan mentirosas, paranoicas o "locas" (anulando su autonomía y personalidad). En definitiva, señala un maltrato psicológico encubierto, y como tal, muy peligroso.

Gala Amaia y Alfred en una actuación en directo. (GTRES)

El origen del debate (muy extendido en Twitter, donde la legión de seguidores de Operación Triunfo es amplia) se encuentra en algunos roces que Alfred y Amaia han tenido durante la convivencia de los últimos días. Detalles que, dado el alto grado de exposición de los concursantes (su vida es fiscalizada las 24 horas del día, cada gesto, cada conversación, cada acción), han trascendido a la mera convivencia y se han instalado en un debate muy vivo en la sociedad: ¿dónde termina el trato normal de una relación y comienzan las actitudes machistas?

Al largo hilo de fragmentos recopilados por algunas cuentas, dos han sido los momentos más discutidos: primero, una escena donde Alfred ayudaba a Ana Guerra (otra concursante) al piano. Al llegar Amaia y sugerir algo, Alfred reacciona primero de forma hostil y, más tarde, de forma conciliadora (desde una falsa aceptación), mientras Amaia se marcha con otra compañera tras una breve discusión.

Segundo, en otra escena con los mismos implicados. Durante una comida, Alfred comienza a darle un masaje a Ana Guerra explicando que "le encanta" ser el único chico (de forma jocosa). En ese momento, Guerra comenta: "De hecho, desde que es el único chico me mima más, como que se siente responsable de mí". A lo que Amaia responde: "Pues eso no, mucho feminism, mucho feminism pero luego...".

En ese momento, Alfred le recrimina que ese comentario "no tiene mucho sentido", a lo que Amaia vuelve a responder: "Sí que tiene sentido, sólo que tú no lo ves". A partir de ahí, la discusión (de baja intensidad) rota en torno a los dos, anulando la presencia de las otras dos personas. Alfred acusa a Amaia de "enfadarse por enfadarse", dibujando su comportamiento en torno a extremos y sugiriendo que sólo ella ha comprendido su acusación sobre el "feminism".

Si la polémica parece un cotilleo más del enésimo reality show que se obsesiona con detalles de la convivencia íntima de otras personas (al estilo, ejem, de Gran Hermano), es porque lo es. Ahora bien, es importante por ello: en un tiempo en el que el feminismo exclama que "lo personal es político", las actitudes y discusiones entre una pareja han saltado de la esfera privada y se han insertado en pleno debate sobre las relaciones normativas y las posiciones de poder del hombre sobre la mujer.

Machismo o exageración, el debate enconado

Rápidamente, algunos usuarios han creado hilos recopilando otros gestos en los que Alfred y Amaia discuten, en ocasiones con mayor o menor incomodidad para el espectador. Y de forma paralela, en un entorno tan polarizado como Twitter y en un debate que provoca reacciones muy airadas por el componente emocional que acarrea, dos vertientes han chocado: por un lado, quienes creían que la actitud de Alfred es machismo y luz de gas; por otro, quienes acusaban a los primeros de exagerar.

La figura de Alfred era en sí misma conflictiva: hombre de nueva generación, asimilaba la causa feminista y predicaba con el ejemplo (portando camisetas con la palabra "Feminism", de ahí la referencia original de Amaia). Para muchas feministas, de nada servía declararse "feminista" si en las relaciones personales se incurría en los mismos vicios y defectos que las parejas machistas.

Por ejemplo, nada ilustraba el rol de género tradicional de Alfred como su reacción al comentario de Amaia durante el masaje a Ana Guerra: en vez de escuchar la opinión de Amaia y el consejo que tuviera a bien expresarle, Alfred reaccionaba con cautela y a la defensiva, cortando de raíz la argumentación de Amaia, tratando de aislarla del resto de sus compañeras, e insinuando que todo eran ideas suyas, invenciones particulares sin poso real.

Sea o no cierto, se interprete como se interprete, lo cierto es que la actitud de Alfred sí encaja bien con una de las críticas habituales del feminismo a la actitud de los hombres: el mansplaining y el asumir que la opinión de la mujer, por el mero hecho de ser expresada por una mujer, tiene menos valor que otras. Dicho de otro modo, Alfred, feminista declarado, fallaba en uno de los puntos básicos del Manual del Buen Aliado: revisarse a uno mismo y escuchar a las mujeres.

Para otros, sin embargo, la conversación era de lo más trivial. Al surgimiento de hilos y comentarios virales acusando a Alfred de machismo, otros señalaban el linchamiento al que el chaval estaba siendo sometido, destacando actitudes similares de Amaia para con Alfred. Más allá de su visión del enfrentamiento, la defensa de Alfred recalcaba lo nocivo de fiscalizar al detalle cada segundo de convivencia dentro de la Academia, lamentando la banalización del "comportamiento tóxico" entre una pareja.

Alfred, así, no sería un machista tóxico incapaz de desarrollar una relación equitativa y empática con su pareja, sino la víctima de una gigantesca exageración propiciada por las redes sociales y el efecto reality show.

En cierto sentido, parte del problema de Alfred y Amaia (y del debate en sí mismo) surge de ahí: ¿de qué modo quedarían retratadas nuestras actitudes si fuésemos grabados a todas horas por unas cámaras seguidas por millones de personas? ¿Hasta qué punto las advertencias sobre la luz de gas y el machismo de Alfred estaban fundadas y hasta qué punto la presencia de las cámaras y el seguimiento diario de la pareja no magnificaba lo que, de otro modo, serían choques normales en una relación?

Pese al evidente carácter salsarosesco del asunto, la polémica es importante: nada de esto hubiera pasado hace quince años, una época en la que un comentario como el de Alfred en boca de Bustamante no hubiera pasado ninguna recopilación de highlights del día.

Feminism Un momento de la discusión.

Que cuestiones tan privadas como la deriva de una relación entre dos jóvenes concursantes deriven en debates a gran escala entre miles de seguidores define el triunfo del feminismo en esta parcela: sí, lo personal es político, y como tal debe ser debatido. Se esté de acuerdo o no con la premisa, lo cierto es que 2017 ha probado de forma histórica cómo la agenda ha sido por fin moldeada por las ideas y las críticas del movimiento feminista. Y ejemplos como el de Alfred y Amaia ilustran que 2018 seguirá la misma senda. Incluso en el juguete favorito de la nueva generación.

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