Un día vas a la peluquería y, mientras esperas tu turno, escuchas como el peluquero explica con pelos y señales algo que, aunque lo habías leído de pasada en alguna ocasión, nunca esperarías ver en vivo y en directo. "Bueno, te lo voy a decir. Mira, la Tierra está hueca".
Y así, con unas palabras parecidas y 20 minutos de desarrollo, fue como las teorías y movimientos en torno a la huequicidad de la Tierra llegaron a nuestra vida. Y menudo shock. Uno espera oír estas cosas en canales de misterio en YouTube, en grupos de Facebook de tercera regional o, no sé, en el programa de Risto Mejide: pero no en una peluquería del barrio.
Pero como la realidad siempre supera a la ficción solo cabe una pregunta: ¿En qué creen realmente los defensores de que la Tierra es hueca?
El terrahuequismo explicado en tres minutos
La 'Tierra Hueca' es una hipótesis mucho menos desarrollada que la de la 'Tierra Plana'. Por eso, es más complejo encontrar una versión común que poner a prueba. No obstante, la idea es sencilla y, como veréis, bastante transparente: la Tierra está hueca. El suelo que pisamos, la corteza de la Tierra, es una especie de caparazón que esconde un enorme hueco en su interior. Lo curioso es que, según creen, en ese hueco hay cosas.
Y no cualquier cosa: un mundo prácticamente igual al nuestro con sus cordilleras, sus mares y su vida salvaje pululando justo debajo de nuestros pies. En realidad, la cosa no se queda ahí: los defensores de la Tierra Hueca sostienen que en lo que sería el núcleo del planeta lo que hay es un sol (pequeñito, pero sol, al fin y al cabo).
Como colofón, los terrahuequistas afirman que hay (al menos) dos enormes agujeros situados en los polos que comunican ambos mundos. Teóricamente, podría haber más accesos (túneles y cuevas), pero poco importa porque los gobiernos están confabulados para ocultarlo controlando los accesos al polo y sobornando a todos los astronautas que han podido verlos. Sí, a todos.
¿Tiene algún sentido todo esto del terrahuequismo?
Lo cierto es que resulta una teoría realmente difícil de justificar. Los propios defensores suelen quejarse de que el terraplanismo lo tiene más fácil que ellos porque, en fin, es mucho más sencillo de entender. Y es que, mientras las falsas pruebas de la planicidad de la tierra son engañosamente intuitivas, a ver cómo convences a alguien de que el planeta es una alcancía.
Por ejemplo, ellos tienen que recurrir a V838 Monocerotis una estrella variable situada unos 20.000 años luz de nosotros que en 2002 exhibió una explosión muy llamativa. Basta con ver la imagen que rescató el telescopio Hubble el 12 de diciembre de ese mismo año para entender por qué el movimiento la considera una "prueba irrefutable" de que todos los planetas son huecos (y contienen una estrella).
Recurren a ello porque en la realidad hay poco que rascar. Como cuenta Jose Luis Crespo, un poco de física elemental es suficiente para entender que la idea de que haya un mundo como el nuestro al otro lado de la corteza terrestres es inviable. Si la Tierra estuviera hueca, la gente que viviera dentro de ella no experimentaría la fuerza de la gravedad.
La explicación es que, al ser (algo muy parecido a) una esfera, las distintas fuerzas gravitacionales se cancelarían entre ellas y los habitantes del hueco flotarían por su interior. Es más, si nos ponemos estrictos, nosotros no experimentaríamos la fuerza de la gravedad que experimentamos.
Al fin y al cabo, la única explicación científica que tenemos para explicar la gravedad de la Tierra es la inmensa densidad de su núcleo. Si estuviera vacío y solo dependiéramos de la masa de la corteza para andar sobre la superficie, esto sería una fiesta digna de John Carter.
Algo similar ocurre con los terremotos. La estructura sísmica del planeta está perfectamente estudiada y es una de las cosas que nos ha permitido entender cómo se organiza geológicamente. La hipótesis de la Tierra Hueca sencillamente es incapaz de explicar cómo es posible que las ondas sísmicas se muevan como lo hacen. Y todo eso sin entrar a debatir lo complejo que sería meter una estrella dentro de un planeta como el nuestro.
Sí, es cierto que durante años se ha hablado de las esferas de Tyson, pero esto dejaría sin explicar una enorme cantidad de problemas. El más evidente de los cuales es el de cómo explicar que todos los planetas del sistema solar sean, en realidad, estrellas cubiertas de enormes cantidades de tierra o gas.
¿Y entonces? ¿Qué es realmente?
Hace años, explicábamos que los defensores del Terraplanismo no eran cuatro frikis, sino grupos ideológicos que llevan siglos organizándose contra el progreso científico. En el caso de las ideas terrahuequistas pasa algo muy similar. Se tratan de ideas más excéntricas y llamativas, pero si tiramos del hilo histórico solo nos encontramos con sectas espiritualistas y mistéricas.
Gente como la famosa espiritista (y amiga de la familia ral británica) Walburga von Hohenthal o el ufólogo y pseudoterapeuta Walter Siegmeinster fueron defensores clásicos de la teoría. Y es que, en buena medida, estas creencias actúan como símbolo (en el sentido teológico del término): algo que permite a los grupos reconocerse mutuamente como comunidad aunque no les defina como comunidad.
La excentricidad o rareza de esas ideas, en parte, ese es un mecanismo más que hace que los grupos pseudocientíficos permanezcan unidos y se cohesionen y los expone a ataques que impulsan su sentido de pertenencia. Por eso no es una buena estrategia reírse de los creyentes sinceros (por muy raro que nos parezca lo que dicen).
Lo interesante de este momento es que estas elaboradas creencias son capaces de desgajarse de esos grupos y alcanzar al internauta medio. Aquí es donde empiezan las incógnitas. ¿Sirven estas creencias conspiranoicas de anzuelo para atraer nuevos miembros o se independizarán las teorías de la 'tierra hueca' de esos grupos y se convertirán en entidades con vida propia? Ese es el verdadero misterio.
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