No sabemos hacer carriles solares eficientes. Volver a los techos parece la solución

Badenova Solar
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Alemania ha estrenado nuevo carril bici solar, aunque no de la forma en la que estábamos empezando a ver en los últimos años. Se trata de un proyecto piloto en la ciudad de Friburgo, desarrollado en colaboración con el Instituto Fraunhofer de Sistemas de Energía Solar. ¿El objetivo? Crear un techo solar a lo largo de 300 metros de carril bici. Hay dos principales intenciones con esta propuesta.

Casi 300 metros de módulos: a lo largo de uno de los principales carriles bici de la ciudad alemana de Friburgo se han dispuesto 912 módulos fotovoltaicos. Una instalación de 287 kW, con 300 metros de largo e integrado dentro del espacio urbano. Se calcula que pueda producir alrededor de 280 MWh al año, energía que se utilizará principalmente en los laboratorios y edificios del Instituto de Fraunhofer.

¿Qué tiene que ver una cosa con la otra? Técnicamente este no es un carril solar, sino un carril bici al uso, pero recubierto por paneles solares. El principal interés con este proyecto es, por un lado, empezar a proteger a los ciclistas de los imprevistos del tiempo, al mismo tiempo que se produce energía solar cuando el día acompaña.

Con esta propuesta se quiere poner sobre la mesa que es posible cubrir importantes áreas de las ciudades de placas solares (incluidas zonas abiertas al tráfico). Es especialmente relevante porque esta propuesta rompe con el concepto que teníamos de los carriles solares hace no demasiado: en lugar de cubrir el asfalto de módulos ineficientes, se ha cubierto el propio carril con módulos tradicionales.

No es la primera vez que piensan en ello. Ya en 2019 se inauguró el primer carril solar en Alemania. Un carril de 90 metros cubierto por 150 módulos solares en forma de adoquín. El objetivo con este carril bici solar era poder derretir nieve y hielo (un problema común en el invierno alemán), amén de poder producir 80kW por metro cuadrado a la red eléctrica local.

La eficiencia era un gran reto. Esta idea tampoco es nueva. SolaRoad puso en marcha ya en 2015 el primer carril solar en Holanda. Células fotovoltaicas integradas en módulos de hormigón con una doble capa de vidrio templado para protegerlas. Una superficie de algo menos de 70 metros que tuvo un coste cercano a los tres millones de euros.

El problema con este tipo de carriles solares recaía en la eficiencia: eran capaces de generar tan solo un 30% de la energía que se produciría con soluciones convencionales. En el caso del primer carril de SolaRoad, los casi 100 metros de su recorrido tan solo podía alimentar 2/3 hogares promedio al año.

Aplicarlo a carreteras tampoco era una buena idea. Si se puede aplicar este tipo de soluciones en los carriles bici, también podría aplicarse en carreteras. En 2019 hablamos del gran fracaso que supuso el primer experimento de carretera solar en Francia. No se cumplieron las previsiones de generación de energía, el costo del primer tramo fue de cinco millones de euros, y los paneles tuvieron un desgaste inesperado no solo por la circulación de vehículos, sino por objetos que se posaban en la carretera (hojas que se pudren, etc.).

También fue un desastre la primera carretera solar en Estados Unidos. Casi 6 millones de dólares de inversión y 25 de los 30 paneles solares rotos en la primera semana de su instalación. Curioso también el caso de la primera carretera solar china, en la que robaron un tramo de casi dos metros en su apertura.

Imagen | Badenova

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