Rehaciendo los desastres de la colonización: Pakistán y Afganistán definirán su frontera con Google Maps

Rehaciendo los desastres de la colonización: Pakistán y Afganistán definirán su frontera con Google Maps
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Observar un mapa de Asia es adentrarse en un sinfín de inexplicables fronteras. La mayor parte de los límites diseñados por los países originalmente colonizados por Reino Unido, Francia, Portugal o Países Bajos tenían, en su momento, poco significado real sobre el terreno. Sucedió algo similar en el continente africano. Ahora bien, cuando los imperios se marcharon, las nuevas naciones defendieron sus líneas imaginadas con uñas y dientes.

De entre todas las fronteras planteadas por el imperio británico a su huída de Asia, la de India y Pakistán fue la más conflictiva y sangrienta. La guerra que enfrentó a ambas naciones y que a día de hoy aún pone en tela de juicio la soberanía de Cachemira fue sólo la punta de un largo iceberg de desastres fronterizos y socio-culturales cuyas ramificaciones se extendieron a Bangladesh y, claro, a la frontera de Afganistán.

Para entender por qué Pakistán y Afganistán deben ahora rehacer su frontera, o al menos llegar a un acuerdo definitivo sobre sus líneas, con la ayuda de la tecnología GPS y de Google Maps hay que remontarse a los orígenes de la colonización británica en el anillo continental asiático.

El emirato afgano, una institución peculiar

La intensa colonización de la India promovió la creación de un raj en el que, durante décadas, los británicos ejercieron un control directo y tutelado, por la vía de la opresión, a millones de personas de distintas nacionalidades, lenguas y confesiones religiosas. Aquel raj incluía los territorios del hoy Pakistán, de abrumadora mayoría musulmana, la India, de mayoría hindú, y de Bangladesh, de nuevo mayoritariamente musulmán (pero no relacionados étnicamente con los pakistaníes).

Otro Mapa
El dibujo de la Línea Durand sobre Afganistán y Pakistán. En gris, las zonas predominantemente pastunes. la frontera las ignora por completo.

A aquel vasto territorio, el Reino Unido sumaba otras dependencias coloniales y otra serie de estados semi-satélites que, si bien formalmente no se contabilizaban dentro de la estructura colonial-provincial del imperio, sí estaban supeditadas a este. Aquel era el caso de Afganistán, una región pegada a Pakistán y hermanada en tantos sentidos a nivel lingüístico (el pastún), religioso (el islam) y cultural (pastunes, baluchis, etcétera), pero con instituciones autónomas e independientes de iure.

Pese a que Reino Unido ejercía control sobre sus relaciones internacionales y comercio, Afganistán gozaba de una independencia nominal que le permitía, entre otras prerrogativas, mantener su carácter de emirato y a su jefe de estado propio, el emir Abdur Rahman Khan (en una milenaria saga que se mantuvo en pie hasta la institución de la república en los años setenta). Dentro de su limitado margen de maniobra, el contexto otorgaba a Afganistán, un tesoro preciado en el tablero internacional, un sitio sobre la mesa de negociación.

El dibujo de la Línea Durand, como tantas otras en la época colonial, se realizó obviando por completo las realidades étnicas y culturales sobre el terreno

¿Qué significaba eso? Que el país afgano, de difusas fronteras históricas dada su naturaleza altamente tribal y montañosa, similar a la de Pakistán, podía permitirse extender sus exigencias fronterizas y territoriales más allá de lo razonable por el imperio británico o por el actual Pakistán, por aquel entonces supeditado a los intereses de la corona. Los conflictos sobre la frontera eran frecuentes y variados, y las exigencias del nacionalismo afgano llegaban tan lejos como el Indo.

Frontera Buena
A cada color hay que sumar una etnia distinta. Las que se reparten mayoritariamente en la frontera de ambos países son los pastunes (en amarillo ocre) y baluchis (en verde claro).

Por aquel entonces tenían sentido: la frontera del futuro habría de partir por la mitad regiones en las que habían convivido durante centurias etnias baluchas y pastunes de la más variopinta condición, en un magma indefinido y no constreñido a la tozuda realidad geopolítica de los mapas sino a la geografía física del terreno, quebradizo y casi siempre alejado de una fuerte autoridad central que delimitara las frontera de Afganistán de forma nítida y clara.

Así, cuando Afganistán reclamaba sus tierras al este de sus cordilleras y extendía virtualmente sus líneas fronterizas lo hacía consciente de la realidad sobre el terreno y de su palanca negociadora. Para el Reino Unido, sin embargo, la situación era una molestia, por lo que a finales del siglo XIX decidió alcanzar un pacto que definiera y zanjara de forma definitiva la cuestión fronteriza entre ambos países.

El emirato de Afganistán reclamaba territorios más al este, acaparando a las poblaciones baluchis y pastunas hoy en Pakistán

Nacía de este modo la Línea Durand, en honor Mortimer Durand, uno de los ejemplos más notables de "señor británico de alta cuna agarra un mapa, dibuja una línea en medio de la nada e inventa una frontera". Afganistán quedó constreñido a unos límites que sus gobernantes aceptaron a regañadientes (y que seguirían sin reconocer durante todo el siglo XX y hasta nuestros días) y los técnicos del imperio demarcaron más de 1.200 kilómetros de limes, heredados después por Pakistán y Afganistán.

Una frontera irreal sin autoridad ni soberanía

Tras la Segunda Guerra Mundial y la sangrienta, compleja y volátil independencia de Pakistán de la India, el país se topó con otro particular problema al otro lado de su mapa, el de Afganistán, y el de una frontera que, por más demarcación que marcaran los colonizadores británicos, jamás tuvo un fundamento firme o estable.

El difuso terreno quebrado, árido y muy montañoso que separa a Afganistán y Pakistán quedó en entredicho durante décadas hasta la actualidad. Aquel fue el escenario donde la Unión Soviética se estrelló en los años ochenta y desde el que el yihadismo internacional, recluido en montañas a mitad de camino de Afganistán y Pakistán, dos países de difusa autoridad y soberanía sobre montañas ingobernables y perdidas de la mano de dios, lograron establecer una base de operaciones permanente durante décadas.

Ambos
En azul, las áreas que comparten identidad étnica, lingüística y cultural. En rojo, la frontera.

Los conflictos entre Pakistán y Afganistán por el control del territorio han sido muy frecuentes (en contraste con la clara línea fronteriza de Pakistán y la India, vallada y visible desde el espacio dada su protección sobreiluminada). El último es el que ha motivado la bizarra y singular solución planteada por los representantes de ambos países: cuando ocho civiles murieron durante una expedición cartográfica de oficiales pakistaníes, tanto Afganistán como Pakistán decidieron solventar un problema secular.

¿Cómo? Utilizando la tecnología disponible. Parte del problema ha sido la difusa identificación de la Línea Durand, muy bonita vista desde los mapas, pero bastante inexacta a la hora de decidir cuál poblado o pequeña población cae a un lado u otro de la frontera (algo útil para los estados a la hora de recaudar impuestos y ofrecer servicios: ese vacío de poder ha sido el magma sobre el que ha pivotado el fermento de Al-Qaeda durante décadas y que permitió a Bin Laden esconderse en ¡Pakistán! hasta 2011).

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La frontera afgana en relación a las reivindicaciones nacionalistas afganas.

Según han explicado fuentes anónimas tanto de Pakistán como de Afganistán, ambos gobiernos aspiran a reunirse y, sobre el reconocimiento oficial de la Línea Durand, zanjar de forma definitiva su recorrido real. Lo harán utilizando como base el dibujo de la misma trazado en Google Maps (que se convierte en un caos total cuando se acerca al norte y toca con Cachermira, ese horrible sindiós) y modelos de señalización GPS. Para ambos, significa poner fin a un enfrentamiento contraproducente.

Para el mundo y para los intereses de las grandes potencias, la asertividad de Afganistán o Pakistán en cada lado de la frontera puede representar una oportunidad histórica: la de asentar de forma clara y contundente qué porciones de terreno pertenecen a cada país y dónde pueden ejercer su soberanía.

Pakistán solucionaría así uno de los múltiples y variados conflictos fronterizos que mantiene de forma casi total (exceptuando su salida al mar). La frontera entre ambos países ha sido un histórico quebradero de cabeza tanto para Reino Unido (como potencia colonial) como para Estados Unidos y la Unión Soviética, una vez ambos consideraron el peso estratégico de ambos países. La frontera afgano-pakistaní ha sido una constante histórica en los detallados mapas generados por la CIA durante décadas y que de forma reciente fueron desclasificados.

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Un policía fronterizo afgano, en la frontera. (Shane Hamann/Wikipedia)

De modo que un siglo después de la difusa Línea Durand y de la arbitraria decisión del imperio británico, Afganistán y Pakistán refrendarán su decisión, pero lo harán de forma más certera y concreta. Un desastre descolonizador menos, si acaso aquellas divisiones tribales y étnicas amparadas en zonas de influencia y no tanto en usos y modos de vida históricos permanencerán tanto sobre los mapas como sobre la vida diaria de millones de personas.

Ese, sin embargo, es un problema que Google Maps no puede solucionar.

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