La epidemia molka: o por qué gracias a las cámaras espías las mujeres coreanas ya no se sienten seguras

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Puede que hoy en día todos tengamos la sensación de que estamos hiperconectados e hipervigilados, que los smartphones hayan proliferado la cantidad de ojos que se posan sobre nuestros cuerpos. Pero por el momento aún no hemos llegado al grado de paranoia que nos haga escanear cada centímetro de superficie de un baño público, del vestuario de una tienda o de las zapatillas de un viajero

Molka: término popular con el que los surcoreanos denominan a la grabación encubierta del cuerpo de las víctimas tanto mediante móviles como con diminutas cámaras ocultas. Es un problema conocido en todo el mundo desde aquellos “babosos” que grababan la entrepierna de las mujeres a escondidas en el transporte público en los años 90, y el género del “porno de venganza” tampoco nos es ajeno, pero la prevalencia de estos delitos en el país asiático supera en varios órdenes de magnitud el que tenemos aquí.

¿Para tanto es? Lo bastante como para que el presidente de la nación reconozca que, a día de hoy, es “parte del día a día” de la vida de las ciudadanas. Según datos de la policía en 2010 hubo alrededor de 1.100 denuncias por crímenes “molka”, y para 2018 estaban en 6.800 casos anuales. Igualmente, si en 2006 el porcentaje de crímenes sexuales por cámaras espías era el 3.6%, en 2015 ya eran casi la mitad de los crímenes.

Corea del Sur, como otras muchas naciones, ha visto que se han incrementado en general todos los crímenes sexuales, sin que esté claro cuánto porcentaje de ese incremento se deba a un aumento del número de incidentes o a que las coreanas estén más dispuestas a denunciar. Los comentaristas cuentan que se debe deber a una combinación de ambas, siendo además muy importante el carácter filodigital de la sociedad surcoreana: por ejemplo, cuando se empezaron a vender los primeros teléfonos con cámara a principios de los 2000 las autoridades obligaron a los fabricantes que incluyeran en el diseño de sus teléfonos que, al iniciarse una grabación, el aparato emitiese ruidos perceptibles a los presentes para atajar este mismo problema.

Lo que sí está claro es que se trata de un delito machista: el 98% de los hombres arrestados entre 2012 y 2017 por delitos molka eran hombres, y el 84% de las víctimas, mujeres.

No puedes ni ir a un hotel: si las cifras de 2017 eran preocupantes, la cuestión molka se ha convertido en un tema aún más relevante debido a la conclusión de investigaciones policiales recientes. Una red de 30 “love motels” presentes en 10 ciudades del país grabaron a al menos 800 parejas teniendo sexo en los tres primeros meses de 2019. Como destapó la operación, los responsables del esquema usaban herramientas para ofuscar la procedencia de la IP y permitían a cualquiera acceder a las grabaciones tanto en directo como en diferido en páginas porno a cambio de una suscripción mensual. En este caso, y a diferencia de la mayoría de espacios en los que estos delitos tienen lugar, sí se grababa a hombres y mujeres por igual. En lo que estaban todos de acuerdo es en que esta red debía ser sólo la punta del iceberg de las grabaciones hechas en estos hoteles amorosos.

¿Y las autoridades no hacen nada? Según las investigaciones de organizaciones de abogados, apenas el 31.5% de los delitos molka se investigan. De los que sí se investigan menos de la mitad son motivo de sanción, muchos de ellos librándose porque los jueces no consideran que esa vulneración a la intimidad de la persona haya sido lo suficientemente dañina (es decir, si el vídeo aparenta ser lo bastante erótico y sensual o no), y de esas sanciones el 80% son inferiores al equivalente en wons a 2.100 euros. De los que son considerados ofensas criminales, sólo el 8.7% de ellos acarrean penas de cárceles para sus perpetradores.

Entre mayo y agosto de 2018 hubo manifestaciones mensuales de grupos de mujeres denunciando estas invasiones y la tolerancia de la sociedad y sus legisladores. Dado el éxito de las protestas, con entre 20.000 y 70.000 asistentes a cada una de ellas dependiendo de la fuente consultada, el fenómeno adquirió más relevancia informativa. Sin embargo, según una encuesta de la Korea Press Foundation, sólo el 20% de los hombres y el 50% de las mujeres apoyó su causa después de sus actos. El molka es una problemática que se se ve en Corea desde una óptica de la responsabilidad individual de estos sujetos a vigilar que no estén siendo grabados más que como un delito sistémico, un vestigio de una anterior cultura patriarcal.

Foto: Pixabay.

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