Las últimas elecciones presidenciales de Estados Unidos estuvieron marcadas por dos hechos extraordinarios: la candidatura de Donald J. Trump por el Partido Republicano y el rol de Facebook en la distribución de noticias falsas y desinformación. La combinación de ambos factores derivó en uno de los mayores escándalos recientes sobre privacidad en la red, utilización de datos personales por las grandes compañías tecnológicas y manipulación electoral. Cuatro años después, las circunstancias son distintas. Facebook ya no es el primer motivo de preocupación durante unas elecciones. Ahora lo son los meses de Instagram.
Problemas. Lo ilustra un estudio elaborado por la Universidad de Nueva York con la vista puesta en las próximas elecciones presidenciales: en los últimos acontecimientos donde la desinformación ha tenido un rol fundamental, como los tiroteos de Odessa o El Paso, las noticias falsas se han convertido en memes o capturas de pantalla de determinados mensajes (tuits). Consumimos más contenido audiovisual y fotográfico que nunca, una dinámica especialmente acentuada entre las nuevas generaciones. A consecuencia, como reconocen los autores del trabajo, "Instagram está muy bien posicionada para esta clase de actividad".
Proliferación. Es una dinámica que se ha gestado a lo largo de los años. Como vimos en su día, Instagram ha dejado de ser un espacio donde cada usuario comparte sus fotografías personales para convertirse en un totum revolutum plagado de cuentas de humor, memes repartidos por otros rincones de la red y vídeos cómicos. Como explican en Axios, la naturaleza visual de la plataforma hace que los moderadores tengan más difícil rastrear contenido falso o propagandístico, y el carácter viral del algoritmo, promoviendo el contenido con mayores interacciones y más popular, provoca la desinformación se distribuya con rapidez.
Sucedió lo mismo con Facebook. Cuentas relacionadas entre sí comparten los mismos contenidos, en ocasiones regurgitando tuits como publicaciones propias de Instagram. Sortean las normas de publicación con habilidad, y la naturaleza visual de la plataforma les parapeta.
Precedentes. Es algo que sabemos desde hace cierto tiempo. Durante la campaña electoral de 2016 en Estados Unidos, las publicaciones de Facebook promovidas por la Internet Research Agency, el "Ejército Troll" asociado al Kremlin que inundó las redes de contenido propagandístico y noticias falsas, llegaron a 120 millones de personas. Por contra, sus campañas en Instagram sólo alcanzaron a 20 millones. Lo relevante no es esto, sino el alcance. Cada posts en Instagram obtenía 183 millones de "likes" frente a los 37 millones de Facebook, y recogía un millón de comentarios más. Instagram llegaba a menos usuarios, pero los movilizaba mucho más.
Influencia. Según otro investigador consultado en un reportaje del New York Times, Instagram es un canal mucho más efectivo a la hora de activar o desincentivar a potenciales votantes: "Instagram trata sobre compartir imágenes de fuentes muy diversas con una comunidad. Está más centrado en las conversaciones fomentadas por esas imágenes, en la controversia que las rodea". Como saben otros expertos en la materia, Instagram ofrece un espacio "más íntimo" a la hora de compartir contenido. Sus usuarios seleccionan de forma más precisa a las personas a las que siguen, lo que genera redes con mayor capacidad de influencia.
Es la misma lógica que le ha permitido conquistar cada vez más porción del pastel publicitario. Sólo que aplicada a la propaganda. IG es un imán más poderoso que FB, con todo lo que implica.
Soluciones. La resaca del Brexit y de las elecciones presidenciales de 2016 espoleó un amplio debate sobre las "fake news", la "post-verdad" y la batalla contra la desinformación. Lo cierto es que los estudios recientes sobre las campañas de desinformación, cada día más multimedia y multiplataforma, son escépticas respecto a nuestra capacidad de alerta y defensa. Como vimos a cuenta del ascenso de Vox o de las elecciones brasileñas, WhatsApp es otra fuente de propaganda y noticias falsas, a menudo destinadas a desmovilizar a grupos de votantes opuestos o a acrecentar el sesgo ideológico de los propios.
Las redes se han convertido en espacios de radicalización y polarización. Y en ese papel, los memes son una herramienta perfecta.
Imagen: Luke Van Zyl/Unsplash