La Atlantis moderna… y sus turistas [Tecnologías que fracasaron IV]

La Atlantis moderna… y sus turistas [Tecnologías que fracasaron IV]
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De las muchas invenciones que lanzó al mundo Buckminster Fuller, el protagonista de uno de los anteriores post de este especial Tecnologías que fracasaron, una tuvo una proyección superior a las demás: su cúpula geodésica. Fuller proponía cubrir zonas de ciudades de todo el mundo bajo una cúpula dentro de la cual, en última instancia, se podrían controlar muchas de las variables del ecosistema. Vivir mejor y aprovechar al máximo lo que tenemos: Dymaxion, de nuevo.

La posibilidad teórica de vivir bajo cúpulas se unió a la necesidad del ser humano de buscar nuevas fronteras y nuevos recursos: así fue cómo nació la necesidad de vivir bajo el mar.

No hay fronteras

Poseidon Resort

Nada era casual: las fronteras cada vez más delimitadas y la colonización habían llevado a que al mundo, tal y como lo conocemos, ya no le quedaban palmos de tierra por descubrir. Pero desde los años 50, las Naciones Unidas habían delimitado también la propiedad del suelo submarino y ahí… ahí quedaba más de un 80% de superficie sin dueño alguno, lista para ser conquistada por el primero que osase a imaginar y hacer realidad el futuro.

No era una idea descabellada: la construcción de submarinos y de elementos arquitectónicos bajo el agua se había desarrollado tanto como la espacial. Y había objetivos económicos muy claros para hacerla realidad: por ejemplo, llevar la extracción de petroleo al propio lecho del mar, desde donde sería más sencillo el mantenimiento y más efectivo el trabajo que desde las plataformas petrolíferas.

De ahí que a finales de los 50 empezase a sonar con fuerza la posibilidad de colonias submarinas, en entornos controlados bajo grandes cúpulas. Las predicciones de numerosos futuristas indicaban que la expansión submarina llegaría gracias a la tecnología, pero sobre todo a la minería: como en el Far West, la colonización empezaría por quienes buscarían fortuna en busca de metales preciosos.

Por supuesto, habría medios de transporte, conexiones directas con la superficie para asegurar el abastecimiento, electricidad generada por la fuerza de las olas y mucho más…

El sueño de Athelstan Spilhaus… y de Jacques Cousteau

SeaGrants

Athelstan Frederick Spilhaus tuvo varias grandes ideas en su vida, pero entre las más influyente estuvo la creación de los “Sea Grant Colleges”, que buscaban establecer departamentos universitarios por todo Estados Unidos dedicados a investigar la manera de aprovechar lo que mares y oceános escondían bajo el agua.

Spilhaus quería imitar lo ocurrido en la segunda mitad del siglo XIX en EEUU, cuando el Gobierno estadounidense impulsó numerosos Land Grant Colleges, universidades populares dedicadas a enseñar de manera práctica agricultura, minería e ingeniería para que los colonos que querían establecerse en el Oeste tuvieran mucho más sencillo hacerlo y contarán con las técnicas necesarias.

Spilhaus soñaba con una expansión similar: los Sea Grant Colleges ampliarían los conocimientos de la gente interesada en colonizar el fondo marino, aquellos que, como Jacques Cousteau, sostenían que el hombre se acostumbraría a vivir bajo el agua.

De hecho, Cousteau impulsó la puesta en marcha de Conshelf, una estación submarina (con varias versiones) en la que poder comprobar las posibilidades del hombre de vivir bajo el agua. Cousteau soñaba incluso con una evolución del ser humano hacia el Homo Aquaticus, biológicamente avanzado para adecuarse al nuevo entorno.

De las colonias al turismo

Los Sea Grant Colleges se pusieron en marcha y siguen vigentes, ayudando a conocer mejor las posibilidades del entorno submarino, pero a partir de los 70 disminuyó el interés por vivir bajo el agua. Tuvo mucho que ver con las dificultades propias del entorno, que Cousteau y todos los que pasaron por Conshelf habían comprobado en su propia piel: perdida de apetito, claustrofobia, males derivados de la escasa luz y poca visbilidad. Pero también la evolución de las técnicas de extracción de minerales. Si no se necesitaban mineros bajo el agua porque había medios mecánicos para hacerlo desde la superficie, ¿qué compañía iba a apostar por colonizar el océano cuando era mucho más barata la otra opción?

Sin embargo, el paso de los años ha hecho resurgir el interés por las posibilidades reales de crear vida submarina. Y esta vez ha sido el turismo quien ha impulsado el viejo sueño tecnológico. Ya no se trata de hacer sólo un pequeño refugio bajo el mar, junto a la costa, como ese Jules Undersea Lodge que ya existe en Florida (y que de hecho fue antes un laboratorio científico submarino, ‘La Chalupa Research’). Lo que en la última década se ha anunciado hasta en dos ocasiones ha sido la construcción de grandes entornos hoteleros totalmente sumergidos.

Tanto el Poseidon Undersea Resort, de Fiji, como el Hydropolis de Joachim Hauser, de Dubai, comparten características y destino. Ambos querían recrear una gran “ciudad de vacaciones” totalmente sumergida, en superficies muy amplias y en torno a 20 metros por debajo del nivel del mar. Hablamos de complejos hoteleros con más de 200 suites, con centro comercial y todo tipo de lugares de ocio, incluidas salas de cine y paseos “al aire libre” o, para ser más exactos, por debajo de los peces…

Joachim Hauser hablaba de su Hydropolis como el gran sueño de la humanidad hecho realidad: para lograrlo, una cúpula de plexiglás reforzada con cemento y acero, en un proyecto cuyo coste era superior a los 300 millones de dólares:

“Diseñé Hydropolis pensando en las estructuras orgánicas, para olvidar los diseños arquitectónicos rudos y afilados que vemos en tierra. El efecto que quiero lograr es crear entornos más tranquilos, con una arquitectura más suave, que se adapte a nuestros biorritmos”

Cinco años después de que Poseidon e Hydropolis fueran anunciados, ninguno se ha hecho realidad: ésta vez la excusa ha sido la crisis económica, que se ha llevado por delante todo tipo de proyectos megalómanos. Pero han pasado ya más de 60 años desde que Spilhaus formuló sus teorías que anunciaban que a comienzos del siglo XXI conseguiríamos colonizar el mar. Más de 50 desde que Cousteau quiso demostrar que era posible. Y, sin embargo, aún seguimos muy lejos de Rapture, incluso sin plásmidos de por medio.

Todo esto, al menos, de momento: para 2013 se espera el inicio de una nueva aventura: la expedición Atlántica. Ellos también buscan establecer la primera colonia submarina. ¿Lograrán por fin hacer que la tecnología y el sueño se unan para hacer realidad la vida del hombre bajo el mar y no para sumar un nuevo fracaso?:

En Xataka | Especial Tecnologías que fracasaron

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