Al margen de las teselas bizantinas, las catedrales góticas, el arte renacentista y las vanguardias del siglo XX, Europa ha producido otro gigante cultural: el concurso de Eurovisión. Ideado en su momento como un justo representante de las habilidades musicales de cada país del continente, repleto de artistas de prestigio y de fantásticas canciones, Eurovisión es hoy una deliciosa feria de monstruos repleta de momentos alucinantes, extravagantes, irrepetibles divertidísimos. Una transformación necesaria que le ha permitido sobrevivir no como una reliquia, sino como un espectáculo moderno.
Esta noche es esa noche. Esta noche tiene lugar la gran final de Eurovisión. Y nosotros queremos rendirle un sentido homenaje a través de los 21 momentos más sorprendentes e inolvidables, por raros, del concurso.
1. Cuando Irlanda llevó a un pavo
No a un pavo, tronco, sino a un pavo de verdad (bueno, de peluche). Dustin era un emblema de la televisión pública irlandesa, con varias décadas de experiencia a sus espaldas, pero alcanzó su cima internacional cuando el público, en un nada sorprendente giro de los acontecimientos, le votó de forma abrumadora para ser el representante de Irlanda en Eurovisión. Su canción, espantosa, estaba plagada de referencias locales. No pasó de semifinales, pese a sus bailarines.
2. Cuando España llevó a otro pavo
2008 fue uno de los más épicos concursos de Eurovisión de la historia reciente. Mientras la feliz nación irlandesa se preparaba para llevar a una marioneta al evento, España hacía lo propio con otra de carne y hueso. Sí, aquel fue el año en el que un personaje de ficción recurrente en el programa de Andreu Buenafuente, Rodolfo Chikilicuatre, se convirtió en el candidato de RTVE maravillas de la votación popular. Su actuación fue un horror, pero muy pegadiza, y logró colarese como número 1 incluso en Grecia. Quedó 16º.
3. Cuando Finlandia ganó con, ya sabes, Metal
Hay pocas cosas más estereotipadas que la relación de los países nórdicos con las diferentes variantes del Metal. Por un lado, es cierto: en ninguna otra región del mundo existen tantas bandas Metal por metro cuadrado. Por otro, va más allá de los disfraces rimbombantes y las poses satánicas. Aunque Europa decidió que no fuer así, votando como ganadores en 2006 a Lordi, un grupo finlandés que, explotando todos los clichés del género, se llevó el galardón en un resultado único en la historia del concurso.
4. Cuando Azúcar Moreno entraron mal
Hablando de estereotipos: ¡castañuelas! ¡Guitarras flamencas! ¡Pasión ibérica! Nada como una excelente dosis de costumbrismo sonoro hispánico para obtener un quinto puesto en Eurovisión. Lo consiguieron Azúcar Moreno en 1990, no sin antes vivir uno de los momentos más desconcertantes de la historia del concurso. Actuaban las primeras, pero la música de la canción entró mal. Aparecieron en el escenarios, confusas, se marcharon, la música paró, volvió a empezar, y volvieron a salir.
5. Cuando Polonia decidió optar por el erotismo
2014 fue el descubrimiento mundial de la rica escena musical polaca. No tanto por sus excelentes bandas como por la actuación de Donatan & Cleo. Su canción aspiraba a ser una celebración del costumbrismo eslavo y polaco, repleto de referencias folclóricas y de vestidos tradicionales. El grupo, íntegramente femenino, decidió subir el tono de Eurovisión a máximos históricos. A ambos lados del escenario, dos polacas de generoso escote realizaban actividades, uhm, tradicionales mientras la canción se desarrollaba.
Fue uno de los momentos más gratuitos y épicos del año.
6. Cuando Bielorrusia se desnudó con un lobo
De este mismo año. El intérprete bielorruso, de claras facciones eslavas (su nombre artístico es IVAN, al fin y al cabo), decidió exaltas el rico patrimonio natural bielorruso (es un país con una baja densidad de población y generoso en parajes naturlaes). ¿Cómo? Desnudando a su cantante al principio de la actuación y poniéndolo a aullar, en un holograma, con un lobo bielorruso.
7. Cuando descubrimos el humor sueco
Suecia organiza este año Eurovisión, y durante las semifinales hemos podido disfrutar de pedacitos del proverbial humor sueco, tan gracioso como un caracol arrastrándose por el asfalto, tan imaginativo como un chiste de madres. En 1985 lo descubrimos en todo su esplendor cuando la presentadora sueca Lill Lindfors fingió perder la parte inferior de su vestido en el escenario para solucionarlo, más tarde, con un hábil recurso estilístico.
Nivel Martes y 13, con risas enlatadas incluidas.
8. Cuando Ucrania llevó a Chimo Kraftwerk
2007: la televisión ucraniana decide elegir como su representante para el concurso de Eurovisión a Verka Serduchka, una mezcla muy lograda de Chimo Bayo, una versión apócrifa de Kraftwerk, Tino Casal, Elton John y el resultado inevitable de todo lo anterior mezclado con la tradición musical eslava. Brillantina, una melodóia demencial, perversión, y lo que, suponemos, son referencias irónicas al nazismo. Lo tuvo todo, fue un momento glorioso.
9. Cuando Rusia llevó a un grupo de seis abuelas
Cuesta creer que esto llegara a suceder, pero es Rusia, y cuando hablamos de Rusia nada, insistimos, nada, es imposible. En 2012, la televisión nacional rusa optó por elegir a un grupo de seis abuelas ataviadas con trajes tradicionales para representar al país. La coreografía era inexistente, sus voces pobres, su sincronización sobre el escenario ausente... Pero su ternura, su obvia diversión, y, en fin, el hecho de que fueran seis ancianas les aupó ¡al segundo puesto!
Más cerca de la obra de teatro vecinal que de la actuación internacional, Rusia demostró que Eurovisión no tiene edad.
10. Cuando Conchita Wurst ganó el concurso
Y fue maravilloso.
Hace dos años, Austria envió a un drag queen a ganar Eurovisión, y lo hizo. Conchita Wurst fue el primer hombre en interpretar a una mujer sobre el escenario (prominente barba incluida), en un momento en el que la homofobia (especialmente en países como en Rusia) volvía a estar de plena actualidad. Su poderosa actuación no sólo fue una recompensa justa a la canción austriaca, sino, como Wurst reivindicaría más tarde, una oda a la tolerancia, la diversidad y el carácter transgresor de Eurovisión.
11. Cuando Bosnia llevó a Arcade Fire
O a Arcade Fire meets Los Campesinos meets Architecture in Helsinki. Una cosa divertidísima y muy pegadiza interepretada por Laka. La canción en sí misma es una mina de buenos momentos, pero el grupo bosnio, cantando en serbocroata, lo redondeó con una puesta en escena infantiloide, exagerada, ridícula y de dibujos animados. No ganaron aquella edición, en 2008, pero sí nuestros corazones.
12. Cuando Francia se conviritó en Überfrancia
2008 fue el año definitivo de Eurovisión, una constelación de momentos gigantescos que quizá contribuyó a asentar de forma definitiva el carácter extravagante y fascinante del concurso. Además de Irlanda, España y Bosnia, Francia contribuyó con un enorme grano de arena llevando a Sebastian Tillier (un artista bastante respetado y talentoso fuera de la chanza de aquel año, por otro lado), con 'Drive', quizá el artista y la canción más intrínsecamente franceses que el país galo podía haber ideado jamás.
13. Cuando Israel ganó con un transgénero
Sólo en Eurovisión podía un artista transgénero israelí alzarse vencedor en 1998. Décadas antes de que el debate sobre los derechos LGBT dominara la agenda pública, el público premiaba de forma generosa una de las canciones más memorables de su historia, la de Dana International. Es por derecho propio historia del concurso, un antecedente remoto que Conchita Wurst haría suyo.
14. Cuando Moldavia llevó a conos parlantes
Fue en 2011. Moldavia, un país que habitualmente no destaca en las ediciones de Eurovisión, decidió romper con la dinámica hace seis años, llevando a una suerte de Rage Against The Machine bañados en la música balcánica de Goran Bregović y vestidos con lo que, debemos suponer, son ropajes tradicionales de la nación y cultura moldava. Entre otros elementos a destacar, singulares, alargadísimos y memorables sobreros cono.
15. Cuando Moldavia llevó al vionilista cyberpunk
Y a un saxofonista salido directamente de las más señoriales discotecas ibicencas. ¿Habíamos dicho seis años en el anterior apartado? Correcto, porque en 2010, un año antes de nuestros amigos cónicos, Moldavia llevó a su máxima expresión el concepto "pachanga". Primero de la mano de un vionilista salido de Blade Runner (o de sus peores perversiones) y, más tarde, junto a un saxofonista que, a juzgar por su actuación, debía llevar alrededor de dos años sin dormir, de fiesta en fiesta. Gracias po tanto, ¡gran nación moldava!
16. Cuando Grecia se puso en plan militarista
Desconocemos qué quería decirnos Michalis Rakintzis en 2002, disfrazando a su grupo de extraño, muy extraño desfile militar mientras nos repetía constantemente "di, di la contraseña". No le sirvió para imponerse sobre el resto de participantes, pero le permitió servir de antecedente remoto a la ola de extravagancias que la década posterior nos descubriría. Es como si Laibach se pusieran en plan electropop y, en vez de actuar en Corea del Norte, se sumaran a Eurovisión.
17. Cuando Reino Unido estaba de vuelta de todo
Creemos que siguen ahí. Y que esto no merece más comentario.
18. Cuando Lituania anticipó su no-victoria
En 2007, por motivos que aún no hemos logrado descifrar, Lituania decidió llevar a seis señores de mediana edad vestidos con trajes oscuros cantando "somos los ganadores de Eurovisión". Esencialmente, la canción giraba en torno a ese mensaje, y costaba encontrar estrofas o incluso frases que indicaran algo diferente. "Somos los ganadores, somos los ganadores de Eurovisión". ¿Lo fueron? Obviamente no. Pero de algún modo, el público encontró graciosa su boutade y le regaló la sexta plaza.
19. Cuando Alemania fue Gengis Khan
En 1979 la sociedad occidental no atravesaba profundos debates sobre la apropiación cultural, de modo que era de lo más aceptable, además de muy divertido, que un grupo de alemanes a este lado del Elba decidieran aparecer en el escenario de Eurovisión rindiendo homenaje (creemos) al gran conquistador mongol. El público europeo lo encontró muy divertido y les dio la cuarta plaza.
20. Cuando Rumanía llevó a Drácula, claro
La mayor parte de las actuaciones de Eurovisión son complejas de definir, porque uno nunca sabe cuándo termina la sátira y comienza lo serio. En el caso de Rumanía de 2013, ¿se trata todo de una gigantesca parodia del concurso, de las ínfulas de representación cultural de sus participantes y del carácter excéntrico de sus actuaciones o, por el contrario, de una cuidada estrategia de márketing dirigida a un público que conoce muy bien? Imposible de saber, así que aquí tenéis a Drácula.
21. Cuando Azerbaiyán definió a Eurovisión
Si alguna vez algún bien intencionado no europeo os pregunta que qué narices es Eurovisión, no existirá mejor definición y mejor forma de comprender que la actuación de Azerbaiyán en 2008 (otra vez).
Una maravillosa locura, y el precio a pagar por no estar matándonos todos entre todos como hacíamos hasta hace escasamente un siglo.
Bola extra: nuestro drinking game
Todo mejora con unos chupitos.