Reinventar la novela fantástica en clave malasia: 'Black Water Sister' es un prodigio literario de la dos veces ganadora del Hugo

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Nunca sabes cuándo te vas a enfrentar a una gran novela. Hechas de la misma materia, papel y tinta, ninguna te avisa de la relación emocional que puedes llegar a desarrollar con ella. Sí, ahí están las fajas propagandísticas, las solapas y las contraportadas aburridas. Mejor no leer nada de eso. Si el libro tiene algo que contarte, ya te lo contará por su propia voz, dentro de sus páginas.

Black Water Sister’, recién llegada a España, editada por Minotauro y traducida por Víctor Ruiz Aldana, son 384 páginas de literatura. Literatura sin héroes ni villanos, más bien a partir de una historia que habla de forma naturalista de personajes que, en otro contexto, serían secundarios de su propia escena. Esta es la realidad de la fantasía.

Con el sentido del humor de propio de los ‘Cazafantasmas’, ‘Black Water Sister’ habla del más allá y nuestra relación con nuestros antepasados. La protagonista, Jess, escucha voces que le dan órdenes y que juegan con sus nervios. La auténtica Black Water Sister es una diosa al servicio de Ah Ma, la abuela de la protagonista. Sin embargo, esta divinidad también fue un ser humano, víctima de un colonialismo opresivo y original de una familia de clase trabajadora. Jess, en calidad de médium, tendrá que comprender las demandas de estas voces que solo desean cerrar heridas abiertas. Una especie de tríptico femenino que definirá la propia vida, caótica y circular, de Jess y su empobrecida familia.

De Penang al resto del mundo

Jess –Jessamyn Teoh en realidad— es una de esas graduadas en Harvard, el gran proyecto de sus padres, sin oficio ni beneficio. Así que no le queda otra que regresar a su Malasia natal —a la capital, Penang, para ser exactos— y recalibrar expectativas. En su cabeza escucha, en apariencia, la voz de su abuela, Ah Ma, algo que achaca al estrés. Este antepasado también fue una poderosa médium, el avatar mismo de la deidad Black Water Sister.

Pero Jess no tiene tiempo para dramas, bastante tiene con pagar deudas, metiéndose por el camino en algunos callejones poco legales. Sin embargo, la voz no cesa. Más bien al contrario, quiere arreglar cuentas y quiere que Jess le ayude. Por el camino tendrá que procesar algo más que su pasado familiar y su propio lugar en el mundo.

Una mezcla única con promotores inmobiliarios crimilares a lo Osamu Tezuka y un terror a lo Dan Simmons.

Cuestiones como la sexualidad o el racismo institucional, la vida en entornos subdesarrollados, la culpa y la venganza, el control y la potestad sobre tu propio yo… y todo abordado con un ritmo frenético, un sentido del humor ácido y una perspectiva culta y reposada. ¿Un evento sobrenatural y un chiste de dolores de regla en el mismo párrafo? Exacto. Promotores inmobiliarios a lo Osamu Tezuka y un terror a lo Dan Simmons. Queda claro que, ante tanto secreto y peligro paranormal, conseguir trabajo es la menor de sus preocupaciones.

Y a través de estos mimbres, Zen Cho construye con mimo un retrato bello de su origen real sin acudir a florituras o alucinaciones exageradas. Jess es el personaje de veinte y tantos y actúa como tal. El primer chiste de la novela, de hecho, es una voz que se repite como una de esas canciones que se quedan pegadas y que dice “¿sabe tu madre que eres lesbiana?”

Zen Cho, una voz única entre la multitud

Otras ediciones de 'Black Water Sister'

Ganadora del Hugo, el Crawford y el British Fantasy. Finalista en los premios Lambda, Locus y Astounding. Es decir, por resumirlo en una frase, Zen Cho ya ha despuntado en los lugares importantes, ha conquistado las cumbres más altas. Y eso que su formación académica es la abogacía. Fanática de autores como Terry Pratchett, Diana Wynne Jones o Edith Nesbit —también devora thrillers y dramas kpop— Cho siempre ha tenido claro que lo suyo es la escritura.

No en vano ha publicado cinco obras que podrían dividirse entre lo postcolonial y la fantasía contemporánea. Dragones y hechiceros propios del wuxia se dan la mano con romances intensos y rencillas familiares muy “de época”. En ellas, la intersección entre raza y cultura está presente en todo momento.

A raíz de desenterrar palabras arcaicas del Oxford English Dictionary, descubrió que nuestro pasado esconde una especie de lenguaje imaginario propio de un mundo mágico. Esta fue la piedra para sus primeras novelas, para sus cuentos breves ‘Spirits Abroad’, su posterior ‘Sorcerer to the Crown’, la primera parte de una trilogía pendiente de clausurar. Como fuera, el ritmo del día a día, la familiaridad de personajes que a priori nada tienen que ver contigo, es su piedra de toque.

Los espíritus existen y están entre nosotros

Puede que nos cueste comprender nuestro lugar en el mundo, pero eso no significa que no tengamos una genealogía, una deuda de sangre.

‘Black Water Sister’ es la culminación de varios años de estudio. Sus investigaciones sobre la religión popular china y libros como ‘The Way That Lives in the Heart’ de Jean DeBernadi le llevaron a tomarse mucho más en serio su propio legado. Es por ello que la jerga de la calle y el manglish (inglés malasio) están tan presentes en una novela donde hasta se concede el capricho de reinventar toda una cultura gastronómica urbana, con platos que en realidad ni siquiera existen.

Y es que esta historia de fantasmas malasia deja bien claro que estos espíritus existen y están entre nosotros, recordándonos que, en efecto, puede que nos cueste comprender nuestro lugar en el mundo, pero eso no significa que no tengamos una genealogía, una deuda de sangre.

Malasia es popular por su crisol cultural. Distintos dialectos y reformulaciones de malayo, tamil, hindú, chino e inglés conviven y se dan la mano en calles y mercados. Desde un prisma religioso, el budismo, cristianismo y el hinduismo conviven con el islamismo, la religión mayoritaria cuya posición cuenta con el apoyo gubernamental.

Esmonde Yong - Unsplash

Es un país de contraste y confusión política, donde una inocente fiesta con drogas puede desencadenar en una sentencia de muerte. El protocolo siempre va por delante. La mejor metáfora de esto son esos dos rascacielos de Kuala Lumpur, una especie de Torres Gemelas hiperestilizadas, son un símbolo de vanguardia y poder en un cosmos donde nadie parece compartir unos cimientos claramente definidos.

Pero, por encima de todo, Malasia convive con toda una mitología social de espíritus, buenos, malos y regulares. Los vestigios del pasado cobran una fuerza extraordinaria en esta diáspora y los ‘Hantu’ o fantasmas conviven con mitos vampíricos sobre mujeres que roban bebés neonatos, con damas protectoras que te indican el camino de la verdad o con los malvados djinn, cuyo capricho es castigarte por cualquier minúsculo pecado.

Esta es una de las fortalezas de ‘Black Water Sister’: imbricar lo mágico con lo cotidiano. Y todo a través de un razonamiento muy humano: amor y protección a veces parecen palabras contrapuestas, porque en algún momento tendrás que jerarquizar por una o a favor de otra. Padres que protegen y constriñen la libertad de sus vástagos, abuelas que dirigen —hacia el éxito social y económico— a una familia con mano férrea y actitud déspota.

Decir algo más sobre ‘Black Water Sister’ sería destripar una novela redonda que es mejor descubrir por uno mismo. Todo lo que define a una gran novela está aquí, eso está claro: el ritmo y la sintaxis precisa y el compromiso por narrar un relato vivo y humano. Uno de los que se quedan grabados en la cabeza como una de esas cancioncillas.

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